De Loof, Al Mundy: placer y justicia social
Con mis amigas de la militancia discutíamos ayer sobre la ausencia de artistas travestis en los espacios de arte en Buenos Aires: un espanto de subrepresentación normalizadora, ni hablemos de la muestra La paradoja en el centro en el MAMBA que tiene como veintisiete hombres y tres mujeres como hace poco me decía otra amiga. La muestra Maestros de la pintura de Sergio de Loof y la muestra de Fabián al Mundy rompen la tendencía y así forman tendencia. Se preguntarán si son travestis, ellas. No. Pero también sufren el espanto de subrepresentación normalizada y la viva pelea por la conquista del espacio, como en tiempos de Géricault. Se acogen a una idea del arte como valentía, como descaro y también como desamparo. ¡Qué fácil ser hombre y tener todo garantizado! Y qué idiota, dicen.
En la muestra, que curó la hermana Victoria Colmegna en un local del edificio Kavannagh (ese mástil impiadoso), frente al Santísimo Sacramento (esa inmundicia) y a media cuadra del huevo boludo del Gobierno de la Ciudad se podía sentir la apropiación travesti del concepto de arte como algo normalizado en los fascículos de los maestros de la pintura que firmó De Loof con su marcador bien grande y completó con unas pinturas con palabras guachas: Manaus, Indias, etc. Nada que ver con la nostalgia por la pintura, más tenía que ver con ser una misma. Al Mundy presentó dos series de fotografías pintadas diminutas con una luz prestada y aspiraciones intactas a lo largo de los años. Sé vos, decían. Reíte de la gerontocracia y de la normalidad académica y sexista. Reíte también de los ricos y sus regateos sucios, y en definitiva de la injusticia. Como hacía Courbet (que no dejaba de ser un chimpancé importante, igual) con aquel coleccionista. O como decía Perlonguer, algunas de cuyas frases estaban ploteadas en la barra: No queremos que nos analicen, queremos que nos deseen.
¡Y por favor, no lo pronuncien "de luf" que es horrible! ¡De Loof! ¡De Looooof!