Para Rosario
Para Rosario Bléfari todo nuestro amor en forma de fanzine colectivo colaborativo. Infinitamente agradecidas a vos y a todxs les que participan en esta ofrenda:
Ana Inés López
Andrea Danelli y María Anelli
Antolín
Beatriz Vignoli
Ezequiel Radusky
Flavia Garione
Flor Cugat
Javier Punga
Javier Sisti Ripoll
Manuela Vecino
Natalia Acosta
Paula Trama
Rodri Barcos
Tomás Fox
Valeria López Muñoz
Vir Negri
Activaciön Monasterio/Cösmiko Galería Club
Ana Wandzik
Fátima Pecci Carou
Franco Melhose
Javier Punga
Lu Gasconi
María Guerrieri
Maximiliano Masuelli
Muriel Bellini
Pablo Masino
Santiago Motorizado
Santiago Gasquet
Iván Rosado y Valeria López Muñoz
Rosario Bléfari y Tomás Fox
editorxs: Vale López Muñoz, Flor Cugat, Guada Creche, Revista Jennifer
diseño: Agus Ceretti
PARA ROSARIO
x Lucía Gasconi
x Franco Melhose
x Ana Wandzik
Rosario recomienda libros
Rosario llega al canal en bicicleta
Rosario usa zapatillas deportivas
Pero le gustan las topper de punta blanca para usar con vestidos y polleras.
Rosario nace el 24 de diciembre
A Rosario le da vergüenza que le saquen foto desnuda pero también quiere hacerlo
Rosario tiene la más linda de las sonrisas
La canción preferida de María se llama “Rio Paraná”
La canción “Reservado” es re Andre
A Rosario le gusta escribir cartas
Rosario usa palabras hermosas
Rosario tiene cara de niña
Rosario roba libros para regalar
Rosario y Nina
Rosario usa el pullover que le tejió su mamá
Rosario está convirtiendo la casa de su papá en un laboratorio
Rosario quiere tocar el tambor en La Pampa, pero no tiene un tambor y su prima le presta uno
No sabemos qué canción toca, queremos que no termine nunca
x Andrea Danelli y María Anelli
La primera vez que vi a Rosario Bléfari fue en un teatro o pub chiquito, no tengo precisión del año, 2003 o 2004. No sabía bien quién era, fue un show muy performático que en ese momento no entendí muy bien; ella estaba en malla, se tiraba al piso, gritaba. En esa época estaba descubriendo muchas cosas y todo era potencialmente entendible y disfrutable, había mucho sobre lo que tenía que aprender.
En el año 2004 descubrí el disco estaciones y lo escuchaba todo el día y en el 2005 descubrí Belleza y Felicidad.
En el 2007, por algún medio virtual, me enteré de que Rosario Blefari iba a dar un taller de letras de canciones y me anoté. Se daría en un espacio nuevo en el barrio de Flores que se llamaba Estudio Urbano, los martes o miércoles por la tarde temprano. La idea de conocer un barrio nuevo también me encantaba, me tomé el 99 y fui. Íbamos llegando y juntándonos todos en la puerta, en un momento llegó Rosario en una bici playera roja con ropa muy relajada, un jean y una remera que le quedaban bastante grandes, como si viniera de hacer algún trabajo de pintura. Nos indicó que pasáramos a un salón, se paró adelante de todos y dijo: bueno, yo soy Rosario y vamos a hacer un taller de letras de canciones. Ahí me di cuenta de que nadie la conocía, en mi imaginación todos se le abalanzarían a preguntas sobre su carrera y su vida, pero no. Eramos un poco más de diez personas muy distintas entre sí, de todas las edades, era un taller barrial. Ella se desenvolvía como si fuera una maestra de escuela, jamás mencionaba nada de su carrera ni de su vida, se preocupaba por cada tallerista y lo que escribía, dándonos indicaciones personalizadas. El taller duró unos meses y en él escribimos mucho, siempre desde la poesía más que desde la música (lo cual para mi era una ventaja porque de música no sabía nada).Nos hacía hacer ejercicios, yo escribí un cuaderno entero. Hacia el final del taller quedamos seis personas: dos chicos que escuchaban metal, otro que era un rolinga sofisticado, dos personas más grandes y yo. Rosario siempre tenía la misma actitud y clase a clase me fui acomodando a la idea de que un ser tan simple y luminoso sea Rosario Bléfari.
En general iba a todo los acontecimientos que ella generaba si tenía la posibilidad, la seguía. Porque además de artista ella era una gran gestora y activista cultural independiente.
Los años y los momentos en los que las diferentes realizaciones que Rosario hacía llegaban a mí se daban en diferentes ámbitos y con distintas personas, y no tienen un hilo conductor: un día encontré en una librería de la calle Corrientes un libro verde muy chiquito publicado por Eudeba que se llama “Somos nuestros genes” y ahí me enteré de que también era dramaturga. Cuando la vi en la película Silvia Prieto me enteré de que era actriz, otra vez encontré un librito de ella publicado por Belleza y Felicidad y me enteré que escribía poesía, leyendo una nota me enteré que era mamá y así.
