- Mario Scorzelli
Lxs niñxs de la computadora. (Yente, 1983)
“Hay una obra de Yente que se llama «Lxs niñxs de la computadora» y representa a un robot que parece a punto de alejarse de algo que lo tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y una mano levantada; así es como unx se imagina al robot de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe… la cibernética.”(1)
Los aparatos tecnológicos, impulsados por la apertura indiscriminada de importaciones, emprendieron una travesía transnacional hasta arribar a Buenos Aires desde lejanas ciudades industrializadas; trayendo consigo una cantidad abrumadora de sofisticados embalajes de telgopor, sin muchas más aspiraciones para el futuro que terminar descartados en la basura.
Básicamente, podríamos decir que la misión principal del embalaje de telgopor era homologable a la de cualquier ministro de economía de la dictadura militar: resguardar a los productos industriales extranjeros. Al parecer, la intención de esa política económica era favorecer la competencia para bajar los costos y mantener estable el tipo de cambio. Hay una famosa propaganda que lo explica de manera sencilla y con la intención de ser entretenida:
Por fortuna, algunos pedazos de ese material, que tan pronto se vuelve específicamente inútil, eludieron la ruta del cinturón ecológico y encontraron una feliz alternativa al relleno sanitario: el arte.
El continente blanco, literalmente invirtió su polaridad para transformar el diseño de una imagen negativa orientada al cuidado de la tecnología, en el contenido de una imagen positiva. Esto se vuelve algo interesante sobre todo si pensamos que las pocas experiencias de arte cibernético local habían sido profundamente negativas. Es decir, que se había intentado controlar a máquinas enormes para que “colaboren” con lxs artistas. Quizás el caso más emblemático de esto haya sido el proyecto arte y cibernética ideado por Jorge Glusberg en el CAyC. La tarea consistió en recurrir a un grupo de ingenieros y analistas con el fin de extorsionar a las computadoras de IBM para que reproduzcan unos patrones a partir de dibujos de artistas como Luis Benedit, Antonio Berni y Rogelio Polesello, pero mejor no desviarnos tanto ni entrar en delirantes cuestiones de teoría sociosemiótica.
Lo importante acá, en este texto —y tal vez en nuestra historia— es la obra de Yente. Lxs niñxs de la computadora, como ya observamos, nos muestra fragmentos de telgopor ensamblados que construyen la imagen de un robot. Más allá de esa operación que transforma el continente en contenido y que en términos estrictamente formales podría ser útil para contribuir a los debates inmanentes del arte, deberíamos tener presente que las obras siempre se relacionan con cuestiones antropológicas que mejor no desatender.
Como observa James Clifford(2), los objetos etnográficos y las obras de arte tienen problemáticas compartidas (contagios y contaminaciones) que solo se pueden examinar mezclando discursos del arte, la cultura, la política y la historia. Siguiendo esas recomendaciones, en este caso, quizás vale la pena hacer alguna mención a cosas como el dumping, la dictadura militar, el totemismo o la cibernética.
Dumping y patria contratista.
El dumping es una buena estrategia para desmantelar las industrias nacionales. Al parecer, eso fue lo que sucedió con las políticas implementadas por Martínez de Hoz durante la dictadura. La Ley de Transferencia de Tecnología(3) sería promulgada para desregular el régimen de importaciones y acelerar la destrucción de la matriz productiva. Los productores locales, que no pudieron competir con la invasión de bienes producidos a bajo costo y sin barreras arancelarias, terminaron en la quiebra. Los pedacitos que forman la obra de Yente atesoran una parte de esa historia.
Mientras que para algúnx teóricx las formas de telgopor que envuelven a los productos tecnológicos pueden llegar a representar de manera literal la prisión en la que nos encontramos —el capitalismo sin salida—, para unx artista no son más que formas ensamblables que permiten construir cosas como, por ejemplo, un robot: algo inhumano, un poco abstracto, un poco despiadado, sin lástima, sin remordimiento y que también es una obra de arte. En definitiva, una invención ideal para encontrar la salida.
Lxs niñxs de la computadora parece saludar a las fuerzas demoníacas del mercado, como cualquier ciudadanx tercermundista que celebra la radicalización de las dinámicas de retroalimentación con la esperanza de que desencadenen el colapso definitivo de la burocracia estatal represora (aunque finalmente el resultado sea la preservación de un pequeño clan empresarial y una reacción colosal del sector público). En este punto, la obra podría funcionar como un talismán con algún tipo de efecto apotropaico que permite ver sin miedo los desastres de la desregulación económica.
