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  • María Guerrieri

Un día



A la canción de Juana Molina Las edades le cambié esa palabra en cada verso. Ahora es así:


¿Quién las pinturas cuenta?

Lo que no consideras es que uno crece

Y las pinturas quedan

Los 16, los demás

Son las pinturas que la gente cuenta

Con las pinturas contadas

Para entender todas las pinturas

15, 20 ó 36 están en mí todas las pinturas

¿Quién las pinturas cuenta?

 

Fui estudiante de la escuela de Bellas Artes, y el Recoleta quedaba tan cerca que iba muy seguido a ver lo que fuera. Era el lugar más contemporáneo que conocía. Mi gusto, mis ideas y mis intereses estaban tratando de salir de lo amorfo buscando algunas claridades o zonas vitales en el arte y ese lugar era puro entrenamiento. En una de esas muestras gigantescas de los 90as vi dos pinturas que me afectaron. Eran autorretratos de Karina Peisajovich, a quien no conocía.


Tal vez no pueda describirlas exactamente porque más tarde las mezclé con otras de esa misma serie. Vi una mujer de frente con vestido caparazón y una mujer de espalda cuyo cuerpo eran un círculo y un rombo vacíos. No me olvido qué me pasó cuando las pinturas se me vinieron encima. Sentí que estaba viendo una imagen y un tratamiento pictórico que se daba todos los permisos para articular cosas que hasta ese momento yo estudiaba por separado. Color y forma. Figuración y abstracción. Colores muy trabajados pero planos y colores esfumados al punto de hacer sentir que irradiaban luz. Pinceladas ocultas y gestos humanos del pincel. Geometría y narración. Sensibilidad y patrones matemáticos. Frontalidad y misterio. Llenos y vacíos. Eran pinturas que tenían algo de la presencia tridimensional de un cuerpo. El afuera de la imagen y el espacio dentro de ella estaban muy presentes. Las pinturas me miraban y les gustaba que yo las mire. Las pinturas eran alguien.


Desde los 2000 y hasta Sin techo y sin ley Karina desplegó su obra en relación a la luz y el dibujo de forma tal que es una colorista de referencia. Otra parte de la misma es Solocolor, el taller que da sin frecuencia establecida. Pasar por esos encuentros, con ella y su tratamiento de la teoría del color, es un antes y un después en el propio enfoque y desenfoque de la mirada y de lo pictórico.


El papel y el lápiz, las luz y el aire son elementos que hacen buen contacto con la mente y sus brumas. Ese puente Karina lo estableció como pintora.


El óleo sobre tela es un material que le pide cosas especialmente al cuerpo del artista. Le anda requiriendo movimientos y tiempo.


El título de esta muestra va directo al hueso de la forma en que Karina volvió a pintar con óleos, a la intemperie de la imagen y de la materialidad de su obra anterior. No hubo intención de investigar sobre lo retiniano de la imagen, sino un estar despierta frente al óleo habilitando distintas conversaciones con su lenguaje. En este punto es amiga de Varda y de la película de la que varió el nombre*.



La sala de la galería Herlitzka está visualmente dividida en dos. Piso de madera a la derecha, piso beige a la izquierda del espacio. Sobre esta información subliminalmente ineludible Peisajovich colgó la muestra. Podría decir que al entrar en ella vamos a ver una diversidad de formas de pintar que podrían confundir y hacernos pensar que estamos frente a una muestra colectiva o una retrospectiva. Nada más lejos de eso. Lo que hay es una muestra en la que una artista en vez de amalgamar permitió dejar salir. Darle espacio a cada parte individual y a cada deseo de su ser pintora.


La muestra empezó en su taller, con Karina pintando un retrato de su gato Marcel. Una pintura con mucho verde que sostiene la mirada, frontal e íntima como la Olympia de Manet y las que vi de Peisajovich a fines de los años 90as.

 

*Del documental Varda por Agnés de Agnés Varda, lo que más me acuerdo es que Agnés contó que su película Sin techo ni ley está estructurada por un número X de planos secuencias de igual movimiento de cámara y duración temporal, que están distanciados entre sí por la misma cantidad de minutos dentro de los cuales se desarrollan fragmentos de la vida de la protagonista.


Los planos secuencias que ritman la historia son travellings en los que la cámara se desplaza por las vías filmando a Sandrine Bonnaire de derecha a izquierda. Cada bloque de movimiento constante trabaja de forma subliminal en lxs espectadorxs. Nos mueve hacia la escena inicial de esta historia, el descubrimiento de su cuerpo inerte dentro de un surco de tierra. Estos desplazamientos de cámara estructuran la película en varias capas de sentidos. Son el tiempo necesario en el que la protagonista está sola consigo misma. Vagabundea en un vacío de circunstancias dejándose llevar por el camino. La mochila cargada de incertidumbres y de objetos potencialmente útiles para algo. Ella en transición hacia la siguiente situación o en escape desde alguna. Caminar es lo que hace Sandrine en esos minutos liminales de la película. La cámara es su paralela y Agnés, que la filma, también.


Los planos secuencias que ritman la historia son travellings en los que la cámara se desplaza por las vías filmando a Sandrine Bonnaire de derecha a izquierda. Cada bloque de movimiento constante trabaja de forma subliminal en lxs espectadorxs. Nos mueve hacia la escena inicial de esta historia, el descubrimiento de su cuerpo inerte dentro de un surco de tierra. Estos desplazamientos de cámara estructuran la película en varias capas de sentidos. Son el tiempo necesario en el que la protagonista está sola consigo misma. Vagabundea en un vacío de circunstancias dejándose llevar por el camino. La mochila cargada de incertidumbres y de objetos potencialmente útiles para algo. Ella en transición hacia la siguiente situación o en escape desde alguna. Caminar es lo que hace Sandrine en esos minutos liminales de la película. La cámara es su paralela y Agnés, que la filma, también.


Cada pintura que hizo Karina Peisajovich tiene ese sentido. Planetas vagabundos, unidades particulares donde la pintora, el óleo, la herramienta para modelarlo sobre la superficie y la superficie misma fueron teniendo intercambios específicos. Se explayan en el color, las capas, su brillo, su modulación, su estiramiento. En temas con la pincelada, el empaste y las espátulas. Los bordes del bastidor, la imprimación de la tela, el crudo de su revés. Los óleos sostienen desde el suelo la no anticipación de una imagen y su inevitable aparición.


 

Imágenes:

(1) Peisajovich, Karina. Marcel, 2022. Óleo sobre tela. 49 cm x 78 cm.

(2) Peisajovich, Karina. Sin título (dorso l), 2022 Óleo sobre tela. 160 cm x 200 cm.

(3) Peisajovich, Karina. Pintura mantra, 2023. Óleo sobre tela. 35 cm x 25,5 cm.


Sobre Sin techo y sin ley de Karina Peisajovich en la galería Herlitzka & Co. Libertad 1630 CABA. De Lunes a Viernes de 11 a 19 hs. Hasta el 26 de julio 2023.

 

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