Cada vez que Rosario aparecía desde alguna de las manifestaciones que tenía su vida se abría en la mía una puerta más.
Una vez me acuerdo de que fui a un recital en La plata y observé que todas las chicas eran iguales a ella, y me di cuenta de que era mucho más que una moda, era más bien un cambio de paradigma. No era que todas estaban vestidas iguales, sino que todas eran una posibilidad de ella. Una forma nueva de ser mujer, argentina y experimental.
En el año 2013 hice mi primer publicación y un dia una chica que iba a taller con Rosario le llevó mi libro donde ella está nombrada. Yo no sabía si el libro era exactamente de poesía y tampoco sabía si era un libro. A los días me encontré con una reseña que ella había hecho sobre mi librito en su blog leerentodaspartes.blogspot.com, no podía creer que la persona que para mí realizaba las expresiones artísticas más adecuadas y maravillosas escribiera sobre algo que yo había hecho. Fue como flotar en una nube. Había llegado a comunicarme a través del lenguaje de la poesía con la mejor persona del mundo.
Un dia fui al ciclo Alrededor, en el que leían Roberta Ianamico, Susana Pampin y otras poetas en la Biblioteca Nacional. La escuché leer a Susana y me encantó, entonces les propuse a las chicas de Campotraviesa que la publiquen y como necesitaba el contacto de Susana le escribí a Rosario a lo que ella me contesto “in-cre-i-ble justo te iba a escribir para el próximo ciclo alrededor”. No tengo fotos de ese día, me acuerdo que me fueron a ver muchos amigos y yo estaba en el escenario al lado de ella; yo anteúltima, ella última. Yo estaba en un escenario al lado de Rosario. Nunca voy a olvidar ese regalo y generosidad.
Todos estos acontecimientos para mi fueron importantes, todos ellos me permitieron armar una idea de ser humano que creía que solo estaban en mi deseo e imaginación, una idea de ser humano superadora. Quizás parezca una exagerada y no sé si se trata de un fanatismo o mi forma de ser fanática tiene sus características particulares, pero tuve muchos momentos en los que la idea de Rosario me ayudaba, ya sea: a pensar alternativas diferentes a una situación; de refugio cuando me sentía sapo de otro pozo o de estímulo cuando quería generar algo nuevo. Por eso para mí ella es tan importante, es más que una gran artista, es alguien que a la distancia me enseñó a construir un circuito emocional que hoy me ayuda a vivir.
El lunes 6 de julio de 2020, el día que nos enteramos de su muerte y todo en las redes sociales fue ferviente homenaje, me encontré en twitter con un poema de ella que no había leído, el cual respondía a mi poema en el que había sido nombrada, fue un mensaje mágico.
Mi poema:
18. Le mando un mail a rosario bléfari contándole que no tengo trabajo
y que por eso no puedo ir a su recital
Su poema:
Verse
Me regalaron un libro en el que soy mencionada: Recuerdo el hecho que comenta el poema, recuerdo todo y fue como ver algo del otro lado del espejo. O el contraplano. Ahora yo menciono el poema y alguien también va a poder verse del otro lado y así hasta quién sabe cuándo. Que no se corte. Esto ya había pasado antes.
x Ana Inés López
x Santiago Motorizado
Preservado
Quisiera escribir un poema
en el cual pueda usar todas
las palabras más hermosas
de todos los idiomas
Y aún así no podría ni
siquiera aproximarme a
lo más profundo de lo
que quiero decir
Porque la poesía en sí
misma además de
narcisista no es más
que versos, tonos,
ritmos métrica unida
caprichosa
y ficcionalmente
En cambio su unidad
mínima las letras que
forman palabras pueden
ser tanto poemas como
canciones y hasta
conversaciones pero
sobre todo sirven para
guardar los mejores
recuerdos
Y acá estoy uniendo algunas letras para no
olvidarme jamás de quién fue mi mejor
escuela sentimental
(Poema dedicado a Rosario Bléfari) x Rodri Barcos
“Tal vez recién ahora se esté terminando el siglo veinte” escribió Rosario en su diario hace unos meses. Y eso sentimos con su partida, que se terminó de llevar el siglo XX, su último brillo, una calidez que ahora está encerrada solo en su voz sonriente. Pero si algo también se rompe hoy es la idea de tiempo y su clasificación. Solo queda la presencia y el espacio. Y Rosario estuvo en todos lados, todos tienen anécdotas lindas con ella. Cómo pudo haberse expandido tanto y a un nivel tan cercano y personal. Y aun así era nuestra ídola. Y lo seguirá siendo.
No puedo dejar de imaginarla en sus últimos días, en la carpa de su habitación de Santa Rosa, haciendo collages de papel o tomando mate cocido con pan, leyendo a Mancilla, plantando flores o viendo películas antiguas con su papá, haciendo de la dispersión su rutina, caminando siempre hasta la más hermosa sencillez.
x Antolín
x María Guerrieri
Los jueves por la mañana de la primavera del 2006 comencé a asistir al taller de Leonel Pinola. En un precioso edificio parisino situado en la siempre cutre y querida diagonal 80, pasábamos las horas escribiendo, dibujando, pintando, pensando en la forma, el color y conociendo artistas. En esas mañanas claras, de esos lejanos inicios del 2000, Leonel me mostraba el arte de tapa de un disco, presionaba sobre su equipito de música y ponía el CD. Mientras el humo de los cigarrillos parisienne se arremolinaban hasta el techo, sonaba “Estaciones” de Rosario Bléfari. En ese momento crucé un portal y el mundo se desplegó ante mí.
