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  • Inés Beninca

Piel vainilla


Las amigas nos cruzamos y nos reconocemos.

De repente, todo se vuelve pintura sólo con la bic negra. Son espacios quemados, pienso, volando entre paisajes de apagados. Clari siempre raya lo que quiere. Distraída, convierte la luz tenue de negros y grises en el telón de fondo. El amarillo no intercede, el café ayuda a escribir, las amigas a pensar. El sueño acompaña al deseo y Mariette nos invita a mirarnos.


El pupo es insignificante, dicen, pero esconde un montón de lo que tocamos, lo que nos roza. Veo el body de red oscuro de los chinos que nunca me hubiese comprado, pero al que le miré el precio. Ese ombligo es infinito.


Una de las chicas tararea la canción que dice: "Todas las mañanas son iguales, lindas, novedosas, especiales". Alguien golpea lo que hay alrededor. El cigarrillo no molesta, incluso huele rico; posiblemente es de vainilla. Enojarse está bien. Dando vueltas de sentada, con la cabeza en otro lado, con la cabeza donde siempre.


Después de terminada la fiesta, transitamos senderos oscuros entre casas de techos altos. En ese momento, olvidé las zapatillas de la felicidad a las que les daba tanta importancia y las botas como las de Gilda que nunca pude tener. Clari me aseguraba que lo que viene será incierto y disfrutable. No lo entiendo, pero confío.


Lámparas gigantes me cegan. Me doy cuenta: estoy en zapatillas y en bombacha. Qué sensación rara esta de vestir los pies con la piel a flor de las sábanas.


Te quiero, dije; mientras el reflejo llena un vidrio. Sentí que estaba desacomodada, cuando dedos de largas cerdas me peinaron. Yo también.

"Sucia y desprolija" exhibición de Clara Esborraz con curaduría de Guada Creche en Piedras.

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