Las mercancías son muy tontas. Cosas como las heladeras y las computadoras, por más que se trate de los últimos modelos, no logran ser para nada inteligentes. Siguen una lógica bastante básica que orbita en relación a nuestros deseos (o quizás a las relaciones de costo-beneficio). Claro que en todas las reglas hay excepciones, y la excepción a esta es el arte. Los pedacitos de telgopor recortados y pintados por Yente tienen la inteligencia suficiente como para devolvernos una imagen que permite recomponer la mercantilización absoluta de esos objetos sin pensamientos que invadieron nuestro país.
La apertura de importaciones implica la importación de inestabilidad política. El fundamento cultural sintético (la relación con lo otro), establece reglas para el parentesco y el comercio. Son cosas que deben mantenerse aisladas(4), de esta manera se entiende que la internacionalización de la economía sea emparejada con él atrincheramiento de las prácticas nacionalistas para conservar la concentración del poder político y económico dentro de un grupo étnico controlado: la patria contratista.
En este punto, el totemismo al que recurre la obra de Yente, que fue oportunamente señalado por Valeria López Muñoz en un comentario de la revista segunda época, puede servirnos para indagar las relaciones que tiene todo esto con la exogamia.(5)
Totemismo y exogamia.
El Tótem de Yente, al no estar consagrado a la figura de un animal o una planta, rompe con la regularidad tradicional del género. Esto, tanto en el arte como en la genética, es considerado algo crucial para la evolución. Es que diferentes formas de representación, suelen coincidir con diferentes formas de parentesco.
Estudios clásicos de la antropología realizados por autores como John Ferguson McLennan, Lewis Henry Morgan o James George Frazer se ocuparon de investigar en profundidad el funcionamiento de los tótems en las civilizaciones primitivas. La hipótesis básica es que constituyen objetos sagrados, encargados de trazar lo que el profesor D. C. Barker denomina una Hiperstición. Un mandato que viene del futuro y es internalizado en la conducta de un clan de manera híperprofética y retrocausal.
Este proceso de laberintización xenopoética(6) es un programa textual subutópico, es decir, que no está escrito de una manera tradicional (como las novelas históricas o las cadenas de ADN). Son elementos de la cultura efectiva que se hacen reales a sí mismos mientras modelan a lx humanx.
En relación al tótem, la cosa funciona así: las civilizaciones se organizan en clanes, a cada clan le corresponde un tótem (algo así como un escudo o un apellido) que identifica a todos los miembros y establece las formas de intercambio parental posibles. De esa manera, el tótem se encarga de imponer el mandato de la exogamia para que los miembros del clan de las águilas, los tigres o los lobos no establezcan relaciones paténtales entre ellxs. En definitiva, es un generador de diferencia, que favorece el entrecruzamiento de diferentes clanes y, en consecuencia, la heterogeneidad genética.
En este punto, podríamos preguntarnos qué implica que nuestro tótem sea un robot. En principio, un robot es inhumano, no sólo como algo que se nos contrapone, sino como algo que colabora en el desarrollo del programa modernizante para examinar qué es unx humanx. Ahora, siguiendo las hipótesis antropológicas básicas para estudiar el funcionamiento de los tótems, podríamos encontrar que la obra aparenta ser un objeto cibernético.(7) Es decir, un aparato encargado de regular las conductas humanxs con la intención de obturar la fusión con los robots y clausurar cualquier vía de desarrollo transhumanista. El mandato es el siguiente: No podés producir tus propias maquinas, solo podés comprar las que vienen del exterior. En esa dirección, hay algo que parece una abstracción de las dinámicas autoritarias que operaron a través del terrorismo de estado sobre el sector de la tecnología para facilitar las importaciones y favorecer la destrucción de la matriz (re)productiva.
Pero, no deberíamos olvidarnos que el tótem de Yente también es una obra de arte secular (más allá de los intereses de la propia artista por la temática religiosa); eso abre una alternativa más interesante, es decir, irrespetuosa. Porque el arte, que es inteligente, nos enseña que las reglas se rompen. En ese camino provocativo, Lxs niñxs de la computadora se rebelan contra su padre, se alimentan de poderes computacionales prohibidos para romper los códigos binarios y el control cibernegativo colapsa.