Rosario tocó en el 2007 en la Estación Provincial de La Plata. Recuerdo su magia, los ladrillos de las paredes, los pocos que éramos eufóricos y expectantes. Estábamos sentados en sillas negras de plástico, mirándonos, reconociendo algo en nosotros. Esa fue la primera vez que la vi. Otra vez, fuimos con mis amigos a un festival en el planetario, era una noche estrellada de primavera. Fue explosiva esa fecha, Rosario saltaba feliz por todo el escenario y sin parar de sonreír, movía el cuerpo y la cabeza de un lado al otro. Estaba vestida toda de negro, tenía guantes de tul y los labios rojos, quedamos enamorados para siempre. Ese recital fue masivo. Ese mismo año cantó en un bar que se llamaba Frida, un bar genérico de ésta ciudad que ya no existe. Éramos cinco, ella tocó y bailó como si fuéramos cien.
La mayoría de las veces siempre la vi en La Plata, siento que de algún modo amadrinó o generó una hermandad con la escena efervescente del indie local. La Plata por esos años fue un lugar muy Bléfari, recuerdo perfecto esas noches inolvidables de frescura juvenil y experimental, cuando acompañó a los 107 Faunos en la presentación de sus dos primeros discos. Mágicos recitales y estimulantes talleres de escritura también sucedieron en su tan querida Cósmiko galería. Rosario fue parte de esa alegría colectiva, de esa posibilidad en un momento en el que todos empezamos a producir, leernos, escucharnos y generar espacios. Ella, cómo se movía, cómo destinaba ese amor y ese deseo a su obra, era nuestro cielo, nuestra referencia.
Pienso en Rosario y se me vienen ideas que escriben una suerte de manifiesto elástico y vitalista. Cosas como que una nunca produce sola, que construye una sensibilidad con sus amigos, un pensamiento, una obra!. En jugar, registrar e incluir el caos y el paisaje. Las estaciones, las horas del día. Lo perfecto, lo imperfecto y lo complicado, pero posible. Lo autogestivo y lo exploratorio.
Sobrevoló la ciudad de La Plata como un ave luminosa, nos dejó mirando el cielo, pensando en las estrellas, en su brillo y gracia en cada aleteo. Si tuviera que dibujar esa insignia familiar, ese escudo, haría un corazón dentro de un cuadrado, protegido por una pequeña y delicada ave.
Gracias Rosario!
x Flor Cugat
x activaciön monasterio/cösmiko galería club
La primera vez que vi tocar en vivo a Rosario fue en el patio de una casa en Tandil. Exactamente a una cuadra de lo de mi vieja, donde yo vivía en aquel momento a mis 18 años. Había sido un día especialísimo de verano. Esa tarde me enamoré de uno de los pocos chicos que me trató bien en la vida.
Fui al reci con mi mamá, allí también estaban varixs amigxs. Recuerdo ver a Rosario cantar y agitarse y pensar que no estaba sola en lo que me pasaba con la música; pensar algo así como “a mí me pasa lo mismo que a ella”. En aquel momento me solía invadir una vergüenza por el fervor que me producía estar con la música, a veces me sentía ridícula. Creo que estaba en un despertar y no podía contenerlo, quizás no podía clasificar esa emoción, ese rapto súbito. Lo cierto es que sentí una identificación muy fuerte, probablemente haya tenido que ver no sólo con que esta vez tenía frente a mis ojos a una chica en vez de a un chabón sino porque ella no estaba relacionándose de la misma manera con la música que otrxs colegas. Había algo más en ese presente. Un encanto, una verdad. En un momento logré darme cuenta que su cuerpo hacía aparecer la música y en el mismo instante se entregaba al placer de ese acto. Y que esa relación era infinita, necesaria y fundante para ese arte. Condición sine qua non.
Me fui de ahí descansando en la idea de que ahora ya sabía en quién iba a pensar cuando me diera timidez el poguito. Invocaría la custodia punky de Rosario.
Rosario me disparó reflexiones precoces y quizás algunas un poco inocentes pero muy pujantes en mí. Imágenes que quedaron cristalizadas en mi mente y en mi corazón y fueron dibujando un camino loco hacia todo lo que vino después.
La vi cantar en un sótano de Almagro. Vi en ella el arte sensible del cantar. Su cuerpo como vehículo de todo aquello que pasaba en ese espacio-tiempo. Las palabras hacían eco en su cuerpo. Su concentración, su atención inmanente. Entendí lo que implicaba cantar viendo a Rosario, entendí de alguna manera cómo se cantaba una canción. Recuerdo que entre la euforia de ese descubrir y el dominó de pensamientos se me abría la pregunta: ¿Cómo hacés para cantar así? Mejor dicho, ¿Cómo podés volver a cantar esta canción así? De ese modo, una vez más… ¡La cantaste miles de veces! Rosario duenda, Rosario maga.
