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  • Maruki Nowacki

Sobre la estupidez en el arte


Difícil es llegar al núcleo de una contradicción. En eso se caracteriza lo simple. Lo simple conforma un sentido acabado de las cosas. Estúpido es quien no llega a encontrar en ese sentido dado de lo simple una respuesta suficiente.

Las respuestas suficientes son los objetos acabados que operan como materiales y funciones. Su superficie es su superficie. Su peso es acorde con su técnica, con su validación como cosa del mundo. No hay posibilidad de repensar lo que la cosa es. Su contenido simbólico es rígido.

La cosa en el arte, como objeto, es mutable, es una sustancia que distorsiona, acentúa un valor sobre algo obvio, vuelve evidente la capa más fina del sentido. Si el sentido está en la superficie, la cosa como objeto se vuelve escenográfica y su valor simbólico pasa a ser el que cada uno le dé. En ese desmembramiento de sentido hay un sin sentido que aflora. La cosa pasa de simple a estúpida, a lo inentendible. En el arte la cosa es maleable, de carácter dinámico y traslúcido.

El arte existe como potencia, como una acción inevitable. En el arte, las posibilidades se piensan por fuera de los condicionamientos de una problemática real; esto lo vuelve estúpido en carácter de inoperante. Hay algo del orden de lo insuficiente. Hay algo del orden de la locura. Hay algo del orden del inconformismo. Hay algo del orden de la insistencia, en el arte. Insistencia sobre lo que se sabe omitido y sin forma concluyente.

Esta teatralización de por sí estúpida del arte corre peligro de aquietarse al volverse solemne, al volverse sentencia, al cerrar el sentido nuevamente por vía de fórmulas, identidad, posicionamiento, narcisismo -cuando el artista se ve tan reflejado en su propio objeto que se vuelve él mismo una extensión de su arte-, categorización o especulación de él mismo o del mercado. Estas son las estupideces más peligrosas, porque atentan contra la razón de ser de la actividad del arte como tal. La insistencia debe ahondar sobre las cosas para seguir quebrándolas.

Difícil es llegar al núcleo de esta contradicción: hay una obsesión en que las cosas son algo en cuanto a su función en el mundo, cuando las cosas son algo en función a un rol, y ese rol se puede omitir.

¿Es estúpido, de parte del arte, evidenciar esa ficción de estructuras?

¿O es estúpido, de parte del mundo, operar desde una vinculación exacta e inmediata ante todo?

El arte es bello al ausentar lo obvio de lo obvio y volverlo difuso: bello y estúpido.

Hay veces que un remanente de sinsentido logra inquietar lo real del mundo. Una vez fuera del cobijo del arte, pierde su caracter de estupidez, por desvincularse de su inoperancia. Es entonces que la inquietud salva a lo estúpido de su existencia como tal.

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