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  • Luciana Liespek

Recoleto y Solari


Mientras el conventillo boquense de Caminito se viste de un monocromo Azul Klein, los recoletos no se vienen a menos y se prestan a un trance astro-sinestésico de la mano del siempre enigmático e inagotable Xul Solar (Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari, 1887-1963).

Es que al cumplirse ciento treinta años de su nacimiento, el Museo Nacional de Bellas Artes abre su temporada 2017 con Xul. Panactivista, la muestra curada por Cecilia Rabossi, nos presenta al artista, protagonista ineludible en el marco de las vanguardias locales, en sus múltiples facetas: pintor, músico, astrólogo, inventor, visionario, místico y “escribidor”.

La muestra, que reúne más de 180 acuarelas, témperas, pinturas, dibujos, objetos, manuscritos y documentos personales, provenientes de la colección del MNBA, de la Fundación Pan Klub-Museo Xul Solar, y de colecciones particulares, está vertebrada a partir de seis núcleos temáticos: “Arte y literatura: Xul y sus amigos”, “Músico visual”, “El mundo de las lenguas”, “Espacios habitables”, “Lo místico, lo esotérico y lo oculto” y “Grafías plastiútiles. Una escritura plástica”.

El puntapié del recorrido se retrotrae al momento en que Xul se encuentra en Europa, donde conecta con un clima de ebullición vanguardista. Se hace foco en su inserción en el medio artístico y se evidencia el intercambio colaborativo surgido a raíz de su vínculo fraternal con Emilio Pettoruti, Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal. Allí se expone, entre otros documentos personales, una carta que Xul envía a sus padres contándoles acerca de su encuentro con el Almanaque de Der Blaue Reiter, nombre que recibieron los artistas del neo expresionismo alemán, y sobre su impresión acerca del Viejo Continente.

El regreso de Xul y Pettoruti a la Argentina, en 1924, luego de permanecer doce años en Europa, es clave para comprender este primer núcleo. Si bien ambos expresan su deseo de traer la novedad vanguardista para que el país se actualizase en materia artística, la decisión habría estado motivada por una percepción negativa del continente europeo de posguerra, por un desencanto, y, en el caso particular de Xul, se sumaba una importante voluntad americanista, un proyecto transformador y renovador del cual se sentía hacedor y protagonista, y que sería determinante en su obra. Es decir que, la experiencia europea en Xul, actúa más como el despertar de una nueva conciencia, antes que como un deslumbramiento. Como ha señalado Patricia Artundo, la voz más autorizada en cuanto a la obra solariana, se trataba de “…un proyecto de autodefinición formulado desde Europa, sí, pero donde por primera vez la vanguardia latinoamericana incorpora al Brasil. Es en este contexto que la nueva lengua, el neocriollo debe ser considerada. A una nueva raza (…) corresponde hablar una nueva lengua. Y lo que no es menos importante, si lo que Xul estaba buscando era procurar una identidad americana, un proyecto de unificación…”

En este sentido, no es menor el vínculo que Xul Solar establece con el ocultista inglés Aleister Crowley durante su estadía en París, tema también explorado en esta muestra. Es Crowley quien le transmitirá el método para lograr sus visiones experimentales a partir de los hexagramas del I Ching, más tarde plasmadas, unas 64, en el texto de San Signos que, como señala Artundo es “…un registro de su recorrido y exploración de los planos superiores a partir del empleo de una técnica ocultista que se denomina clairvoyange…”. Será también Crowley el encargado de expresarle a Xul que su objetivo más fuerte, su verdadera voluntad, era unificar América Latina sobre bases espirituales.

Como buen conocedor de idiomas, inquieto y por demás ingenioso también para emprenderse en el estudio del lenguaje, se interesó en crear dos lenguas con la finalidad de mejorar la comunicación entre los hombres. La primera, el Neocriollo, lengua de alcance continental, era una combinación del castellano y del portugués, con elementos del inglés y del alemán. La segunda, la Panlengua, de alcance mundial, es descripta en sus palabras como una “…lengua monosilábica, sin gramática, que se escribe tal como se pronuncia, de raíces básicas, unívocas e invariables, combinables a voluntad, de fonética fácil, musical y en la que todos los sonidos pronunciables están registrados…”

A lo largo del recorrido por los distintos nodos, nos encontramos frente a varios hallazgos, curiosidades e inventos imperdibles del artista. Uno de los ejemplos es el montaje de algunas piezas que formarían parte de un teatro de títeres para adultos que Xul desarrolló en 1953, con la finalidad de llevar a escena obras de sentido religioso, místico o poético del teatro universal. Otra de las curiosidades es una carpeta que funciona cual enciclopedia de imágenes y recortes que el artista trae de Europa, y que serán de inspiración para sus proyectos de espacios habitables, luego plasmados en cantidad de dibujos, acuarelas y gouaches.

Una de las creaciones más maravillosas es su teclado de colores, diseñado con la aspiración de simplificar el estudio de la música, empleando para ello la gama Hexatónica. A las teclas de madera las dota de relieve para reconocerlas al tacto, de modo que cada nota coincida con un color. Este teclado experimental fue realizado sobre tres instrumentos: un armonio, un piano y un dulcitone, el cual se encuentra expuesto en esta muestra. El núcleo “Músico visual” fue pensado a partir de la tesis doctoral de Cintia Cristiá, quien lo ha definido con ese mote a partir de la reunión y conjugación que Xul hace de lo visual y lo auditivo desde el lenguaje plástico. En este núcleo pueden apreciarse obras como Impromptu de Chopin, además de algunas partituras modificadas por el artista. Según ha explicado Rabossi, hacia 1927, Xul trabaja en la transformación de las notas musicales, desarrolla además una variación del pentagrama y elabora un nuevo sistema de notación musical conocido como la Trigramática o Enarmónica.

Si bien se trata de una exhibición sorprendente, plagada de valiosos recovecos a ser explorados, una lectura tal vez demasiado abarcativa, tiende a simplificar una producción de por sí compleja y por momentos críptica, por lo que nuestro artista, no acaba de revelarse como un todo sino como algo fragmentario. Quizá nos arriesgamos a perder de vista su unicidad, su especificidad. La propuesta funciona más como un pantallazo, propio del afán interactivo, pero que puede también pasar por una pantalla que se interpone entre nosotros y el artista.

Será al final del recorrido el momento de definir si este abordaje multidisciplinar, nos ha hecho permanecer en ese estado inicial de perplejidad y asombro, propio de un primer contacto con la obra, que tiene mucho de fascinación. O, si nos ha invitado a corrernos del lugar de desconocimiento para animarnos a seguir indagando activamente, trabajando para descifrar y penetrar en una comprensión más profunda de uno de los artistas más inclasificables de nuestra historia, y que aun se oculta tras el velo que es el mismo hechizo que mana de su obra.

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