Cuando estos días leía por ahí cómo nos tachaban de ególatras a aquellxs que nos pusimos a compartir todo tipo de anécdotas que nos unían a ella me resultaba absurdísimo porque no estábamos hablando de nosotrxs sino de su capacidad de dejar una huella, fue el modo que encontramos de celebrar esa gracia. De recordarla, de agradecerle, de acercarnos.
Rosario propició miles de momentos íntimos, fue la fundadora de los mejores encuentros con nosotrxs mismxs y con otrxs. Tuvimos ese impulso porque la sentimos una enlazadora de mundos. Quizás todo esto para ella fuera completamente desconocido. Es por eso que algunxs nos estuvimos preguntando si realmente sabría todo lo que la queríamos. Y es probable que sí, porque era muy inteligente. Pero también es posible que su humildad le blureara un poco todo eso. Andá a saber. Lo cierto es que aquí estamos y una vez más, como dijo una amiga suya, hizo “reunir las fuerzas creativas”.
Rosario adalid de la canción
Rosario poeta
Rosario melodía
Rosario la one Rosario mostrooonaaaa
Rosario hablaba sonriendo dijo Vale
Rosario brillito en los ojos siempre
Rosario icónica
Rosario generosidad
Dije Rosario maestra a pesar de que me digan que vos “odiarías que te digan así”. Creo que te caería bien que afirme mi posición. Creo que me invento una Rosario y eso también te caería bien. Porque a decir verdad, no nos conocimos y sin embargo a veces pienso que entendí tus gestos, tus modos, tus arrojos, tu brío.
Maestra porque estabas ahí, siempre con lxs pendejxs, siempre accesible. Maestra en el mejor sentido del término, en su acepción no verticalista, eras tan genial que entendías que podías aprender de cualquiera y en cualquier momento y lugar. Maestra por mostrarnos eso, que el descubrir es con le otrx y que no importa demasiado quien sea ¡sino estar prendidx! Maestra que, quizás sin querer, nos diferenció en treinta palabras la paja del trigo y la pavada del arte. Nos sorprendiste a todxs con esas reflexiones en clave casi confesionaria sobre tu relación con los rockeros rancios de la escena local. Tweets que tuve que leer dos veces porque creo que la polémica no era algo que te caracterizara entonces, wow, me costaba creer lo que leía. Siempre hiciste lo que quisiste. No te ibas a quedar con las ganas.
Me pierdo entre recuerdos, invento más Rosarios: fanática de escuchar. Maestra frescura. Rosario me saco las ganas y Rosario asombro. Me parecen todas ciertas. Maestra Rosario jugando, contagiosa. Rosario y lo chiquito, Rosarito. Rosario en la deriva curioseando o Rosario revisando aquello que algún momento pasó por alto. Perdón por divagar, querida Rosario. Estoy intentado hacer lo que quiero para parecerme a vos. Si pienso en algo lindo que me podría pasar es tener al menos un poquito de tu voluntad. Acercarme a tu manera de pensar el arte y, sobre todo, de vivir con él.
x Manuela Vecino
x Maximiliano Masuelli
La vergüenza está bien
Escribo al calor del final del verano en marzo del 2020. Próxima estación: otoño. Ahora es invierno, la estufa está encendida. No sabemos muy bien cómo cambiaron las estaciones y nuestro entorno. En Mar del Plata, lugar en el que nació Rosario Bléfari, anuncian nieve para hoy: “Con una foca en la bañera y saludos en la nieve”. El verano en el que comencé a escribir sobre ella parece un sueño agradable. En estos días, cientos de personas escribieron sobre Rosario: notas, dedicatorias, cartas al viento que se desplazaron por la fibra óptica de Internet. En la reconstrucción de su obra aparecen textos nuevos ¿Brotes de una primavera que está cerca? No me extrañaría que cada vez aparezcan más, como un archivo imposible de ordenar. Ese desorden superior que define en una de sus canciones. Cuadernos marca Gloria de tapas blandas y floreadas; cuadernos Rivadavia de tapas duras, papel araña y colores varios, agendas, anotadores, almanaques del año 1987; servilletas de bares y cafés, recetas médicas; pasajes de larga distancia; fotos con inscripciones y dedicatorias; cartas recibidas y nunca enviadas. Atraviesan años, mudanzas, cambios de domicilio, rutas de distintos países. Los poemas escritos en estos soportes parecieran ser inseparables de ellos; hay algo imposible de escindir entre la letra y el papel. Deben esperar más de treinta años; precisamente al 2019 para que la editorial rosarina Iván Rosado los edite bajo el nombre de Poemas de los 20 en los 80. Sin embargo, no es lo primero que publicó Rosario Bléfari, cuya incursión en la literatura, a medida que pasaron los años, fue cada vez mayor: Poemas en prosa (Belleza y felicidad, 2001), La música equivocada (Mansalva, 2009), Antes del río (Mansalva, 2017) y recientemente Las reuniones (Rosa icenberg, 2019) y Diario del dinero (Mansalva, 2020). Erika Escoda, una amiga de Rosario, me cuenta en un café que a mediados de los ochenta, Rosario fue conocida, antes que nada, como poeta. La música funciona, de esta manera, como plataforma desde la que se impulsa la condición