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  • Marina Daiez

Para quién estaba trabajando antes del Covid?


La persona que vemos en la balsa es Caronte, el señor que pasa las almas al infierno. Para que te cruce, le tenías que pagar una moneda que te ponían debajo de la lengua cuando te enterraban. Si no tenías, porque estabas en una fosa común u otras alternativas, tenías que vagar 100 años y después él se copaba y te llevaba. Igual había bocha de gente agolpada y el que tenía más monedas, viajaba antes. No entiendo el apuro, pero seguro es porque no estoy ahí.


El viernes que se rumoreaba lo de la cuarentena, fui al taller y agarré materiales de forma desesperada. Por suerte no me olvidé del rollo de tela preparada que me había comprado, que estaba casi nuevo. Llevé todo a mi monoambiente. Cuando decretaron que a las 00 hs habría toque de queda cambié abruptamente mis planes, corté el rollo en pedacitos, agarré algunas ropas como para 15 días, y varias cosas random, una crema para pies, unos marcadores medio secos, forros, una miel y salí.


Decidí pasar la cuarentena en una casa que parece un hostel. Boedo es un lindo barrio y tiene verdulerías baratas, pensé. En esa casa comunitaria, encerradxs todxs, empezamos a limpiar y ordenar y sobre todo a querer decorar la casa. Volverla más linda. Había algo extraño en estar obligados a estar juntos. Entonces ahí un día, una de las habitantes del hostel se pone a coordinar la decoración de la escalera. Nos encargó a mi dulce hospedador y a mí, el llamado departamento de artes visuales, que hagamos pinturas. Pinturas para la escalera de la entrada. Ok dijimos.


La escalera estaba llena de humedad y agujeros por todos lados. También había colgada en el hall de la escalera una reproducción de Caronte y el paso de la laguna Estigia, ya completamente gris de tan desgastados los colores. Patinir es el autor de esa pintura, un pintor que se dice es el creador del género paisaje. Al parecer usa la historia como excusa para pintar unas lindas colinas de verde intenso y un agua preciosa que dan muchas ganas de meterse o tomar un mate en la orilla. El infierno es algo que está sucediendo mientras tanto.


Cortamos pedacitos de tela y empezamos a pintar. Yo pinté una flor con un vino. Quería pintar una flor, pero al final le puse ojitos. Es algo que me pasa mucho. En un momento, repartimos pedacitos de tela al resto de los compañeros de hogar. Ayudamos a quienes no sabían cómo empezar, chusmeamos lo que hacía el resto. Una de las chicas se puso a bordar. Nos mostramos las pinturas. Pensé en los textos de Hakim Bey, en su propuesta de arte. Una oportunidad comunitaria para el arte, íntima, cotidiana, casera. Todas ideas con brillitos. Que hagamos una muestra para la casa dije, que colguemos las pinturas en la terraza, compremos unos vinos baratos y tengamos una excusa. Pensé en las inauguraciones, las borracheras, en andar en bici, en ver a mis amiguis, en ver las pinturas de mis amiguis, en ver las pinturas de personas que solo conozco por instagram, en las charlas, en los besos, en las fiestas. Me acordé de unos pueblos nómades de Asia, que se mueven mucho y hacen casas de fieltro, y llevan también unas pinturas chiquititas en tela, que cuelgan y descuelgan cada vez que se mudan. Me las imaginé enrolladas entre pedazos de paredes de tela. Me imaginé también que las llevan porque les hacen sentir en casa.


Al final a los 10 días de la casa comunitaria ya no aguantaba más a nadie, no quise donar mi pintura y propuse mudarnos a un lugar más tranquilo. Nos vinimos al taller, que queda a 7 cuadras, y acá estamos pintando mucho. Yo en modo arte terapia, casi igual que antes. Pintando porque es lo que me hace pasar el tiempo conmigo de una manera más interesante. Me tranquiliza y me hace encontrarme en conversaciones o silencios que puedo disfrutar. También me reúne con personas que están lejos o muertas o que nunca existieron.


En el medio de todo esto me cuentan que hay gente que hizo clínica de obra virtual. Se dictaron talleres de arte online. Grupos de estudio de Covid. Se subió una versión online de una feria de arte y se vendieron obras que no se pueden entregar. Los famosos teóricos europeos apurados estuvieron profetizando y amoldando lo que ya pensaban a lo que sucede ahora. Los compilaron en un PDF, que llamaron “Sopa de Wuhan” y le pusieron un murciélago en la tapa. Se escribieron textos que dicen que todo el sistema de arte va a cambiar y que antes había menos artistas y más corazón. Se propuso un radical paro de instagram de artistas visuales XD. Un Museo en el Balcón para subir a redes y etiquetar nombres. Se subieron tutoriales de cómo hacer papel maché y memes espectaculares afloraron por todas las redes. Esta última, la mejor producción hasta ahora.


¿Para quién estaba trabajando antes del Covid? ¿Qué estaría haciendo hoy si no hubiera cuarentena?¿ Qué voy a hacer cuando esto se termine? ¿Se va terminar esto? ¿Qué voy a cocinar hoy? Preguntas que me hago cada mañana apenas me levanto. También a la tarde y a la noche y a la mañana, y a la tarde y a la noche.

Foto de portada: El Paso de la laguna Estigia de Joachim Patinir

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