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  • Imanol Subiela Salvo

El día que fui un personaje Triple XXX


Una vez un amigo me dijo que los fondos públicos están para malgastarse –siempre y cuando sea uno mismo el que tiene la posibilidad de malgastarlos. Claro, mi amigo da por sentado que ese “malgasto” siempre es sinónimo de calidad si es uno el que lo genera, y al mismo tiempo es un sinónimo de parásito de algo que se nutre de otra cosa para su propio beneficio. Por eso mismo La Triple XXX, la membrana integrada por Martina Juncadella, Marina Daiez, Guido Poloni y Lulú Lobos es un parásito dentro del Centro Cultural Recoleta: usan los fondos de la institución para convertir la sala en donde tienen su sede en un espacio en movimiento que incluso puede atentar contra la calma típica del centro cultural. En esa sala se puede fumar, tomar una birrita.

Gracias a ese parásito que habita el Recoleta dejo de ser quien soy para ser Isabel Martínez, una artista de 20 años nacida en Quintana y Montevideo. La Triple XXX va a financiar una partida de Arte comercial, el juego de rol analógico de Gael Policano Rossi. Todas las actividades organizadas por la Triple XXX son financiadas con los fondos del centro, se denominan Sucesos y en ese financiamiento se contempla un honorario para quien dirija el Suceso y los gastos de producción del mismo. Un parásito posta, posta.

Si quiero participar de este Suceso, de este juego de rol analógico, tengo que convencerme que soy rubia, que tengo el nombre de una ex presidenta, que mi obra es hacer jarrones y que vivo en la “pos alter modernidad”: una época en la que el mercado del arte está fuertemente constituido y en donde la realidad no existe en la ciudades, ni en los titulares de la prensa sino en los memes de internet. Gael, que ahora es Dios, dice que en esa época el termómetro del arte es la web, la realidad de realidades. La misión de todo artista en la “pos alter modernidad” es lograr sortear todos los obstáculos que Dios pone en su camino para poder ser un artista famoso capaz de tener una muestra individual en el MoMA.

No tardo mucho en convencerme de que soy Isabel Martínez, que mis jarrones son un éxito en el mercado del arte y que en la “pos alter modernidad” el teje es la que va. Por eso aprovecho al máximo esa charla con Orly Benzacar que Dios puso en mi camino –según él ella tenía una tía que se llamaba Isabel Martínez- y en unos minutos me catapulto al éxito: pronto voy a tener una muestra en Alemania. Unos desafíos más y voy a ser la artista más joven en llegar al MoMA, pero el tiempo de juego se acabó y Gael deja de ser Dios y yo dejo de ser Isabel Martínez para estar sentado al lado de unas cajas de queso y dulce, el postre insignia de La Triple XXX.

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