textual. Es necesario retroceder a los momentos previos de esa experimentación sonora y estética. Sus libros pueden pensarse como el lugar en el que se prefiguran una serie de fijaciones en relación a la dimensión musical, que se desencadenarán más tarde: la escritura poética como vehículo y transición hacia otras disciplinas artísticas. Hay una compulsión por la escritura poética entendida como espacio, sala de ensayo, laboratorio de ideas y de otras prácticas: “Algunas tristezas/ intervienen/ su tiempo/ en mí./ Investigo sus fuerzas motrices” (2019: 57). Su voz que se desmarca de la poesía en tanto registro escrito, como si el soporte reportara una falta o fuera insuficiente: “Las poesías que recito/ cruentas/ cuando pueden/ que pim y pum/ qué líos/ que las poesías no son poemas/ que los cánticos/ cuando hay/ cuando queman/ que viven/ que retuercen/ que viento en contra/ por los calores/ por el tiempo/ shh...”. Habría que preguntarse si los textos de Bléfari que anteceden a la posible dimensión “musical”, ya forman parte de una capacidad sonora que puede ser armónica, melódica, rítmica, performativa. Quizás sea posible advertir en sus poemas, letras y canciones la conformación de una misma voz que muta a través del tiempo y de los distintos formatos. La pregunta sería: ¿Cuántos lenguajes puede atravesar una voz? ¿Puede atravesar los ámbitos poéticos, musicales e incluso cinematográficos? En su última película Family Romance (2019), Werner Herzog dice algo así como “si quieren hacer películas lean literatura”. Como si la mente fuera una máquina que produce con despreocupación, un sistema de producción artística que se inscribe como una misma práctica expresiva y que utiliza todos los recursos técnicos de los que se disponen: la configuración de una poética a partir de una serie de elementos, la ruptura sintáctica, la melodía. Si bien la producción pareciera ser a simple vista anárquica, su recepción no lo es del todo. Cuando esos objetos culturales trascienden y circulan en libros, recitales o playlists de música no se presentan dudas respecto de lo que son. Esos cuadernitos “sucios y desprolijos, ráfagas de nada” que alojan a los textos parecieran ser los soportes que suprimen una posible dimensión oral a la que se alude insistentemente; como si el texto ansiara una amplificación que todavía no posee. La dimensión de la escucha conforma esa interrelación de un individuo hacia otrx: se sitúa por encima del contacto casi físico; es decir, en la terminología de Jakobson, “escúchame” es una expresión fática, un operador de la comunicación individual. Cuando Bléfari dice que la suya es una escritura que “casi no se escucha” se piensa el acto de escribir a partir de una voz nueva que inaugure esa relación. Es singular, entonces, que el segundo poema del libro comience de este modo: “Trepado al surco del sonido/ oigo lastimarse al corazón”. Hay un intento, en el plano de la escritura, de trasgredir un límite material para acceder a otros espacios (la escucha para Barthes siempre implica un territorio y un territorio factible podría ser el escenario en el cual se toca una guitarra eléctrica). La música penetra frenéticamente cada lugar de los poemas a través de la articulación de un ritmo y de estribillos de canciones punk: “Yo no soy quién para decirte lo que tenés que hacer/ no seré tu mamá para que me odies/ no seré tu hermana para que me apartes/ no seré tu amiga para que me uses/ no seré tu amante/ para que me idolatres”. Al mismo tiempo, enarbola una consigna tranquilizadora que funciona como bandera o consigna estética: “La vergüenza está bien”.
Para Bléfari, la canción -y la poesía- realmente “nace cuando la escuchan los otrxs”. Es por eso que los textos materializan la experiencia del canto, también, como algo intransferible: “yo cantaba esa canción que te gusta ahora./ Vos podés cantar tu propia canción/ para mí./ Te quedás en silencio para oírme”. Está claro que la música permanece ligada a la experiencia de los límites entre los lenguajes. Regreso, entonces, a la enumeración de los objetos del comienzo: cuadernos, papeles y demás objetos que se encontraban archivados en cajas y se convirtieron en un libro de poesía. Objetos que conforman, efectivamente, un archivo vivo, es decir, la vida como muestra, la escritura como decálogo, poema, y también, como canción.
x Flavia Garione
x Tomás Fox y Rosario Bléfari
x Fátima Pecci Carou
ECO
No se fabrica más la música que eras.
¿Qué hacer con este silencio?
Tengo el corazón a punto de llover y no puede.
Tendrías que haber sido interminable como un atardecer de verano,
eterna, la chica que firmaba con tinta verde
y fotografiaba en secreto maniquíes.
Diste fama a mis chistes, mis malos chistes para músicos,
salvaste de mis peores canciones mi voz niña.
De vez en cuando nos encontramos
en pliegues al otro lado del tiempo,
en noches como sueños
de casualidad, nombre tonto que dan los dioses
a sus conspiraciones benignas.
