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  • Manola Aramburu

Mañana de otoño


Miro por mi ventana, ya es otoño. Me encanta el otoño; sus hojas, el frío. Me da mucha alegría el otoño; también me da nostalgia, me dan ganas de estar triste. Pensar en algo, o solamente concentrarme en ese instante triste y alegre a la vez, de estar mirando por la ventana.


Tengo mucho trabajo por delante, me llegan muchas obras todos los días. En verdad llegan a la recepción del museo, el lugar donde trabajo. Un lugar muy agradable, un edificio blanco muy luminoso, que de afuera no parece un museo, para nada. Me gusta eso, esa humildad soberbia, escondida.


Como estaba diciendo, llegan a la puerta del museo muchas obras por día. Las suben a mi estudio colegas que trabajan conmigo una vez por semana. Mi estudio es redondo, muy grande, tiene ventanas por todas partes, es un piso 28, el piso más alto del edifico. Veo todo desde acá, los árboles, los autos, las calles, las personas. Me encanta, lleno de luz. El piso es de madera clara y está siempre caliente. Tengo algunos pocos muebles, un sillón de terciopelo verde, una mesa de madera que uso de escritorio, una silla de rattan que quiero mucho, una columna de mármol, una maceta redonda de piedra negra con orquídeas blancas y no mucho más.


Después de que se juntan por lo menos quince obras, casi siempre los días viernes, las hago poner todas en el piso y junto a mis compañeres abrimos cada uno de sus envoltorios con mucho cuidado. Nos tiramos al piso, charlamos, nos reímos, miramos las obras, les hablamos; a veces cantamos, bailamos y si alguna obra es triste, lloramos al lado de ella. Hacemos esto para conocerlas, quererlas y elegirlas. Lo que elegimos no es que se expongan, eso ya lo eligió la obra por estar en mi estudio; elegimos cuándo exponerlas. Yo me comprometo con todas las obras que llegan hasta mí en mostrarlas.


Por mes me llegan aproximadamente sesenta obras, esto es mucho en un año, pero me propuse que el museo tenga cuatro muestras grandes por año, como las estaciones. Son cuatro inauguraciones hermosas, repletas de personas de todo el país, con comidas riquísimas, vestidos divinos, sombreros alucinantes, olor a perfume, flores y vinos exquisitos.


Esto que hago con las obras, lo repito con los curadores. Es un trabajo más difícil y más placentero. Almorzamos, vamos a pasear, vemos obras de teatro, nos vamos todos a lo de alguno, leemos libros, le miramos el placard entre todos, charlamos hasta tarde, cosas así. Dos o tres veces por semana hacemos algo de ese estilo. Las decisiones parecen tan naturales, nadie sufre, las descubrimos entre todes, como que salen de algún lugar misterioso.


A veces pienso que lo único que hago siendo la directora de este gran museo es ser una anfitriona, por que el resto solo sucede.

la imagen de portada es de Cecilia Szalkowicz. Esta nota forma parte de la edición especial Nuestrxs Musexs y es una respuesta a la siguiente pregunta: Es el año 2030 y estás trabajando en el museo más prestigioso de la ciudad, podrías contarnos de qué se trata tu trabajo, qué está haciendo el museo o cuál es el programa de actividades que están planeando para ese año?

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