- Fátima Pecci Carou
Hija de puta! Conchuda! Pintora!
Como vecinas de una misma cuadra, que se mandan mensajes clandestinos para combatir o conspirar, como vecinas de barrio donde el chisme es información subversiva, en código, palabras de complicidad, unidas por el oficio cual panaderas, para avanzar sutil pero densamente como bloque o células dispersas, que van llevando una bandera-deseo de textura suave, colores brillantes y aparentemente inocentes, pero de trama poderosa y en cuya urdimbre se guardan las armas para la lucha, que no son más que pensamiento y pinceles.
Sonidos de cadenitas con adornitos que cuelgan de los cuellos femeninos, a veces perfumados, otras veces cansados. Como objetitos de cerámica que fuera antigua pero que hoy es de plástico, como miles de pedacitos rotos y estallados, como si la hubiesen cagado a palos y que de esa fractura se haya multiplicado el coraje y la decisión, como una imagen que se muestra a propósito chiquita y frágil, pero cuya estrategia es en realidad, activar una onda expansiva atomizada que tome territorio.
Como un pedazo de tela que debe haber sido de alguna mantita para tapar como una leona a los gatitxs o cachorritos y dar cobijo a la obra y a los hijxs. Como una geometría perfectamente delineada como lápiz de labio para tantas veces tener que explicar lo evidente, que a los varones artistas ni siquiera se les cuestiona.
O como un cuadro que no existe, que te lo están pintando ahora adentro de tu cabeza, usando como trazos los dibujos que van formando las curvitas y las rectas de las palabras y las letras escritas a mano en un lienzo al natural, o a través del timbre de su voz haciendo una descripción pictórica, o a partir de una proyecto de investigación contado con diapositivas en loop. Es decir, todos los medios pueden ser materiales posibles para construir un pintura.
Ellas son 17, y la curaduría que realizó Carmen Ferreyra te va llevando como un mapa de búsqueda del tesoro, cada número en la pared es una pista para ir reconociendo en cada obra a una pintorA, a una colega, a una tesora. Las obras se aparecen en cada giro como vestidos de fiestas, otros como mamelucos de trabajo o como armaduras, y así cada pintorA, en cada rincón de la sala, despliega un ejercicio de años de trabajo e insistencia.
Irana Douer, directora de la galería y dibujante express de ella misma en blanco y negro siendo mil veces ella misma, dice que todas las obras dialogan de tal manera que terminan por crear una sola y gran obra.
Hija de puta! Conchuda! Putita! Me gritó un tipo cuando estaba caminando sola por la avenida Forest casi llegando a la muestra. Cuando vi el cúmulo de gente en la puerta de la galería Ruby, sentí el alivio de poder contar esta agresión y que otra amiga /compañera me diga "a mi también me pasó". Porque sí, somos hijas de las putas, bujas, hijas de las conchudas, hijas de las pintorAs, que un día se cansaron de andar "solas" por la calle del arte contemporáneo y se juntaron para activar otra historia del arte colectiva y feminista.