¿Qué tenía que ver con vos la finitud,
qué te quería la tierra de este invierno,
para quién alineo estas palabras,
ladrillos de una casa que ya no habitará nadie
salvo el eco?
x Beatriz Vignoli
Encontré un fragmento de un mail que me mandó hace poco. Yo le preguntaba qué canciones eran importantes para ella, y ella me respondió que adentro de cada cosa que le gustaba había algo que no, y viceversa. Me resultó una respuesta singular, una especie de ying yang de la escucha, oscura y brillante a la vez, que pone en suspenso el gusto, y subraya en cambio el poder de la atención, de la curiosidad y de la preferencia. Como si en el acto de escuchar, pudiera entrar a una canción y elegir qué sí y qué no.
"Creo que todo lo que leí y las canciones que escuché me marcaron de alguna manera, a veces incluso hay cosas que te marcan por la contraria, y lo que una dice o escribe les responde, les discute. Así no, o eso sí pero eso no me gusta. Me doy cuenta cuando se me ocurre por alguna razón cantar una canción ajena, a veces canciones que escuchaba de chica o de adolescente y siempre aparece algo que no me gusta del todo, al menos para cantarlo yo, lo cambiaría, eliminaría esa palabra o lo diría de otra manera o la melodía la torcería hacia otra parte, ahí una se da cuenta qué es lo que adentro de lo que le gusta, no le pertenece o no le interesa tomar."
x Paula Trama
x Javier Punga
Rosario estaba pasando música en una fiesta del Bafici, año 2007. Yo la interrumpí para darle un CD. Ella lo recordó en una entrevista, años después, como un demo. Lo importante es que lo escuchó y se acordaba. Uno reparte muchos CDs pero en general nadie los escucha ni se acuerda. Nunca grabamos un demo, así que sería nuestro primer disco, en formato CDr, antes de ser editado. Unos meses después la invitamos a compartir una fecha. En ningún momento hablamos de dinero. Accedió a tocar sin pedir nada, ni un cachet, ni un “fijo”. Ella recordó en esa entrevista que estábamos contentos y nerviosos. ¡Sí que lo estábamos! Creo que por nuestra energía, se dio cuenta que la fecha podía andar bien. Era una máquina de belleza que funcionaba a puro entusiasmo. Un modelo que hoy se ve poco.
Horrible es el disco más representativo de Suárez. Horrible es una palabra hermosa. La primera canción se llama “Prueba de valor” y tiene una declaración de principios luminosa y poética: “Quiero resbalarme hoy/ hasta el fondo verde/ una prueba de valor que/ nadie va a ver.”
Hay una pileta con un desnivel curvo desde la parte baja, ya seca, hasta la parte profunda, llena de agua sucia y verdín. Te vas resbalando con los jeans arremangados.
Competis contra vos mismo, como un juego, fuera del ojo de los demás. Te divertis sólo encontrando magia en algo sencillo.
Te animas a la aventura por vocación. Jugás con reglas propias enfrentándo tus límites. Rosario hizo todo eso en la vida. Mientras los adultos conservadores se distraían entre arcaísmos y anacronías, ella aportó fantasía y poesía a un mundo aún deshabitado pero lleno de posibilidades. Lejos de esa mirada adulta. Probando el valor infinito de sí misma.
x Javier Sisti Ripoll
Intersecciones en las diagonales de la vida
El pasado 6 de julio la partida de Rosario Bléfari fue un quiebre aquí en Tucumán, para muches artistas que pudimos conocerla de cerca, ya sea por haberla seguido como fans, o en calidad de alumnes de sus talleres, o por haber compartido situaciones de trabajo con ella. Como homenaje y despedida (que quién sabe si tendrá fin) quiero hablarles sobre ese tipo de encuentros fundantes en la vida.
Conocí la música de Rosario Bléfari en 2004 cuando une enamorade armó para mí y con fines amatorios, un compilado de temas de un indie argentino que yo aún desconocía. Entre otres, ahí estaban Excursiones y Río Paraná, de Suárez. Me gustó mucho la voz de la cantante, su modo, como quien te charla algo, pero a la vez un cantar que arrastra y se eleva como un oleaje. En esa época en la que me estaba enamorando fuerte, la letra de Excursiones fue mi himno cotidiano. No hablaba exactamente de amor, hablaba de encuentros, y esto me gustaba. Yo comenzaba a meterle fichas a esto de ser escritora, tenía una revista. También me gustaba cantar, cantar me hacía feliz. Pero aún no había escrito ni una canción mía y, como no había estudiado música y sólo rasgueaba medio mal la guitarra, no me sentía muy cómoda en el mundo de les músiques. En ese 2004 jamás hubiera imaginado que alguna vez yo tendría una banda pop, ni mucho menos hubiera pensado que cuatro años después de conocer a Rosario a través de su música, mi primera banda -Gomas de Eva- compartiría escenario con ella en Tucumán (2008) .
Para las que estábamos comenzando en la música allá por el año 2007, conocerla fue un flash cercano y calentito. Después de pasar por Suárez, Silvia Prieto y Estaciones, ya la habíamos adoptado como mejor amiga estrella indie. En ese cielo donde titilaban un puñado de astros del pop y del rock mundial que nos volaban la peluca, ahí estaba Bléfari, bien cerquita, a un mail de distancia.
