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  • Santiago Villanueva

La curaduría pasiva


Hace unos meses saliendo de una muestra de UV me creí ser su curador, pero no lo era, simplemente lo había imaginado por un momento como una ilusión o un deseo. Me pregunté entonces ¿Se puede curar una muestra ajena? Claro que sí, basta inventarse como, si hay un método puede ser posible. Me consideré el curador de esa muestra y no había hecho nada, ni siquiera un mínimo esfuerzo, pero nadie podía disputarme el lugar.

Como un Pierre Menard caminaba en dirección a la calle corrientes. Pensé en un texto, o cómo mejorar un poco el texto que ya existía, algunos mínimos movimientos, un color en la pared, pero en términos generales estaba todo ahí como lo había pensado o como podía pensarlo. Curar tiene que ver con el deseo de pensar en algo o en alguien, o de tenerlo cerca. Pero también de rodearlo muchas veces hasta que te deje mareado, ese objeto puede estar producido por alguien o no. Puede ser una roca o un espiral, pero es algo que provoca alrededor. En este caso era una obra, y curar tuvo que ver con una apropiación autoral; pero decidí curarla porque tenía cosas para decir, pero también porque coincidía en la mayoría. Cuando uno cura coincide. Esa coincidencia no quiere decir acuerdo, no quiere decir que todo esté bien entre las partes, pero si tiene que ver con compartir un mismo espacio por un tiempo determinado. Cuando visito UV muchas veces me pasa esto, siento una coincidencia y siento que estoy curando sin siquiera tener que ver con lo que sucede allí.

Curar puede tener que ver con ser pasivo, no ser productivo. Curar puede ser disponer o estar dispuesto, y si es una actitud no tiene que estar ligada a no tener tiempo. El museo puede ser un taller no una oficina, pero la oficina también se puede re-imaginar. El viaje entre la casa y la oficina es el más lúcido o el más iluminado, el viaje de regreso solo para escuchar música. Cuando salgo de UV y me siento curador es porque también salgo de una casa, y me siento más curador en una casa. Pero también puedo pensar en una sala de exposiciones como una casa por la disposición de los objetos, o por cómo la gente se mueve dentro.

Esa noche camine solo, directo a Flux, el clásico bar gay que queda en Marcelo T. de Alvear y 9 de Julio. Con Flux me pasa algo parecido, todos sus objetos en su lugar, sin tocar o mover algo forman una curaduría de mi autoría. El bar hace muestras temporales que cuelgan en todas sus paredes, siempre de temas similares, pero a veces incluyen paisajes y pinturas de tono surrealista. Mesas y sillones inundan el bar, y una pista espontánea surge de vez en cuando. Flux es un lugar ideal, una muestra a la que te dan ganas de volver, porque más allá de las obras hay una calidad doméstica que pocas muestras tienen. Concreción definitiva de la curaduría doméstica: Flux y UV. En ambos la curaduría nunca puede ser autoritaria, en ellos se visita, no se circula. También hay que decir que la curaduría tiene que ver con la empatía, cada uno puede encontrar la curaduría doméstica en el lugar que más le plazca.

Las cosas aparecen cuando el tiempo pasa… ver una muestra como un zombi nunca ayuda a la concentración. Estar a gusto en el espacio, es lo más importante. No caminar en círculos falsos, imaginar ser curador es poder estar parado con la seguridad de imaginar variaciones. Ojalá ser curador sea esparcir la curaduría doméstica en cada una de la salas blancas que aún existen, pero no recreando una situación de casa en cada espacio, pensando más allá de eso, con más inteligencia y creatividad.

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