- Ann de La Fuente
Una dosis de maldad mental
Destripo mi neceser, rebalsando con violencia la pileta del baño con maquillajes ( escucho el ruido de un rush que se cae por el costado del mueble y quiebra su tapa en dos). Enchufo la planchita a máxima potencia ( tanto como para quemarme los dedos) y me encierro con llave. Me encantaría tragármela. No terminar de montarme nunca, porque nunca es suficiente el maquillaje, y la mayoría de las veces, este ritual resulta ser lo único que vale verdaderamente la pena en toda la noche. Estoy en lo de mis padres, entonces mi tiranía sobre mi sector preferido del hogar es por tiempo limitado. No me importa. Con un rato alcanza para desarrollar mis poderes de belleza infrahumanos, soy una profesional de la cosmética, una institutriz del camuflaje, una dictadora de la vanidad . Separo mi cabellera verde esmeralda en partes iguales. Sujeto la plancha hirviendo y la paso de arriba a abajo, mechón por mechón (ya no siento las quemaduras) hasta quedar completamente lacia. También la paso por mi pequeño flequillo recto hasta quedar como una Cleopatra futurista. "Me miro en el espejo y soy feliz", me acuerdo de esa canción mientras me pongo una base pálida como la muerte. Pero esta vez no se trata solo de ser atractiva, se trata de algo más sofisticado : respeto y distinción . Me cubro las cejas con un producto especial, como las drag queens me enseñaron en mi adolescencia, y vuelvo a concentrarme en mi reflejo. Que rara me veo sin cejas (pienso), parezco un alienígena, un poco Bowie pero menos pop. Aparento cierto grado de maldad. Y ese es el punto al que quería llegar, la maldad. Me cansé de ser buena. Esta noche quiero tonos rojo sangre. Cubro mis párpados con un tono de sombra rojo azulado, lo extiendo hasta mis ojeras, para aparentar un malestar. Simulo estar enferma (de glamour), ser una yonki en decadencia. Después, me hago unos pómulos prominentes en un tono rojizo brillante y los labios color vino tinto (labios que por esta vez, no buscarán ser besados). Por último: las cejas. Me dibujo unas cejas nuevas perpendiculares, como de ciencia ficción. ¡Ahora sí! Estoy posesa. Soy feliz y me siento malvada. Destrabo la puerta del baño, salgo al comedor, me paro frente a mi madre y la miro fijo (con mi mejor cara diabólica practicada frente al espejo). "Te afeás", me dice ella en un tono quejoso y yo salgo envalentonada por la puerta, satisfecha por su comentario pues esta noche no se trata de agradar y hacer amigos sino todo lo contrario. Desfilo por las calles, vestida de negro de los pies a la cabeza, misteriosa y con pisadas firmes y seguras como nunca antes las había tenido. La brisa invernal traspasa mi rostro penetrando mis poros, dejando mi piel firme y suave. No siento frío, me siento fuerte y hermosa. Desearía que alguien retratara este momento de autenticidad absoluta, pero esta noche no tiene flashes, solo penumbras. Un hombre se atraviesa en mi camino, lo miro desafiante. Èl se para a un lado y se queda contemplándome."Sos una diosa total", murmura, mientras yo prosigo con mi pasarela nocturna sin siquiera dirijirle una palabra. Unos metros más adelante, una familia se aproxima temerosa al ver mi figura acercándose de a poco. Pasan por el cordón de la vereda, como si me tuvieran asco. Yo levanto la cabeza y los miro con rencor. Comienzo a ladrarles como un perro desquiciado, rabioso. La familia se sobresalta y se aleja rápidamente, escandalizada. Horrible familia tipo. Caretas, vulgares. Humanos totalmente prescindibles sobre la tierra (pienso, mientras los pierdo en el camino). Aburrida de hacer contacto con la "realidad", tomo mi I-phone y me pongo los auriculares. Escucho "Bela Lugosi", Bauhaus para seguir en clima. Sigo marchando en la oscuridad, nadie se aproxima. Solo estamos la luna y yo. Nunca me sentí tan gótica, soy toda una vampiresa en busca de aventuras .Me encararía beber sangre. Me aproximo a la avenida más cercana en busca de algún candidato para aterrorizar. Las personas comienzan a aparecer de a montones. Tanto que no sé por donde comenzar, cualquiera podría ser una víctima.Unos notan mi presencia, otros simplemente la ignoran. Algunos se sienten atraídos por mi apariencia y otros rechazados. Me es indiferente., estoy acostumbrada a ese efecto sobre los mortales.Yo sigo abstraída en la música y en mis nuevos instintos vampirísticos. Comienzo a imaginarme todo tipo de hazañas.Tengo ganas de enfrentarme a la gente, fantaseo con degollarlos. Quiero morder cuellos y cubrirme de sangre. Quiero verlos de rodillas suplicando piedad mientras aplasto mis botas de cuero sobre sus mejillas.¡Voy a lamer sus patéticas lágrimas antes de comérmelos vivos!... "Disculpe señorita. ¿ Donde para el 141?", pregunta una señora tocándome el hombro , que me obliga a quitarme los auriculares y a abandonar mi delirio aterrador para contestarle con cortesía (como lo hago habitualmente). Voy hacia la esquina, con la cabeza gacha y el cuerpo erguido . Había perdido mis poderes instantáneamente. Es increíble la fragilidad de los mundos (reflexiono). Basta con un segundo, un alfiler milimétrico para pinchar toda gran burbuja de imaginación, obligándonos a transportarnos de inmediato a nuestras miserables dimensiones de supuesta realidad, un baldazo de agua fría. Donde no existe vampiro ni monstruo alguno que nos pueda salvar de la rutina. Quizas sean aquellos a los que llamamos "locos" o todo aquel que se atreve a traspasar con valentía los límites de lo que reconocemos como "natural" para así tornar su divague en realidad única y poder quedar en ese estado de trance de forma permanente. A veces desearía que eso me pasara a mí...