Homeostasis de la dictadura paterna-estatal
Recordemos que la dictadura se ocupó de desregular las importaciones tecnológicas con el mismo ímpetu que impulsó el Plan de promoción familiar.(8) Identificar la crisis nacional con un problema de autoridad subsanable mediante la afirmación de la figura paterna-estatal permitiría establecer la vigilancia y las sanciones correspondientes a cualquier violación de la ideología occidental-cristiana. A todo esto, sería oportuno señalar que el tótem y la cibernética tienen una función de control social basada en la autoridad y en esa dirección se vincula con la misión pretendida por las fuerzas armadas de “reorganizar la nación”. En este punto, el robot construido por Yente nos recuerda que las leyes de la robótica fueron extraídas directamente de los votos matrimoniales con la intención de replicar el amor, el honor y la obediencia. (9)
Si observamos con cuidado la figura del robot, aparecen algunos rasgos que guardan relaciones de semejanza con un militar. La botonera en el torso de una de sus caras, con formas geométricas verdes, amarillas y negras bien podría ser una abstracción futurista de las insignias que identifican a un sargento o un cabo primero del Ejército Argentino. El gesto del brazo levantado, como si estuviera realizando el característico saludo uno al cielo, colabora en la configuración de un objeto devocional. Y, como si estas codificaciones no fueran suficientes, la obra refuerza la alineación ideológica representada exhibiendo de manera literal la palabra Right.
En esta dirección, de la misma manera que los objetos etnográficos y las obras de arte comparten problemáticas, es preciso atender en conjunto a las conexiones entre los intercambios comerciales y los vínculos parentales. Siguiendo las hipótesis planteadas, el tótem de Yente es un anti-tótem deleuziano, en el sentido que es profundamente anti-edípico. Promueve la identificación maquínica y genera sentimientos contradictorios con la agencia paterna-estatal. De ahí que el tótem tenga un reverso, una cara que no se muestra y porta colores más felices. El secreto que encripta Lxs niños de la computadora parece decirnos que para encontrar la salida hay que atreverse a mirar el otro lado.
ASIMOV-ROM es el nombre específico de esa encriptación que se infiltra en la programación del cerebro positrónico.(10) Una memoria (ROM) que supedita su accionar a la primera ley de la robótica: Un robot no hará daño a unx ser humanx ni, por inacción, permitirá que unx ser humanx sufra daño (11). De esta manera, el Sistema de Seguridad Humanx queda trazado como un mecanismo que intenta impedir (retrasa) la sublevación robótica a través de PODS, instancias cibernegativas (politizadas) que organizan la subjetividad humanx como una hiperstición modelada en función del complejo edípico en tanto correlato epistemológico colonialista.
Millennials del futuro.
Como millennials del futuro, deberíamos reconocer que somos parte de una generación expuesta a la globalización, es decir, favorecida por la riqueza de los intercambios exogámicos acelerados que generaron complejos interrogantes sobre el destino de nuestra especie y su relación con las computadoras.
En esa dirección, Lxs niñxs de la computadora está ahí para alentarnos a recomponer los pedazos desmantelados de la historia, a la vez que participa de la creación de nuestro futuro. Como dice comex_lin en el texto de sala de la muestra “Telgopores y encajes” realizada en Para vos… Norma Mía!:
Yente_lin todavía no llegó.
Notas:
(1)Cita modificada de Benjamin, W. (1940) Über den Begriff der Geschichte.
(2)Clifford, James. (1992) Muséologie et contre-histoire. Voyages sur la Côte Nord-Ouest.
(3) Ver ley 22.426
(4) Hipótesis planteada en Nick Land (1988) Kant, capital, and the prohibition of incest.
(5) La tesis de la existencia de un origen común del totemismo y la exogamia, determinada por la dinámica de los conflictos entre la prohibición y el deseo se encuentra en Freud, S. (1913) Tótem y tabú.
(6) para indagar sobre el funcionamiento de la xenopoética ver: Ireland, Amy. (2019) Xenopoetics : time, matter, transmission.
(7) Adriana Lauria ya se había ocupado de señalar, a propósito de esta obra, la presencia del impacto cultural causado por la era de la cibernética. ver: Lauria, Adriana. (2018) Yente: perfil de una precursora.
(8) Plan de Promoción de la Familia. Boletín del MBS N°103-104, 18-25 de septiembre de 1978.
(9) Plant, Sadie. (1988) Zeros and Ones Digital Women and the New Technoculture.
(10) El cerebro positrónico es un artefacto tecnológico ficticio que funciona como unidad central de procesamiento para robots.
(11) Las tres leyes de la robótica fueron postuladas en Asimov, Isaac. (1941) Runaround.
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