En el año 2007, cuando con Gomas de Eva comenzábamos a componer nuestras canciones, uno de los discos que sonaban continuamente, como una música de fondo compañera, fue Estaciones. Rosario sin dudas había trazado una pista compositiva, poética y autogestiva que titilaba como una gran referencia. Es que en el indie local tucumano la presencia de las mujeres como integrantes de las bandas era bastante rara a inicios del 2000 (aunque las hubo y hermosas, por ejemplo Andrea Magnorsky, Carla Grunauer, y Luciana Tagliapietra), y más rara aún era la existencia de bandas sólo de chicas o lideradas por mujeres. En este contexto, la existencia de formaciones argentinas como Suárez y después Rosario Bléfari Solista era una referencia propiciadora para las bandas de la pequeña comunidad indie pop tucumana- estaban surgiendo algunas bandas de chicas y en todes les amigues de la música un ímpetu por lanzarse a componer, tocar con espontaneidad, una búsqueda de letras muy especial, en fin, un arrojarse a una pileta llena de poesía y música, con todo eso que une tenía para decir en forma de canción.
Aquí la sentíamos muy cerca, y aparte de ir a sus recitales también tuvimos momentos de aprendizaje y trabajo compartido. Entre 2008 y 2014 dio varios recitales en nuestra provincia, y bandas pop tucumanas fuimos sus compañeras de fecha (además de las ya mencionadas Gomas de Eva, tocaron con Bléfari Monoambiente y Sidecar). Incluso músicos tucumanos fueron sus compañeros de banda (Federico Orio, Bruno Masino, entre otros).
Pero su onda expansiva llegó más allá de les músiques. También fue amiga, colega y maestra, aquí en Tucumán, de artistas de variadas disciplinas, especialmente de la literatura y del cine. En nuestra provincia dio un par talleres de canciones; y también en 2009 publicó con la editorial tucumana Brillovox una hermosa plaqueta con algunos poemas de su libro “La música equivocada” (Fragmentos de La música equivocada, arte de tapa de Lucrecia Lionti). También su participación como actriz protagónica en películas de realizadores tucumanos - Los Dueños (2013), Planta Permanente (2019)- fue otro hito y otro lazo fuerte con ella.
Último encuentro relámpago: Allá por el 2015, coincidí con Rosario Bléfari en un viaje en avión, desde Bs. As. a Tucumán. Siete años antes habíamos compartido escenario en Tucumán. Ella iba sentada en la fila de atrás, así que sólo charlamos antes del despegue y ya al descender. Rosario iba a hacer escala un ratito en Tucumán y partiría rumbo a Catamarca rápidamente. Cuando la vi y la saludé esa mañana, no sabía si se acordaba de mí, pero sí, se acordó. Me preguntó cómo andaba. Yo, la verdad, andaba mal. Volvía de estudiar un seminario de artes en La Plata y estaba desanimada a causa de ciertas “cuitas” familiares. Hasta me había contagiado piojos y lo había descubierto esa misma mañana. Mal mal. Muy en general, tratando de no resultar un bajón como interlocutora, hablamos con Rosario un poco de la vida y del amor, de que hay etapas mejores que otras y une sigue adelante. Fueron como 15 minutos de charla en total. Bueno, atesoro esa charla de ese día en el que yo estaba bastante hecha mierda. O sea, en uno de los peores momentos de mi vida- dolida y con piojos- y me toca compartir el viaje en avión con Rosario Bléfari, de no creer.
Cuando me enteré de su muerte caí en un abismo dulce, emocional. Sus discos últimamente no sonaban en mis escuchas cotidianas, pero alguna vez supe aprenderme de memoria sus canciones. Ahora, las traje a todas ellas de vuelta a mis días. La estoy escuchando ahorita que escribo. Días después de su partida, soñé con ella, yo le contaba mis planes. Me dijo: nos vemos en unos años. Le dije: ojalá logre grabar lo que quiero hasta entonces. ( No sé si fue exactamente así, es lo que puedo traducir del sueño, pero bueno, ensancha el caudal de recuerdos sobre Rosario).
Y quiero cerrar con esta declaración de fan: Rosario influencia, Rosario profe, Rosario fuente, no imagino cómo sería mi vida sin haberme cruzado con vos, de esas varias formas en que a veces une hace intersección con otre, mientras camina su propio? camino.Fue linda esa pista de mi vida. Adiós. Hasta siempre.
x Natalia Acosta. 20/07/20
Tucumán , Argentina.
x Iván Rosado, Valeria López Muñoz y Rosario Bléfari
Confiá en mí
La última vez que vi a Rosario fue cerca de su casa. Me dijo que vayamos al Horno de Medio Oriente, que era un poco caro pero que era exquisito. Yo ya lo conocía. Efectivamente era como ella decía, caro pero exquisito. Entre las tantas cosas que compartíamos, una era la pasión por la buena comida y siempre decíamos que no nos importaba pagar mucho si era realmente exquisito. Ahora, si no, ¡que odio! Como dos viejos, cada vez que íbamos a comer a algún lado, volvíamos a decir eso como si nunca lo hubiésemos dicho.
