¡A reír, contemporáneos!
Salimos de ver La obra pública, es lunes a la noche y los pocos lugares abiertos ya se bostezan los últimos minutos de la jornada. Logramos conseguir una coca y caminamos por Humahuaca hasta casa charlando. Pienso: la obra puede ser un capítulo adicional inventado e irreverente de Genios pobres, desarrollado en forma de diario techno grotesco intimista, pero en realidad es una pieza teatral que establece una constelación de preguntas en torno al vínculo del artista y su tiempo.
Como en el poema que abre la edición publicada por Libros Drama, o el momento de la obra que el personaje invita "¡A REÍR, CONTEMPORÁNEOS!", La obra pública nunca pierde de vista la tensión entre persona/tiempo, y es desde ahí también donde quizás se piensa a sí misma. El escultor protagonista Anselmo Luna piensa en voz alta y escribe en su diario, acompañado por "un busto de Mansilla" que a través de audio-didascálias, ambientes, teje la dramaturgia sonora del ritmo al que respira la obra (situada a principios del s. XX.) El personaje observa en su escultura una ambición cuyo tamaño sólo puede y debe ser realizado a través del Estado y la Nación, y encuentra en un concurso de financiamiento público el vehículo para su deseo. Proyecta, asiste a tertulias y finalmente, cuando todo está dado, un episodio de auto-sabotaje envuelve el misterio.
Entonces, se trata del aspecto imposible del concepto "arte nacional", aquel que por más fuerza y argumentos que intente, siempre se sabotea, está en veremos; quizás el único monumento posible para un país son sus límites. Luego hay un gran video que mira los eventos de la obra desde un presente cercano, y surge la pregunta si un país y una persona se constituyen en realidad de pura imaginación, es decir, de todo aquello que le falta.
El título elegido "La obra pública" evoca la presencia del financiamiento estatal que además de oleoductos y rutas asfaltadas produce concursos artísticos y literarios, haciendo posible conjeturar que, como en la escena del palacio de la papa frita, el enjambre de artistas locales ordenados en torno a la energía aglutinante del Tesoro también forma parte de la construcción nacional. Quizás fue esa la ¿inacabada? obra nacional de Anselmo Luna: la performance que incluía planificación, burocracia, asistencia a eventos, pertenencia a una dinámica social, de la cual deja registro (como en arte contemporáneo) en un diario que finalmente llega a su orilla en efímero montaje teatral.
El hecho de que la trama esté narrada desde la escritura de un diario, juega con el título y acerca la idea de que temas de mitología pública y privada pueden ser charladas desde un lugar íntimo. Al fin, la mitología funciona a nivel personal y grupal como espejo distorsionado y lo que cada uno ve ahí se comunica con las fibras espesas de la personalidad.
Sobre "La obra pública", escrita por Ignacio Bartolone y Juan Laxagueborde y dirigida por Ignacio Bartolone.
Puede verse en Espacio Callejón los lunes 20.30hs.
Fue editada por Libros Drama en 2022.
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