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Gonzalo León

Fuera todos


En el arranque del ensayo Sobre el arte contemporáneo, César Aira escribe: “Mi punto de vista es el del escritor que busca inspiración, estímulo, procedimientos y temas en la pintura”. Javier Barilaro & Catalina Pérez en la muestra Fuera de pantalla, que finalizó el 31 de enero en galería Cosmocosa, hacen precisamente lo contrario: buscan en los libros, en la tertulia literaria temas para la pintura, lo que inevitablemente los hace dialogar con un autor al que Barilaro conoce bien, porque ha sido responsable de varias de las tapas de sus libros publicados en Editorial Mansalva. Pero a decir verdad el diálogo no se remite sólo a Aira, sino a la literatura y al libro como objeto: hace un tiempo realizó una muestra en galería Otero, donde fabricó en madera réplicas de los libros a los cuales le había hecho el arte; el efecto era inquietante, porque libro y obra de arte eran objetos, ambos tenían un valor simbólico. Hoy esas réplicas también están en la muestra.

Aquí me quiero detener en el concepto de arte que Aira da cuenta en este ensayo y que, según él, surge en el siglo XVIII para diferenciarse de la artesanía, que “debe hacerse bien (de modo que pueda aceptarse, apreciarse y venderse)”. El arte, en cambio, “no es necesario hacerlo bien –y es una lamentable pérdida de tiempo en la que suelen incurrir los jóvenes”. El concepto de artesanía de Aira es, en cierto sentido, contrario al de arte, que crea valores nuevos y que en principio no son aceptados ni apreciados ni menos se vendidos inmediatamente. Barilaro exhibe más de una coincidencia con los conceptos de Aira cuando afirma que “el artista tiene que tener onda, no técnica”.

Podría decirse que la muestra de Barilaro & Pérez está compuesta, a primera vista, por pinturas figurativas que retratan el lado B de lo que se necesita para producir un libro, entre las que se podría enumerar ocio, charla, afinidad, contemplación, complicidad, discusión. Pero el lado B de lo que se necesita para producir un libro es obviamente un proceso artístico, entonces las pinturas de Barilaro & Pérez no tratan de otra cosa que sobre arte: en vez de las tertulias perfectamente podrían mostrar un modelo posando, un pintor observando con pincel en mano lo que cree haber terminado, pero también un músico en medio de un concierto o un director de cine rodando una película. Cuando hablo de proceso artístico no me refiero a industria, ni tampoco a artesanía, me refiero a arte, porque una fotografía –la muestra juega mucho con ese registro y con otros lenguajes– podría haber dado cuenta con mayor precisión de esas escenas que la pintura. Como bien observa Aira, “el arte no es necesario hacerlo bien”, que es la versión de Barilaro de tener onda, no técnica.

En este sentido el aspecto pop de Fuera de pantalla resulta evidente en cada uno de las pinturas. Pop no como cultura, sino como arte, ciñéndonos a la definición dada por Oscar Masotta hace cincuenta años en sus escritos sobre el tema, esto es, la apelación a los otros lenguajes. Y es que el arte de Barilaro & Pérez apela al cine, a la fotografía, a la literatura, al fotoperiodismo de vida social, a muchos lenguajes. Difícil sería entonces categorizar estos cuadros como meramente figurativos, ya que, como observa Masotta, el arte pop “no es ni un realismo de los objetos, ni un realismo de contenidos. La única ‘realidad’ aquí son los lenguajes, esto es, esos productos de la acción social, esos circuitos semánticos, esas reglas de restricciones y de prohibiciones, que laten en el corazón de la vida social”. En varias obras de la muestra la dupla usa el recurso del efecto de subtítulo de película en una clara apelación al cine y en una que luce la leyenda “Noches y Libros” apela directamente a la televisión, porque parece el comienzo de una emisión de un programa que lleva ese nombre.

Por último, ignoro si Barilaro & Pérez han leído Sobre el arte contemporáneo o El pop-art, de Masotta, tampoco importa (aunque Barilaro hizo la tapa de Revolución en el arte, la recopilación de ensayos sobre arte de Masotta). Porque las lecturas son búsquedas y porque las comparaciones son arbitrarias que sólo de vez en cuando dan en el blanco. Hay una anécdota que cuenta Aira sobre René Magritte cuando es invitado a exponer a París que me gustaría compartir. Con el poeta surrealista y amigo Louis Scutenaire “decidió no exponer obras que no se ajustaran a la imagen que había empezado a reconocerse como suya”, eligió otro estilo, primando “el prejuicio popular que el francés se hacía del belga, como bestia bruta”; en pocas semanas pintó diecisiete óleos y veintidós gouaches. Su intención era “burlarse de los críticos”. Cuando terminó la muestra (La periode vache), Magritte dejó los cuadros en el desván de una casa y sólo se volvieron a ver en 1992 para una muestra en el Museo Cantini de Marsella. Hoy el catálogo de esta muestra es una “joya insustituible” en la biblioteca de César Aira. Quizá al igual que la exposición de Magritte en 1948, Fuera de pantalla no contó con un catálogo, lo ignoro (y en tal sentido me declaro ignorante), pero al verla dos veces recordé esta anécdota y me gustó imaginar que en veinte años el catálogo, ahora sí, fuera “una joya insustituible” en mi biblioteca.

Javier Barilaro & Catalina Pérez, Fuera de pantalla, Galería Cosmocosa.

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