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  • María Ibáñez Lago

Elefantes y submarinos


En el puerto de Bordeaux, durante la ocupación de Francia en la segunda guerra, los alemanes construyeron una base submarina monumental. Punto estratégico sobre el Atlántico, estaba destinada principalmente a alojar a los submarinos italianos enviados por Mussolini. La construcción del búnker de 245m de largo por 162m de ancho tardó casi dos años empleando como mano de obra, entre otros, a los prisioneros de la guerra civil española. Indestructible, sobrevivió a más de trece bombardeos de los aliados.

En la actualidad la base esta abierta al público. Está cubierta de cinco metros y medio de hormigón que pesan sobre las cabezas de los visitantes. El agua que llena las once naves de 100m de largo duplica en su reflejo los 10m de altura creando la ilusión de un espacio vacío en el que todo vestigio flotante parece suspendido en el aire. Al final de la guerra, los franceses se preguntaron qué uso dar a tal vestigio. En los años noventa recibe un museo de la navegación de recreo, (navigation de plaisance). Pero nada más alejado de lo placentero que lo que provoca la visita de ese edificio que hiela la sangre y exuda hasta día de hoy lo siniestro de su función. Ese proyecto funcionó unos años antes de hacer agua.

Se fue comprendiendo de a poco la imposibilidad de hacer tabla rasa de lo que el espacio vehicula, y luego de un período en el que alojó conciertos de heavy metal se dedicó parte del edificio a recibir proyectos de arte contemporáneo. El arte es muchas veces el encargado de lavar culpas… En este verano europeo de 2017, se instalan en el espacio tres obras del artista francés Daniel Firman. Dos de ellas implican animales. "Black whole for whales" es un paisaje sonoro que habita el espacio de las primeras naves del edificio con una composición a partir de cantos de ballenas y notas de instrumentos de cuerdas. La presencia de la ballena suena natural: un submarino y una ballena se parecen, son largos, oblongos, oscuros, subacuáticos y salen a la superficie de vez en cuando. La ballena además canta. La otra obra, "Suspended chord", implica un gran animal terrestre: un elefante. Daniel Firman trabajó con un conocido taxidermista belga, Jean-Pierre Gérard, que vistió con la piel de una elefanta ya fallecida una escultura de poliestireno, (es el tercer elefante que realizan juntos). En un espacio oscuro, que funde a negro, la bestia embalsamada está suspendida por su trompa y gira lentamente como en una figura de acrobacia. Pero la desmesura de los dos mamíferos más grandes del mundo acuático y terrestre, no logran imponerse a la impronta del edificio, y la utilización de la piel de la elefanta suena a sacrificial. Para terminar la visita es necesario atravesar el resto del edificio, tomando algunas precauciones. En su condición de turista un grupo humano se pliega a cualquier villanía, y obedientemente los visitantes cubren su cabeza con una cofia y un casco contra los desprendimientos del techo, en deambulación hacia una de las salidas laterales atravesando restos de discotecas dark y abandonadas escenografías teatrales. La tercera obra de Daniel Firman esta emplazada en una de las fachadas y es una frase en neón de 60 m de largo, "Something Strange Happened Here" (algo extraño sucedió aquí). La frase “algo extraño” me suena a eufemismo y trato de entender. ¿Cómo llamar así lo que debería ser una evidencia máxima, sin que venga a mi memoria el “yo no sabía lo que estaba pasando”? El origen de ese búnker es quizás algo extraño para nuestros contemporáneos, sin conocimiento de la historia del lugar, y la frase podría tener la función de despertar la curiosidad. O es el concepto mismo de la guerra y de la ocupación que en el día de hoy podría resultar extraño? Y sin embargo…no debería ser así.

También pienso en un testimonio de Marc Bloch, historiador y combatiente de las dos guerras, que escribe en 1940 “L’étrange défaite” (La extraña derrota), analizando las causas de la derrota de los franceses frente a los alemanes y responsabilizando de la ocupación alemana a la clase dirigente. Después de todo, es la causa que permitió la construcción de semejante edificio. Pienso más bien en la inquietante extrañeza que provoca el testimonio de la barbarie de la guerra. ¿Cómo un edificio ya familiar, bajo la mirada cotidiana de los habitantes, puede haber estado habitado por el horror? Es como si un enorme elefante o una ballena blanca pasaran delante de nuestros ojos sin que los reconociéramos.

No se le puede pedir al arte de borrar lo que las bombas no pudieron destruir en su momento. Al día de hoy, las cargas de explosivos necesarias pondrían en peligro las construcciones vecinas. ¿El arte puede ser más poderoso? ¿No es pedirle demasiado? Por suerte la voluntad no es de borrar ese pasado. Esto obliga a que ninguna muestra pueda existir en la base submarina sin tener en cuenta la particularidad de ese espacio, y que las obras que allí se presentan sean leídas en dupla con la significación histórica del lugar. Aunque elefantes y ballenas parezcan pequeños comparados a los artefactos de guerra.

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