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Juan Laxagueborde

El debate loco por la palabra resentimiento


Cada tanto empieza la búsqueda de “lo nuevo”: el nuevo público, las nuevas formas, los descubrimientos. Se puede leer desde esos nervios o leer como si no existiesen las épocas literarias. Agarrar un libro y leerlo. Este salió en 2009 en Chile y la editorial porteña Palabras Amarillas acaba de publicarlo acá. Es un libro en las orillas, la manera argentina de ser centrales. Se llama Diario y su autor es Alejandro Rubio, poeta y ensayista nacido en 1967 en Villa Devoto. Es un diario íntimo bastante reflexivo. Es literatura de un superyó roto y autobiografía de una persona sensible al terror aunque temeraria. Pero también es un diario de noticias performático, mucho sensacionalismo con el estilo de argumentos para películas de Lars Von Trier (“Niño pelotudo en bolas comiendo un higo”), inventos (“Una rosa a repetición”) y pavaditas sintácticas que hacen reír (“Draga su drama debajo de la cama”). Todas las entradas de este diario están fechadas el mismo día, esto quiere decir que también es una condena. El lector que lo lee se termina pareciendo al lector que lee los diarios diariamente: nada más y nada menos que un lunático que actualiza su sadismo social.

Rubio escribe desde siempre con la cabeza abierta, con la boca abierta y con el mundo tragado trabado en la panza. Tiene una fe atenta a las reacciones. Su primer libro, Música Mala, dice así en el primer poema, una especie de homenaje irrisorio al estilo de Arturo Carrera, “La canción de Bedoya” –personaje que aparece en el Diario también: “Bedoya, cantan afuera los niños / nimios: chupame la polla. Y yo / aquí”. Fue también el primer libro de la editorial Vox, ganador de un concurso de poesía nacional organizado por la editorial. El libro fue epilogado por Daniel García Helder, un soviético rosarino importantísimo para la historia argentina de la poesía, que había sido profesor de Rubio junto al propio Carrera y que además fue jurado del premio. La editorial, el premio y el libro se gestaron cuando a Gustavo López (que es el fundador y continuador de Vox) lo echaron de la termoeléctrica de Bahía Blanca, donde trabajaba en el turno nocturno, tras dejar sin luz a toda la ciudad. La indemnización terminó inventando un cauce que ya lleva casi doscientos libros desde 1997.

Rubio vive en un zaguán que conduce a la amenaza y escribe al borde del marasmo. Además escribe el marasmo. Como lo escribe, no es el marasmo. El marasmo está por venir, si no es que estuvimos siempre en él, si todo esto no es su consecuencia también. Esa es la antipromesa de su literatura. Algo de Diario retuerce esta poesía que Antonio Cisneros -un peruano post Vallejo- escribe con dedicación marxista: “vino lo de plaza Vendome y eso de Lenin y el montón de / revueltas y entonces / las damas temieron algo más que una mano en las nalgas / y los caballeros pudieron sospechar / que la locomotora a vapor ya no era más el rostro de la / felicidad universal”. Rubio fabula desde el materialismo bajo la lámpara del peronismo de izquierda, del de centro y del de derecha, atravesado por los dictámenes de Pound, tocando lo que le pasa por al lado para decirlo exhaustivamente y marcando con estilo los aromas de un diario de partisano en chancletas, un partisano muy fino también: “No venganzas fantaseadas, sino una representación de la venganza que sea ella misma la venganza”. Páginas antes le había entregado referencias sardónicas en paquete a la clase media que se indigna con el estado de las cárceles, a la CIA, a los cuarentones que recién se separan, a los profesores que se inquietan y se mueven por su propio ego… Antes aún había escrito los dos renglones que presentan toda su estética de la violencia como éxtasis: “La quintaesencia del espectáculo es la ejecución en la plaza pública”.

Rubio cree en la verdad y en la justicia, en la belleza como palabra que solo sirve si se alista bajo esas dos. Es una literatura no realista pero leal con respecto a lo que hay: “Ahora escribamos un amanecer tal cual es”. Si me pongo literal hasta es profética, este párrafo fue escrito hace más de ocho años: “Un tríptico de fotos: a la derecha una Bersa, a la izquierda una Glock, y en el centro los ojos de príncipe azul de Mauricio”.

No buscar “lo nuevo” es una manera de insistir en la mentira de la palabra diario. Es que las cosas cambian despacio, casi todos los días pasan cosas distintas con efectos parecidos. Los diarios pueden ser nuevos pero el calvario y la fiesta son arcaicos. Lo que vuelve verdadera la escritura de Rubio es la capacidad de ser impío consigo mismo, rescatar la ilusión sexual sin confundirse con el melodrama y derivar lo que lanza como estallido en direcciones obsoletas cuando nadie lo espera. El libro define que lo que vale es la lengua rota, no el habla sagrada; la pena tolerada en su justa medida, no la seguridad de los roles sociales; la venganza, no el consenso; Se abre entonces el debate loco por la palabra resentimiento.

Finalmente Diario es una noticia. Es la demostración de que se puede escribir sin miedo una literatura que dé miedo.

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