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Historias de princesas

Imanol Subiela Salvo

Hace algunos años apareció el juego de mesa Chicas x chicas. En poco tiempo se volvió muy popular, era una especie de “verdad-consecuencia” que servía para que las niñas que lo jugaran se sientan más pillas. La campaña publicitaria para el juego decía que Chicas x chicas tenía preguntas “indiscretas” para hacerse entre amigas. El juego era para nenas de siete años en adelante.

Así el Chicas x chicas se volvió un clásico y era un infaltable en los pijamas partys. Si era necesario mentir para esquivar la consecuencia –la peor era comer un pedazo de limón- las chicas mentían, inventaban una historia, una verdad. Las pinturas de Guzman Paz (Guchi a partir de ahora) son como esas historias indiscretas de niñas de siete años, una indiscreción que, en definitiva, está tamizada por la existencia de duendecitos y hadas que viven en habitaciones de color rosa. Historias que aunque estén llenas de color y fantasía también tienen drama, desamor y chongos.

Pero Guchi no necesita de duendecitos y hadas para poder contar una historia en sus pinturas. A él le alcanza con pintar unos tacos, unos culitos y unos chicos-chicas montadísimos. Y así cubre el drama que hay en esas historias que cuenta, porque a pesar de los colores y de los brillos son historias dramáticas: un desamor o una crisis familiar, por ejemplo. Son pinturas “narrativas”. Son pinturas decoradas: él fue decorador de interiores. No hay ingenuidad (entendida como ganas de hacerse el boludo) en esa muestra, aunque todo parezca un gran chiste gay las pinturas son una conciencia alterada de la realidad, de su realidad.

Realidad alterada porque son imágenes oníricas, pero realidad al fin. Esos paisajes son la vía para poder entender por qué Guchi piensa “en el chongo que talló aquel taco con lo que quedaba de paisaje en su estudio”, como contó en el texto de la muestra que compartió en Facebook. O simplemente para entender una parte de su biografía.

Mientras en UV se mostraban estas pinturas de chicos que se ponen ropa ultraexótica, en el obelisco un grupo de mujeres se sacaba la ropa para mostrar las tetas. Pero los ecos del tetazo no llegaron a la inauguración, de todos modos, eso no tiene nada que ver con todo lo anterior. Unas cuantas pinturas más de Guchi y ya se puede hacer una novela.

 
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