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Sergio Chouza

Inflación: a la guerra sin municiones



La dinámica de precios en Argentina no da tregua. La escalada de estos meses pone en jaque la tranquilidad social, e incluso la gobernabilidad. Si una economía ya sufre una multiplicidad de distorsiones con un entorno inflacionario alto y estable, más aún padece con un shock repentino y un incremento en la dispersión de precios.


Claro que el padecimiento no es solo local. De hecho Argentina no forma parte del lote de países de la región donde el shock global causó un mayor impacto. Explicarlo nunca es fácil. Requiere diferenciar los niveles de las variaciones. También aclarar que la norma en el mundo es la estabilidad de precios, mientras que Argentina ya arrastraba una inmensidad de problemas.


Por fuera del incordio didáctico, es un hecho que la economía es irrespirable con los niveles inflacionarios actuales, porque el sistema de precios no funciona. La acumulación de tantos años con un régimen de inflación moderado a alto también genera costos sociales. La ciudadanía siente una erosión permanente de sus ingresos, aunque no siempre esto tenga racionalidad económica y algunos años sea un resultado indeseable de la confusión nominal. En cualquier caso, el malestar encuentra razón en el desorden de precios relativos, con productos alimentarios que determinan el pulso en el día a día familiar.


El debate teórico sobre las causas de la inflación es uno de los más intensos en la disciplina en nuestro país. La discusión sobre controles de precios y emisión ha encontrado ciertos límites. Las posiciones maniqueas se chocan contra la evidencia empírica y las respuestas simplistas son cada vez más efímeras. De fondo hay un problema de incentivos, porque la política necesita resultados de corto plazo, y las soluciones estructurales se chocan de frente contra la urgencia de las encuestas. Descuidar la macro es un problema habitual en las corrientes de pensamiento crítico, y soslayar la importancia de la coordinación para generar referencias suele ser propio de la petulancia ortodoxa.


Hoy la macro vuelve a transitar un sendero de ordenamiento, pero ningún fruto madura rápido. Faltan aún varios años hasta recuperar los equilibrios fiscal, monetario y de financiamiento. Roma no paga gradualismo, y es difícil pedirle un salto de fe a una ciudadanía que sufre año tras año las consecuencias de la inflación. Cuando los encargados de la política económica transmiten la bondad del orden macro suelen perder contra el sentido común de bolsillos castigados, y esto endógenamente lleva a gobiernos de diferentes colores a ensayar soluciones de corto que se muestran cada vez menos efectivas, potenciando la insatisfacción.


La salida gradualista es incompatible con el ciclo político. Y la fuerte indexación de la economía lleva a internalizar los shocks con una (cada vez menos) paulatina propagación al resto de bienes y servicios. En este marco, empiezan a encontrar eco las alternativas de shocks a través de programas de estabilización o cambios radicales en el régimen macro/monetario. Aún el tema no prendió en los principales frentes políticos, pero sí en jugadores marginales de fuerte instalación mediática. Las ideas de liberales-libertarios sobre las ventajas de una dolarización pura y dura pueden penetrar en una Sociedad harta de la persistencia inflacionaria, que afecta su calidad de vida y la posibilidad de planificar la economía familiar en el largo plazo.


Con el contexto actual parece difícil que la inflación se modere de cara al año próximo. Además de afectar las posibilidades electorales del oficialismo, representará un nuevo ciclo de gobierno que avanza en el espiral inflacionario. Desde la salida de la convertibilidad la tendencia creció pari-passu en cada ciclo. Nunca más retrocedió. La política debería dejar de barrer la basura debajo de la alfombra y animarse a discusiones de fondo. Bajo la premisa de que ya no existen escenarios ‘first best’, interpretar si hay un momento en que la Sociedad resigna cualquier otra agenda en pos de recuperar la estabilidad de precios. Para ir a la guerra contra la inflación se requiere contar con municiones adecuadas. Pero las recetas de siempre ya tienen la pólvora mojada…

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