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Roberto Jacoby

Guardia Vieja


EN EL COMITÉ

Estamos acá y también no: la piedra no es piedra, no era y no será como el verano en el Comité de Guardia Vieja. Qué calor hacía o mejor dicho: qué calor nos goteaba a los dos de la nuca hasta abajo en el huesito. En semanas nadie se asomó porque en verano hasta la Revolución se toma días. Pero no nosotros dos. Nosotros dos seguíamos firmes haciéndole la venia a Lenin. Una catarata en tu overall azul humedad y las remeras en las sillas de plástico, blancas. Dejamos de leer por un momento los Cuadernos de Octubre y me dijiste: ¿qué pasa si nos torturan? A vos seguro que te violan con lo lindo que sos. ¿Te parece?, me dijiste y te quedaste pensando: no debe ser tan terrible, tendríamos que hacer la experiencia. Y ahí en el localcito nos violamos como si fuéramos los torturadores más salvajes. Después nos fuimos a Corrientes a comer un helado de naranja entre los dos.

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LAS ELEFANTAS

Las elefantas enloquecidas atacan las aldeas y arrancan los sarong teñidos de colores brillantes de las cuerdas donde se secan al sol cuando el viento del Este los arremolina como una tela de Sonia Delaunay. Se impacientan con los géneros que flamean como los toros bravos esas gigantas azules, ya sé, no son azules pero me gusta así. Los veloces guardias forestales les disparan dardos de sueño pero están tan furiosas que pisan a sus crías y aplastan las chozas y derriban las cercas. Hasta agarraron a un uniformado y lo arrojaron al aire retorcido cayendo al polvo como un muñeco ensangrentado; ellas que eran tan mansas y se desplazaban lentas por las llanuras en fila (india) triscando las hojitas más nuevas de las ramas bajas ahora galopan (¿galopan las elefantas? ¡solamente acá galopan!) para que todo tiemble, para que todo retumbe, para que todo estremezca, para que todos sepan que las elefantas están enojadas.

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LAS FLORES LILA Frente a mi casa en Adrogué florece un jacarandá sólo un mes al año, con ese color que no es ni triste ni alegre sino que hace vibrar el aire como una pintura puntillista que dice que hay vida y que puede ser hermosa. En la Plaza San Martín hay más jacarandáes y con las flores que se acumulan en el suelo cada generación le enseña a la otra como sale la leche del pito de los nenes apretando en la punta redonda y agujereada: claro, es sólo una gotita y el pito no es flor… tampoco se sabe del sexo pero nunca olvidaremos que en la belleza siempre hay un misterio que nos toca o nos tocará si es que vivimos.

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