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Claudio Golonbek

Something about Leonora (& Eduardo)



La reciente compra del empresario Eduardo Costantini de la importantísima pieza de Leonora Carrington (1917-2011) “Les Distractions de Dagobert” (1945) generó en personas vinculadas al mundo del arte –entre bambalinas- algún corrillo sobre la supuesta paradoja de que un coleccionista argentino no manifieste claras preferencias en relación al arte local y lo haga sobre otro segmento regional. Este hecho ocurre en sincronía con algo que ya se observa desde hace años que es la baja perfomance –particularmente en materia de precios- de las escasas obras de nuestros connacionales que se presentan en subastas internacionales. Para avanzar sobre esta idea entiendo importante en primer término separar bien ambas cuestiones. Con sólo leer sobre la provenance, literature & exhibited de la obra -que son tres drivers fundamentales en la determinación del valor simbólico- era notorio que se estaba en presencia de una pieza PREMIUM. El star auctioner inglés de Sothebys, Oliver Barker lo señaló así antes de arrancar: “a defining Masterpiece in Carrington´s career”. Si además nos adentramos en la extensa sección [Catalogue Note] su potencia visual y cultural se multiplica. Mary Leonora además de ser una prominente figura del movimiento surrealista, se apellidaba Carrington Moorhead, o sea no sólo es de ascendencia inglesa, sino que además lo era en una condición social apta para ser presentada a los 17 años ante la realeza británica, hecho ocurrido bajo el reinado de George V, el abuelo de Isabel II. Su pareja en una parte de su vida fue el artista alemán Max Ernst (record de cotización en USD 24.5 millones) y además dentro de su propio mundo de élite era considerada una ‘rebelde’. El poeta, escultor y mecenas inglés Edward James la definía en un texto de 1948: [“A ruthless English intellectual in revolt against all the hypocrisies of her homeland, against the bourgeois fears and false moralities of her conventional background and sheltered upbringing”]. En esa visión crítica de cierto mundo y valores conservadores, se nacionalizó mexicana. Todo lo señalado en estos párrafos, no tiene por intención una defensa del empresario E.C. –quién sin dudas se las arregla perfectamente sólo en estas cuestiones- sino dar un contexto realista y criterioso de las motivaciones que llevan a la compra de arte. Dentro de esta lógica es imposible no considerar también en el precio alcanzado <USD 28.5 millones> implica una enorme atención por parte de los medios de comunicación dado que a esa ‘calidad’ de circulación global también se le podría asignar un valor económico. Ahora sí, después de este necesario racconto es posible volver a la reiterada pobre perfomance local durante la semana de las subastas TOP en Nueva York. En primer lugar, creo que a esta altura de la realidad, la falta de recursos monetarios no puede ser más un argumento esgrimido. En el ranking de los Billonarios Forbes, 6 son de Argentina y el empresario en cuestión es uno de ellos. Es bastante seguro que en el mundo concreto de los negocios debe haber algunos más que las técnicas de medición de Wealthy no alcanzan a detectar. ¿Entonces si no es el dinero, que es? Sobre esta cuestión, además de la pregunta, sólo puedo dejar una idea muy general que me la auto plagio de un reciente paper que publique titulado “Misterio de Economía (1981-1991)” texto motivado en la ya histórica enunciación que nos dejó hace ya más de 40 años Federico Manuel Peralta Ramos. En el trabajo describo parte de las paradojas del mundo del dinero en este país (pesos y dólares), y en la sección de conclusiones planteo una idea a considerar, que el nuevo eje de interrogación ha pasado a ser “Misterio de Sociedad”.

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