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Alfredo Jaramillo y Juan Laxagueborde

Puestos levemente en la Patagonia


Alfredo Jaramillo: No sé qué se puede decir, terminamos de dar una vuelta por el Llao Llao, investigando esa atmósfera entre astas de ciervo y gringos de vacaciones.

Juan Laxagueborde: Vi una foto rara en el hall de la fama del hotel: unos caddies mapuches en los años treinta. Pensé inmediatamente en Bulacio, que era caddie y había nacido en Aldo Bonzi. Pensaba en una genealogía de los caddies. Muchos golfistas exitosos fueron caddies y venían de familias pobres, aprendieron desde adentro el oficio de la razón golfista y le agregaron su fuerza de clase, su resentimiento. Como decía León Rozitchner, hacían algo con el resentimiento.

AJ: Yo también hago cosas con el resentimiento. Me parece una fuerza productiva de la psiquis que hace funcionar mucho la cabeza en una época, pero después te tracciona en reversa. La montaña en cambio da una respuesta sencilla que ordena. ¿Viste hoy cómo después de tantos días de lluvia empezaron a formarse arroyos en la cuesta del Cerro López?

JL: Tener un cerro frente a uno, imponente, impertinente, que se ensancha todos los días cuando uno se levanta y mira por la ventana, no implica una relación con la naturaleza sino con cuestiones grandes no artificiales. El artificial es el que mira. Quiero decir con esto que esos arroyos que se formaban ante nosotros demostraban que sólo se ven si se mira el cerro día a día. Esos arroyos son un matiz, un accidente espontáneo. Me parecía genial, ya que hablábamos de hoteles, esa bahía...

AJ: El hotel también puede ser una figura medio espontánea en la ciudad, como en los primeros kilómetros de la Bustillo cuando salís del centro. Hace poco alguien me dijo que muchas de esas propiedades eran de Tinelli. En Villa La Angosutra compró Manu Ginóbili, me dijeron también que Manu corrió a los mapuches de ahí. De algún modo los Braun, los mismos de Eterna Cadencia, están teniendo competencia. Ahora estoy esperando visitar a los mapu ahí arriba en el Lof ese del Lago Mascardi.

JL: El hotel que te decía era el de Luz y Fuerza. En Bahía Lopez. Un hotel sindical en el medio de un territorio idílico para hacendados o turistas fuertes. Cuando entramos al hotel, a conocer el bar y el lobby, estaba el retrato de Oscar Smith (1932-1977), que era el jefe del sindicato Luz y Fuerza en la dictadura y está desaparecido. Me parecía que en el confín más extremo del ocio o de lo sublime de un paisaje hay un rastro histórico. Como decía Adorno en 1969: "Aún el que quiere escapar del mundo y se interna en la selva o en la estepa, termina escuchando el rugir de un motor de avion". Imaginate ahora con el furor de Grinder o de los community managers egresados de la carrera de comunicación, esa que soñó Nicolás Casullo y heredó la UBA gobernada por los amigos de Martín Lousteu... Y el tema de de los famosos dueños de tierras, claro. Y lo de los RAM. El mismo menjunje de conflicto. ¿Cómo podríamos hacer para relacionar todo esto con el monumento de Roca de la plaza de Bariloche que taparon, literalmente, con un árbol de Navidad? O no lo relacionemos. Al menos dejemos constancia de todas estas locuras concretas que se paran ante nosotros. No son noticias, son efectividades.

AJ: El Festival Laguna, por ejemplo. Ocurre en medio de la suspensión de otros dos festis acá en el Sur. Dicen que los municipios no ponen guita para la producción, y entonces el indie se toca los bolsillos y no siente nada. En un punto pienso que el indie creció al calor del Estado y esta época gubernamental que se pone la máscara del emprendedorismo no sabe cómo atizarlo.

JL: Darío Lopérfido y Jorge Telerman inventaron el indie estatal. De ahí en más entró en una etapa o bien de secularización o bien de decadencia. De los funcionarios mucho que agregar no hay. Este festival Laguna, no el indie ni los funcionarios, es la fraternidad, el grupo de afinidad y la artesanía del espectáculo. El boca en boca es una estética, además.

