top of page
  • Mariana López

Matriz


Sobre Matriz de Débora Pierpaoli en Aldo de Sousa

Una forma siempre es un fantasma. En los relatos sobre la Difunta Correa, el acto de nutrir, la lactancia parece separarse del cuerpo yaciente de la madre: una matriz que sigue alimentando cuando la madre no está.


El arte es ese lugar de vida que se apoya en formas aparentemente inertes. Es un proceso de generación, donde lo inerte deja de ser tal para convertirse en movimiento.


Nada está del todo quieto en la muestra de Pierpaoli: todo está en tránsito hacia otras formas.


La mujer yaciente, recostada en el suelo, en contacto con la tierra. Es una imagen de máxima vulnerabilidad, que capta un momento límite de la existencia, cercano a la muerte.


Como sabemos, Levi Strauss dice que todas las versiones de un mito son igual de importantes porque un mito es justamente el conjunto de todas las variantes que circulan de él. El de la Difunta Correa es uno de los relatos de origen de esa cosa que no sabemos bien qué es y que llamamos identidad argentina. Está en serie con otras figuras femeninas en las que la maternidad y el Estado se cruzan de manera violenta. Una historia de la sed, de las botellas y los cántaros, como los que moldea Débora.


La matriz es también en la muestra de Pierpaoli un lugar de contención. Incluso las piezas en tela operan como espacios que albergan otras piezas menores de cerámica.


Observamos además figuras maternas con un solo ojo, que parece casi una boca, que oscila entre el órgano de la mirada y el lugar del alimento. Es como si en ellas se quisiera ir a lo más sintético, como esas siluetas que en el antiguo Egipto se representaban siempre de costado. De lo que nutre, a lo que mira y a lo que es nutrido. Hasta que aparece un objeto real: el seno de la madre.


RECENT POST
bottom of page