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Bob Lagomarsino

CEPO cheto para vos


Se acerca el fin del mandato de Mauricio Macri y la situación económica es por lo menos problemática, una inflación mayor al %50, la pobreza cerca del %40 y un estricto control de cambios que no permite comprar más de u$d 200 al mes. Sin embargo, en medio de este contexto que tiene al país paralizado, los argentinos buscan formas innovadoras de activar la economía. Algunos, por ejemplo, optan por el trueque y otros incluso más arriesgados deciden salir a rematar sus bienes. Ese es el caso de los prestigiosos coleccionistas Abel Guaglianone y Joaquín Rodríguez que hace más de 20 años encontraron en el arte una supermercancia que podía funcionar como reserva de valor para conservar, o incluso incrementar, su poder adquisitivo. Deberíamos ser capaces de reconocerlo, salir a rematar esos hermosos objetos que gracias a Dios se encuentran completamente dolarizados y permanecen inmunes a todos nuestros males, es una forma astuta de hacer negocios.

Los dolares con los que adquirieron esas obras en el pasado fueron cambiados por los artistas en el mercado negro y, pobrecitos, ellos vieron como los pesos se les escurrían entre los dedos de sus manos para pagar el alquiler, comprar materiales escolares en las librerías o unas zapatillas nuevas mientras Joaquín y Abel adornaban el living de su casa y se sentaban en sillones mullidos a mirar como la Argentina se devaluaba y a esperar tranquilos el mejor momento para salir a rematar las obras.

Pasaron los años y las zapatillas que los artistas se compraron alguna vez hoy ya se encuentran gastadas. Las redes sociales difunden y celebran el remate de las obras de Joaquín y Abel pero como no podía ser de otra manera en Facebook, los reclamos llenos de indignación no tardan en llegar. Es el fantasma de los artistas que vuelve del pasado para acechar a los coleccionistas y continuar con su demanda de dinero.

Pero no solo es plata lo que está en juego, las disputas que genera el capital son algo más que eso. Vender sus obras como si fueran prendas de segunda mano es algo que un artista no está dispuesto a soportar. Los fantasmas odian el olvido, son almas atrapadas en un viaje de ego que intentan sacralizar todo lo que sus manos tocan, pero la verdad es que ya no pueden tocar. Quizás deberíamos preguntarnos si esos dibujos que parecen hechos por un niño o esas pinturas todas marrones deberían ser preservadas eternamente como si fueran inmortales. Esos bodoques llenos de dedos marcados...¿son esculturas? la verdad no importa tanto que sean, la pregunta es por qué deberíamos estar condenados a vivir con ellos por siempre.

Joaquín y Abel dicen que su colección es como una relación de amor, y solo en las historias más reaccionarias el amor es algo que dura para siempre. Si las personas ya no están obligadas a convivir entre ellas para siempre por qué deberíamos obligarlas a hacerlo con objetos que ya no quieren. Ellos están en todo su derecho de decir: "Nosotros (la sociedad civilizada) no tenemos por que hacernos cargo de los delirios de un artista y los chirimbolos que produce"

Un coleccionista podría decir con criterio que los artistas y galeristas se oponen al remate porque no se bancan que el mercado fije el valor de las mercancías que venden y producen. Tienen precios inflados que no se sostienen en un mercado transparente. Necesitan de competencia imperfecta, son los síndicos de los pañeros de Rembrandt que se juntaban entre 4 para ponerle el precio a las telas. El remate no hace más que expresar nuestro triunfo económico y espiritual a la vez que manifiesta la banca rota de otros comerciantes frustrados que no pudieron tomar el destino de sus obras en sus propias manos.

Es que los artistas hacen obras de la misma manera que el Banco Central imprime sus billetes y eso que parece mágico en algún momento trae consecuencias. Los artistas se piensan que tienen Leliqs pero en sus manos no son más que papeles arrugados, no en vano esos instrumentos solo están disponibles para los bancos. Por qué deberían darle intereses por esos objetos viejos, se acabó, sus obras fueron reperfiladas, es hora de que vayan a poner en marcha la economía.

Un artista con criterio podría decir: "al final, Joaquín y Abel que eran los grandes enamorados del arte y del ecosistema terminan siendo como cualquier productor que se guarda la silobolsa para venderla cuando le convenga".

Pero, para salir de esta crisis, no importa quien tiene la razón. Deberíamos cooperar más allá de los dogmas, por que la teoría económica ortodoxa que dice: "el mercado se rige por patrones de conducta racionales que determinan las relaciones que establecen los agentes con libertad", parece ser algo difícil de sostener. Quizás, si hay algo que podemos aprender del arte es que no todo es taaaan racional como dice la teoría.

La salida también puede ser a lo Joaquín y Abel.

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