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  • Hernán Worthalter

Las alas de Alberto


La historia dice así:


Cuando Dédalo hubo enseñado a Ariadna cómo podría Teseo encontrar su camino en el Laberinto y, tras haber dado muerte Teseo al Minotauro, Minos, irritado, encerró en el laberinto a Dédalo y a su hijo. Pero Dédalo a quien nunca le faltaban recursos, fabricó para Ícaro unas alas y las fijó con cera en los hombros de su hijo al igual que lo hizo con un par propio.

Antes de partir, Dédalo había recomendado a Ícaro que no se remontara con exceso ni volase demasiado bajo, pero éste, insuflado de orgullo y petulancia, no atendió los consejos de su padre; se elevó por los aires, y se acercó tanto al Sol que la cera se derritió y el imprudente fue precipitado al mar donde pereció en las profundidades submarinas próximas a Samos. Dédalo fue considerado un prototipo del artista universal, a la vez arquitecto, inventor de recursos y artilugios mecánicos y escultor. Desterrado, Dédalo huyó a Creta, junto al Rey Minos, llegando a ser su arquitecto y escultor personal. Allí diseñó y construyó el Laberinto, palacio de complicados corredores donde el Rey encerró al Minotauro. Este breve mito griego viene a raíz de un reciente tweet del Presidente Alberto Fernández donde se pudo ver parte de la decoración de su despacho en la Quinta de Olivos. En la publicación se observa una pintura que reproduce a Ícaro con sus alas desplegadas parado sobre una silla de madera seguramente haciendo referencia también a que suele atribuírsele la invención de los trabajos en madera.


Hoy nuestro Presidente enfrenta una pandemia ajena a su responsabilidad que ha complicado tanto el frente interno como el externo que ya está generando un aumento de la pobreza y de la desocupación aún sin saberse las consecuencias, impacto y duración de las medidas en curso. Este laberinto de Creta donde el Covid actúa como el Minotauro a la caza de cualquiera que se atreva a ingresar en él, nos puede servir para reflexionar sobre la constitución política y la construcción del poder del Presidente.


“El Capitán Beto”, como lo llaman sus seguidores, carga con un pesado significado en la letra de la canción de Luis Alberto Spinetta: “su equipo es tan precario como su destino”. El país requiere ahora de conducción sanitaria pero también económica y que la necesidad de construir legitimación propia no deje sin rumbo al resto de las variables. Al Presidente, se lo ha visto muy cómodo con sus alas sobrevolando el Laberinto y enfrentando al Minotauro pero, como aconsejó Dédalo, ¡cuidado con maravillarse con la luz del sol!.


Fernández podría terminar siendo el anhelado Hombre Gris, anunciado por Benjamín Solari Parravicini, que vendrá a salvar a la Argentina, pero para eso es necesario recalcular el plan de vuelo contemplando más variables que, apenas, el índice de aprobación y el número de casos positivos de COVID-19.

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