El algoritmo pide más sacrificios
Esto es ahora el club de las obsesiones. Cuando todavía no terminan de hacerse sentir los efectos de la crisis, la renuncia de Ginés González García no hace más que acelerar la histeria colectiva. Una pandemia de desenlace incierto, un acuerdo con el FMI igual de incierto, la inflación explotando, una mesa (de plástico) que no tiene las cuatro patas firmes para el acuerdo de precios y salarios, son solo algunos de los problemas que se dibujan en el horizonte cercano y parecen indicar que no es el mejor momento para tomar medidas que pongan en juego la gobernabilidad.
Cuando corre la sangre de la primera cabeza es difícil saciar la sed del pueblo, son eventos que tienen la gracia de poder establecer alianzas a través de todo el arco político y si no se estabilizan rápidamente pueden desatar una verdadera revolución. Tanto los anarquistas que odian a los políticos, como los defensores de la moral que aman al estado parecen sentirse empoderados con este signo de debilidad. Que un señor mayor (Verbitsky) se cuele en una fila no debería ser algo para horrorizarse... más cuando el Ministro tiene la autoridad para establecer las prioridades y diseñar los protocolos de aplicación de las vacunas y puede incluir a cuanto amigo y famoso se le cante ¿o no?
En fin... Alberto, en caliente y sin un jefe de gabinete que pueda tranquilizarlo, abrió la caja de Pandora para que salga Ginés. Esto ya empezó y parece que todavía no hemos visto nada. El pedido de sangre va a continuar, solo resta saber cuál será la próxima cabeza en rodar: ¿Donda? ¿Berni? ¿Trotta? ¿Bauer? (... la lista sigue). Hasta sectores del oficialismo ahora están pidiendo por ellos.
Alcanza con abrir twitter para comprender el alcance de este vector que se acaba de desatar. Las redes sociales son potenciadores de sentimientos negativos, ahí el odio es un alimento rico como los caramelos. Verbitsky es un hombre hábil de los medios y parece haber descubierto que no es necesario contratar un ejercito de trols para operar en las redes. Los mensajes más desestabilizadores vienen de sectores del oficialismo que se contagian de la inercia radicalizada. Ahora las demandas infantiles de una ciber-pandilla hobbesiana se replican con un contagio virulento y el efecto más problemático quizás sea la pérdida de empatía con el gobierno antes de las elecciones legislativas. El algoritmo pide más sacrificios.
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