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Fermín Vilela

Que se haga victoria nuestra gratitud



Mañana Mañana.

 

El reposo caliente aún de ser.

Piensa el presente guárdame para

mañana mañana mañana mañana.

 

César Vallejo



Amor. Podría escribir la palabra amor. Podría escribir la palabra agua también. Después tacharía, y del garabato que es la tachadura escribiría sombra. Amor, agua, sombra. Tengo estas tres palabras, entonces, como tres estrellas reflejadas en el estanque de la historia reciente. Un estanque secreto. Y digo así porque la muestra sobre la que quiero escribir, montada en galería Piedras, estaba un poco agobiada de gente esa noche (inauguraban, en simultáneo, otras dos muestras, las de las artistas Gal Vukusich y Sonia Ruiz, repartidas en diferentes salas), pero alcanzó como para ver el reflejo de estas estrellas secretas que me invento y me propongo. Daniel Edwin Alva Torres, persona y artista, decidió titular a la suya “Fundo al lápiz en sus sombras”.


 Amor, Agua, Sombra.


Lao Zi, filósofo taoísta chino –cuya existencia histórica se debate–, escribió en el Tao te King, a quien se le atribuye su autoría: “Nada en el mundo más blando, más adaptable que el agua. Sin embargo, en disolver lo duro y lo inflexible nada puede superarla. El vacío en ella la vuelve transformadora”. Por alguna razón, desde que entré hasta que salí de esa sala sobre la calle Perú, me imaginé un arroyo. El arroyo traía agua desde la oscuridad de una gruta hasta empezar su recorrido nuevo hacia el sol, en agua de sombras. Agrego una palabra más, entonces. Otra estrella para el estanque.





Amor, Sol, Agua, Sombra.


El lápiz que usás para dibujar es el mismo que usás para escribir.

Con sus instalaciones, dibujos a lápiz y grafito sobre papel, retratos, incluso con su performática musical, Daniel Alva nos abre una puerta hacia los días. Nos dice el sonido del agua personal en retratos familiares, objetos cotidianos de infancia, diseños de astrología, cartas natales, vasos con cerveza helada, grafías y cajones de frutas y verduras.  En menciones al kairós griego. En Boca Juniors. En su madre, su hermana, en su querido y mencionado poeta César Vallejo. En luz de vela roja en medio de la oscuridad. En su Perú natal. En los planos de la construcción de una casa propia en Villa Fraga, Chacarita: el mundo se cola, no imposta, desborda los límites y abandona el recipiente que representa un soporte plástico, una sala, una galería en cualquier parte del mundo.





“Que se haga victoria nuestra gratitud” es una frase que, traducida a lenguaje de señas, Alva dibuja sobre papel. Para ello utiliza sanguina, grafito, hilo y, hacia el costado, dispone un volante con referencias. Como la mayoría de los dibujos de la muestra es de dimensiones bastante grandes, de metro por metro y medio. Creo que, de alguna manera, esa frase en lenguaje de señas contiene un código. Para entender mejor qué nos quiere mostrar Daniel, por dónde nos quiere guiar. En su poderoso texto de sala, la poeta y narradora Marie Gouiric escribe que “El mundo del arte no es el mundo. Por eso es comprensible que un dibujante se distraiga, desconfíe de su don y de su suerte, y deje de dibujar. El dibujo es quien no abandona al que nació con su regalo entre las manos”. Me pregunto, a partir del texto de Marie, cómo puedo leer las manos de Daniel no sólo desde este dibujo sino desde, por ejemplo, la instalación central de la muestra, titulada “Kronos Aion Kairos”. Como decía antes unx se puede encontrar con Kairos, el concepto de la filosofía griega que nos lleva a ese lapso indeterminado en el que algo importante sucede. Después Aion (o Eón), dios griego del tiempo eterno y de la prosperidad.  Finalmente Kronos, ese titán de la mitología griega que devora a sus hijos y se ve representado en el tiempo irrepetible, irrecuperable.





