Oh, Supervielle!
¿Crecer te cambia solo el cuerpo o también el alma? BMO, Hora de Aventura. Temporada 7 - Episodio 14 “Mientras más Moe, más sabes”
¿Cuántas cosas se hicieron por miedo a la muerte? A veces pienso que si se siguiera el hilo dorado que une todo -todo, todo-, saldría de un agujero negro y viscoso donde un dedo mortífero se flexiona y se estira invitándonos a entrar. Menos mal que contamos con la guadaña que nos tocará alguna vez para dejarnos descansar, menos mal que algo nos respira el cuello advirtiéndonos que esto es todo amigas; “morir o matar” como dice MicAzul en sus poemas/gritos de guerra y yo pienso que se refiere a dejarse morir o matar la vida, agotar la experiencia, a dormir o soñar.
En El Hombre de la Pampa, Jules Supervielle se pregunta: “¿Por qué tener miedo a la muerte? Solo hay que dejarse ir, dejarse ir. Ella se encarga de todo.” Al mismo tiempo que deambula perdido y gigante por las calles de una ciudad que no es la suya, pero que alguna vez la fue, su binacionalidad francesa-uruguaya lo hace coincidir con Isidore Lucien Ducasse y Jules Laforgue. Los tres escritores, los tres novios de la muerte. Los dos que no son Supervielle, es decir el conde y Laforgue, se notan más afectados para mal, por todo lo que es la vida, su literatura es preciosa pero triste y densa, oscura y quejosa. En cambio Jules Supervielle es como un dibujito animado. Es todo lo terrible de la vida y la muerte pero con la sensibilidad de un niño. De hecho, en El Hombre de la Pampa, antes de que empiece la aventura, nos advierte que escribió el libro para poder ir desde el niño que fue al adulto en el que se convirtió y viceversa; como una especie de conjuro, este librito le permitió conservar su alma intacta.
Hay que leer El Hombre de la Pampa porque hace bien. Es cortita, difícil de conseguir porque es de una época de Interzona que no es la de ahora, pero es conseguible, es cuestión de buscarlo y buscar un libro es muy divertido en Buenos Aires. En el libro pasa de todo, como en los mejores libros de Aira las aventuras son de una imaginería lisérgica cargada de humor, como Hora de Aventura, un dibujito para niños niños y para adultos niños, lo mejor de la tele. En el libro el personaje es un hombre que vive en la pampa, que nació en París pero vive en Las Delicias hace demasiado tiempo. No quiero resumir el libro, hay que vivir la experiencia, pero si puedo contar algunas de las cosas que encontrarán ahí adentro: un volcán parlanchín, paisajes animados, sirenas que cuentan sus secretos de belleza, mujeres hermosas que no existen, recorridos por llanuras, océanos y subterráneos, alegría de vivir y de morir, desarraigos para arraigarse en otra cosa, el problema de no saber de dónde sos, entre otras cosas.
Cuando lo leí sentí que me metía adentro de un cuadro, podía sentir los trazos de palabras. Los dibujos se animaban en mi cabeza como si estuviera viendo una película, como si fuera una niña. La fantasía duró pocas páginas pero la volví a leer para sorprenderme de nuevo. Qué tesoro, pensé. Tan chiquito y tan infinito. Tan viejo pero tan sin tiempo. Entonces me pregunté si la buena vanguardia, o la vanguardia que se mantiene vanguardia a través del tiempo, es aquella que se rebela contra la profunda tradición, que es la muerte porque no hay nada más tradicional e inevitable. ¿Y cómo se rebela contra la muerte? Aceptándola con alegría y pena, misterio y risa. Se inmola la novela para vivir para siempre o por lo menos para vivir la muerte.
Pienso en el desarraigo como algo importante para escribir, sea impuesto como en este caso, ya que Jules Supervielle era de padres franceses, nacido en Montevideo, vuelto a Francia de chico, ahí se quedó huérfano (importante para el desarraigo) y después volvió a Uruguay para vivir con unos tíos (los que fundaron el banco Supervielle en Montevideo), o también puede ser a propósito como algo a trabajar, “desconocerse a una misma”, olvidarse de todo, no deberse a nadie ni a nada más que a la literatura. Por lo menos al momento de escribir, como un voto de fe, caminar desnuda y ciega por el campo confiando que el pasto es suave y las vacas amables, que el día es largo y el atardecer vale la pena. “La vida es un misterio” dice Madonna y yo le creo, si total nos vamos a morir igual.