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Juan Laxagueborde

Minutas y fantasía

Hay un ritmo de los libros de poesía argentina post 2000 que los hace parecer naturalmente autobiográficos. Como si no estuviesen preparados para la fantasía, que es una palabra que aparece varias veces en este libro: Prendan el horno, de Martina Juncadella (Ed. Socios Fundadores, 2018). Tampoco hay demasiados poetas que tiren para el lado de la metamorfosis o el simulacro. Este es un libro que proviene de la simulación, no de la autobiografía. Tiene esa zona, aunque hace algo con la autobiografía, la dialectiza, la pone de un modo estético, una forma no real: le agrega mentira.

La intervención de Martina en la poesía contemporánea, en la poesía veinteañera, es clave. Martina logra producir, desde que sacó sus ocho poemas autoeditados hace un par de años, algo poético pero a la vez frío, austero y soviético. Esa austeridad en el verso, ese ir al hueso, también tiene desparpajo. Esta es una tercera cuestión que no se encuentra muy seguido en la cantidad proliferante de la poesía que se edita.

El libro tiene una forma de hablar desbocada. En muchos poemas habla del escenario, de una mujer afectada por el escenario, que mete la mano atrás de bambalinas para cuidar a su hijo, y que también se ve afectada por el público. Los poemas rayanan la locura: ¿qué pasa si la voz está loca y nosotros somos la racionalidad? Hay un contraste entre el lector convencional y el autor loco. Esa dialéctica lo que hace es pensar la miseria del lector y la libertad de la literatura, eso nos vuelve chiquitos ante la literatura. Porque la literatura, en algunas vertientes, generalmente tiene una especie de literalidad que busca la empatía con el lector. “Viví en una parte del mundo / un paraíso rosa y gris”. Ahí hay algo de la clave del libro: el rosa remite a lo doméstico, lo que está al alcance de la mano, pero lo gris es lo tremendo: el libro está siempre al borde, cuando va al rosa, aparece lo gris y ahí aparece el chiste que sale del paso.

Prendan el horno es una frase a la italiana, con ese cantito, del tipo “poné los fideos”. Pero no es una orden: parece decir “se viene un festejo” o “estamos a punto de estar en una”. Hay algo comunitario de cierta invitación a la locura. El lector se siente en ese mundo de la fantasía, de la puesta en abismo de cualquier identidad. Es un libro esquizofrénico, se mete en distintas identidades que habitan ese estado. Martina puede ser madre, tía, actriz. Es un libro valiente que rompe el pacto, un poco empastado en la literatura argentina, entre el texto y el lector. Es un libro que piensa la poesía como un lugar de incomodidad, de antipatía, pero una antipatía que genera una rispidez, una fricción. Leer este libro desnaturaliza al lector, le muestra que su vida no es literal. Eso es espectacular.

En alguna parte dice “la fantasía revienta y todo”: la fantasía se puede terminar, reventar, producir una hecatombe que puede llevar a una fantasía mejor. Este libro participa de una tradición literaria un poco más complicada, más difícil de generar: la de la poesía como invento de realidad, como algo no al alcance de la mano. “Estoy acá como puedo / todos deberían intentar / pensar algo concreto y después / pensarlo al revés”. Esa idea de trabajar o redefinir algo que no se vivió, una escritura sobre la imaginación, sobre algo que no se vivió, esa doble redefinición vuelve al libro un objeto extraño, en el caldero de lo que significa ser alguien en tiempos de nadie.

Prendan el horno Martina Juncadella plaqueta , 39 páginas

Publicado en 2018 por Socios fundadores

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