A partir de dibujos hechos con birome, lápiz, marcador y grafito, podemos ver un mapa familiar en fotos que nos llevan a una madre en su baile, a una hermana, aun abrazo con el padre y el hermano. A un brazo escrito con indicaciones mientras se lleva adelante el sueño de la construcción de la casa propia. Al grupo Choclito (agrupación performática que Daniel organizó hace algunos años junto a otrxs artistxs) y a objetos del día a día: una lata de pizzería Ugi´s, la pequeña maceta con planta, pelotas minúsculas de fútbol, un álbum de figuritas, una pequeña cancha de fútbol. Del otro lado de la instalación vemos posibles frases construidas a partir de las ya inscriptas en cajones de frutas y verduras, encontrados por el artista en Villa Fraga y en otros barrios: Famosa, Pasionaria - La alegría - Edwin 2024 / Famosa - Tentazione - La Plata - La Plata. Un poema improbable y compuesto desde lo escrito en estos objetos de energía magnética, que podrían pasar desapercibidos. La instalación, de esta manera, como un manifiesto que evita serlo.





Por no querer molestarlo, la noche de la inauguración me mantuve a distancia. El ruido, parece ser, distrae del agua. Yo no sé si Daniel Alva se parecerá al agua, pero esa noche dejé la muestra con la sensación de haber tocado con los dedos la física testimonial del vacío, que podría ser una de las versiones de la sombra y, por qué no, de la luz.


Amor, Sol, Agua, Sombra.


 El mundo, para volver a él. O quizás nunca nos fuimos. Tomo distancia de las obras de Daniel para pensar en el mundo que nos toca vivir y en el que, cada unx a su manera, le toca crear. Lxs señorxs de la economía, esa ciencia maldita, van dándose la mano. La extrema derecha hace aparición inesperada y el aire empieza a calentarse definitivamente, cerrando un círculo que venía ya levantando temperatura desde hace tiempo. Asoma la Gendarmería en cada movilización. Se relativiza la última dictadura militar y hasta se llega a normalizar, desde el Estado, el oscuro gesto del negacionismo. La gente sin un peso, despidos a mansalva. El chico del estacionamiento que agita la bandera  porque el jefe lo dispone. La indiferencia. Siempre la indiferencia. En parte sí, eso es el mundo del presente. Pero todo lo hermoso sigue. Dicen los poetas que, como la violencia, la ternura tiene buenas posibilidades de ganar. El agua va a seguir ofreciendo su medicina y la luz del sol seguirá brillando en los techos de las casas: nuestro mundo, que sigue su curso por fuera de los signos, no parece necesitarlos. Y Daniel, creería, está dibujando en uno de esos techos.




La noche de la inauguración, en Piedras, me acompañó Luciana Bassi, una amiga del barrio. Nieta de pintor, compartió con su abuelo Miguel Ángel muchas tardes en el taller de San Telmo desde que era chica y del que ella podría hablarte durante horas.

—Amor.

—¿Cómo amor?

—Eso, amor. Yo veo dibujos, el video ese que filmó en su barrio. La foto de la madre y de la abuela. El hermano, creo, si es que era el hermano. Después la carta natal que dibujó... Son todas cosas de su vida, ¿me entendés? Y si sos honesto, hay algo del amor. Este chico, Daniel, no sé quién es, no lo conozco, pero sé que no me está mintiendo.

—Bueno, Lu, si vos decís, te sigo...

 

Creo que Luciana tenía razón. Los días entre familia y amigxs como hechos únicos, históricos, sin libros que los cuenten. Y tiene derecho a toda esa fe. El alma tiene derecho. Nietzsche, en su Gaya ciencia, dice que el arte es un camino largo de confesión. Daniel Alva, “Chicha”, decidió compartirnos ese camino, Del mundo hacia el arte, y no al revés. Una manera de contar no sólo la propia historia a través de una técnica, sino la historia de lxs otrxs. Esos que nos dan identidad y se comunican. Daniel dice que, una vez, un vecino del barrio le dijo que todxs somos personajes históricos.


Amor, Sol, Agua, Sombra.

En el agobio de los hechos y de los signos, estas cuatro estrellas marcan el camino.




“Fundo al lápiz en sus sombras” de Daniel Alva, con texto de sala de Marie Gouiric y acompañamiento curatorial de Mario Scorzelli puede visitarse en Piedras Galería. fotografías: Nacho Lasparra

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