AJ: No sé a qué hora alguien estará leyendo esto pero espero que todavía quede cerveza. Me estás soplando acá algo de Lopérfido, que ahora se mudó a Berlín. Pienso en los alemanes en Bariloche. Pienso en los barilochenses en Buenos Aires. Qué es de acá y qué es de allá. ¿En qué pensó Jones Huala en Año Nuevo?

JL: Huala sigue pensando o sintiendo que no quiere ser argentino, como le dijo a Lanata. Es una queja increíble y pertinente, a tener en cuenta. Es una manera rápida de discutir toda la tradición contractualista, la República y la Nación como acuerdo cotidiano. Este pibe quiere, como puede, permanecer en su propia provincia, que es su conciencia loca, un poco mapunkie y otro poco telúrica.

AJ: Entiendo que sigue pensando en su provincia, una provincia mental. Que ellos lo nombren como quieran y se abran ese espacio, lo que me gusta es pensar por afuera de ese distrito. Me acuerdo de esa entrevista, Jones lo sacó a pasear. Lanata insistiendo con el libreto de un republicanismo trucho y Jones saliendo del laberinto por encima.

JL: La diferencia entre Huala y El Casco Art Hotel, a la vera del Nahuel Huapi, es que la tradición se juega imaginaria como un partido de fútbol. Ese hotel es de Gutiérrez Zaldivar, el galerista mediático ramplón, con mucho Soldi, Fader y Pérez Celis en medio del terruño patagónico; inventa una patria desde su colección privada. La calle Arroyo tiene algo de esa Patagonia de cuero marrón y arrayanes dorados con bosques dominados y caminos de ensueño. Huala propone una especie de civilbarbarie única, anacrónica, sin tradición, sin Rugendas, De la Valle o Blanes. Sin siquiera Siquier, que ya está del otro lado del mostrador definitivamente. Huala no necesita mitos porque a los mapu les sobran. Su único nuevo mito es la radiodifusión digital, la ropa canchera y ciertas frases sacadas del arcón milenario de su habla, lo que cuenta Agustina Frontera en su libro. Nada más. Pero si triunfa él, se cae la Patagonia. Y la Patagonia es a su vez la fundación del Estado argentino. Se resquebraja todo, incluidos nosotros, bisnietos de personas que vinieron del Mediterráneo o los Pirineos. La grieta real es cuando un país empieza a quebrarse y no sé si eso empezó.

AJ: Ojalá que sí. Una cosa de este viaje que me dejó perplejo es cómo Bariloche se parece cada vez más a una capital. Proliferan los cafés tipo baristas en el centro, las cervecerías artesanales… Me entero que el Gobierno nacional fomenta créditos para nuevos cerveceros, es como si el lúpulo fuera camino a convertirse en la nueva soja. Hay algo que me resulta raro en esa cultura de la gorrita y el growler, vamos a ver cuánto dura antes de que aparezca otra. Porque además vas a algunos lugares y la birra viene sin gas. El dueño de la cervecería Gilbert se sorprendía el otro día que el local se abarrotó de gente porque otra cervecería, Patagonia, estaba cerrada por un evento privado. Celebraba además que una empresa multinacional se haya instalado al lado porque contribuía a su propio crecimiento. El indie es un hongo que crece al lado del capital.

Jl. No puede ser mejor esa definición para pensar en lo que crece a la sombra. Aunque no es el caso del indie, que está quemado. Si uno hiciese una excursión a los indies argentinos se daría cuenta que no dejaron nunca la sensibilidad, pero a la vez siempre estuvieron a tiro de la onda del momento, como para poder acaparar el resto de sol que la industria desdeña. En la Patagonia o en el Centro Cultural Matienzo la vida del arte a punto de ser industria liviana se rige por su incapacidad de redención. No hay promesas en el arte que tiende a la grandeza desde la humildad. Necesitamos algo que sea más simple, algún incentivo para destruir todo tal cual esta.

AJ: Disfrutemos de la vista amigo. Estas guitarras se cuelan entre estos valles, remuevan la nieve de las cumbres...

JL: Es que más allá de todas las pavadas que decimos, estamos esperando por fin una vida fuera del calvario.-

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