Cachetadas pares

Si uno comienza una búsqueda de Google con las palabras “feminismo otaku” lo primero que aparece es un post en un blog especializado titulado “Feminismo y anime: El rol de las chicas en el anime”, escrito por Sakura_Moonprincess. El texto repasa la historia de las mujeres en el mundo de los mangas y enumera sus figuras principales. Lo que sigue en la búsqueda es una cuenta de Twitter, @FeministmoOtaku, que publica reflexiones feministas que surgen a partir de las historias de los comics. La muestra Lo real en la fantasía, de Fátima Pecci Carou en el Centro Cultural San Martín, podría ser un capítulo más dentro de esa historiografía del feminismo otaku: chicas sacadas del animé posan en livings decorados con obras de artes. Chicas en cuatro, recostadas, conspirando con sus amigas. Todas peleando contra ese espacio que se les fue asignado: el interior de una casa.

Las pinturas de Pecci Carou no representan sólo una resistencia feminista, también reivindican a la pintura como oficio y medio de expresión. Es una muestra doblemente militante. Paradójicamente, unas escaleras más arriba, Guido Ignatti muestra una serie de proyecciones de pinturas abstractas. El título de su muestra es La pintura no importa.

Ignatti colocó en una sala completamente oscura distintos proyectores que resultan más llamativos que las imágenes que muestran (literalmente la pintura no importa). Dos proyectos bien diferentes conviven en un mismo espacio. La pluralidad de la revolución de la alegría. Lo que convierte en antagónicos a estos proyectos es que uno surge de discusiones de agenda, de problemas sociales y de género actuales, mientras que otro tienen un origen más difuso (por no decir individual) y no pretende dar lugar a alguna tensión coyuntural sino sólo sumar un capítulo en la historia del artista profesional: Pecci Carou tiene un usuario en cargocollective donde se pueden ver todas sus pinturas, mientras que Ignati tiene un .com.ar propio cuyas primeras publicaciones están en inglés.

Así el Centro Cultural San Martín se llena de imágenes, unas pensadas en la calle y otras pensadas en el sauna.