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Malén Denis

Yohaku no bi


Sobre la mesada de la cocina hay una revista de decoración. Mientras pienso qué es lo que voy a hacer el resto de mi día, la hojeo. Me gustan las revistas pero intento pensar con lógica y no con el corazón, es por eso que en principio las juzgo de inútiles. Pero me agradan, el irresistible modo de combinar distintas densidades de información, las fotos, que uno pueda entender algo sin estar verdaderamente prestando atención, me calman. De chica soñaba con ser arquitecta porque los arquitectos que conocía tenían casas lindas, como las de las revistas. Y yo lo que más quería era tener una casa con muchos ambientes, con escondites secretos, muy luminosa, llena de vidrio. Es por eso que empecé a arrancar el empapelado cuando mi mamá no me veía, quería dejar la pared blanca, lisa.

Uno de los ideales estéticos que guía el diseño de los jardines japoneses se llama Yohaku no bi, que significa "belleza del vacío", según el cual el vacío es la parte útil de las cosas; un vaso no es el cristal, sino el vacío de su interior.

Recipientes que hay en la casa a simple vista: floreros (dos), frascos de yogurt con tapa a presión (en cantidad), de mermelada con tapa a rosca (ídem), tuppers (varios tamaños), vasos, copas, botellas, ceniceros, estuche de guitarra.

A ver si puedo ser clara con este pensamiento: faltan cosas que no pueden notarse a simple vista. Algunos libros arrancados casi que al azar dejan huecos en la biblioteca del estudio, en el baño no hay ni un solo producto de higiene personal como si hubieran vaciado para una mudanza. La cosas que faltan, faltan de distintas maneras, hay cierta inconsistencia en las ausencias. Lo que más me perturba es lo del espejo antiguo del hall, ese estuvo siempre, de cuando vivían tus abuelos. Dejó una marca sobre el empapelado rosa viejo que nunca quisiste cambiar, sin ese espejo esta no es la casa que yo conocía tan bien. Le falta algo verdaderamente vital.

Los gatitos son dos y tienen días: quince, para ser precisa. Todavía no hay que darles de comer y lo mejor es no acercarse porque Materia está sobreprotectora. Les construyeron una cuna con toallas y otras cosas blandas para mantener el calor.

No soy buena para cuidar, tampoco mala, no me destaco. Es que hay gente que es particularmente talentosa en el cuidado y la responsabilidad, siempre me produjeron admiración. Como si tuvieran una especie de radar que mide riesgos de accidentes y probabilidades que todavía no sucedieron, un sexto sentido para la posibilidad. La mamá de mi compañera de la primaria Valeria, por ejemplo, ella siempre tenía el tupper con la medida justa, la curita encima, la muda de ropa extra, el buzo y las raciones perfectas, la noción de las alergias ajenas, un don para guiar grupos heterogéneos con la precisión inglesa y afectuosa de una Mary Poppins.

Una vez nos pidieron cáscara de huevo para hacer una obra orgánica en la clase de plástica, ella pinchó dos huevos con un alfiler y vació con paciencia el contenido. Valeria llegó con dos huevos perfectamente huecos y blancos que envidié al punto de tener que contener el llanto, apretando una bolsa transparente y resbalosa con migajas de cáscara naranja y blanca, no muy bien lavada, porque mamá decía que igual era para enchastrar seguro, que nos habían pedido basura y que no había manera de hacerlo mejor.

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