Ella había vuelto a Capital en un viaje relámpago por unos asuntos de salud, así que había que aprovechar. Hacía algunos meses que estaba instalada en La Pampa, con Roberto, su papá. Eran muy parecidos. Siempre tenían historias para contar, y lo que más me encantaba era que ella le daba los pies, le hacía acordar de una parte ínfima de alguna cosa y ahí nomás Roberto arrancaba con su relato. Tenían una relación muy hermosa, de mucho, pero mucho cariño.
La última vez que nos vimos nos pusimos al día con lo que andábamos haciendo. Al rato llegó Susana (Pampín), su gran amiga, y nos largamos a hablar sin parar. Con Rosario teníamos la fantasía de dirigir una obra juntos, en la cual actuaran Susana, Nina, Germán De Silva, ella y yo. También teníamos una fantasía, la de dar clases de actuación. Esa si la logramos: dimos un taller en Tucumán y después uno intensivo en La Plata. Nos entendíamos muy bien, nos metíamos en las improvisaciones, teníamos maneras de dar devoluciones muy diferentes y eso encantaba a quienes participaban de los talleres. Lo hermoso fue que a los talleres los dimos para practicar dirección/actuación.
Teníamos un plan secreto para perfeccionar algo que había aparecido durante el rodaje de Los dueños y que yo quería aprovechar en Planta Permanente. La idea era que yo pueda dirigirla y dirigir las escenas junto a ella y casi sin hablar. Pero la técnica que más queríamos perfeccionar era la de que yo pueda decirle por donde quería que vaya la escena para que la comande ella desde adentro. Esta estrategia la utilizábamos bastante, sobre todo cuando las escenas se ponían difíciles o cuando yo sentía que si marcaba una cosa más la cosa se iba a podrir.
Ese día que nos vimos por última vez, cuando la acompañé hasta la puerta de su casa, me contó que estaba escribiendo ejercicios para guitarra. Tarareó unos cuantos para que yo me figure como eran. Estaba muy entusiasmada con su nuevo proyecto de libro para aprender a tocar la guitarra. Yo le conté que estaba practicando unos temas de ella en la guitarra y le pedí que me pase los acordes de Reservado. Me dijo que le vaya mandando los avances y cuando todo se normalice grabamos. Llegué a pasarle una versión de La chica de la cigarra, una canción maravillosa que amo porque es espectacular, porque la hizo con Shaman - músico que me parece superior - y porque estaba dedicada a CFK.
Antes de despedirnos hablamos un poco de la salud. Después nos dimos un abrazo y me fui con la esperanza de volver a verla. Nos seguimos comunicando por audios, que me quedarán para siempre. Armamos un drive para la Robert Blefari Collection, una colección de cine que su papá me encargaba para bajar y conseguir subtítulos.
Rosario se encargó de dejarnos su magia en todos los formatos y a medida que pasen los años nos iremos dando cuenta de cuanta sabiduría portaba. Siempre pensé que ella era una artista única porque era orgullosa hija de trabajadores y esa sensibilidad social con la que miraba todo lo que pasaba a su alrededor, está plasmada en toda su obra. Muy bien camuflada en algunos casos, y en otros muy directa, muy punk.
Me hubiese gustado tener más momentos con ella, pero porque uno siempre quiere que aquellas personas que son geniales nos iluminen un tiempo más.
Rosario me enseño que cuidar a los amigos es lo más importante que hay. Me dijo una vez: “Escuchame Eze, vos tenés que ser más reservado, yo ya te dije. Tenés que aceptar que en la vida hay personas que son hermosas y otra gente que son como máquinas. La gente hermosa es muy poquita. Las máquinas son las que están dominando el mundo, hacen daño. Pero nosotros somos la resistencia. No confíes en cualquiera amigo. Confiá en mí”.
x Ezequiel Radusky
x Muriel Bellini
No se bien por dónde empezar, cuál es la mejor forma de canalizar y expresar lo que pienso que a su vez es un intento por traducir un sentimiento. Opto entonces por primero, antes que nada, enviar un rayo de energía desde el corazón a la memoria de Rosario que ya no está físicamente, otro para su familia, amigos y amigas más cercanos que al pensarlo muchos son amigos y amigas cercanos. Ahí es que pienso en esa enorme red de gente unida por algo que nos trasciende, que la quería y de alguna manera nos influenció (con su hacer y su decir) muy positivamente en la vida.
En la vida hacer el bien implica sembrar en los otrxs la semillas de libertad, creo yo. Sobre eso hablé con un amigx en un chat el día que nos enteramos de la partida de Rosario. Escribí algo así como que “influenció a gente a hacer cosas. Mientras que las bandas del mainstream te motivan a consumir pasivamente desde su infraestructura hipergigante (y compleja) provocando en el espectador un sentimiento de neutralización, pequeñez e impotencia”. Creo que la postura de las estrellas del espectáculo genera psicológicamente un modo de inactividad en el receptor, de imposibilidad. Por el contrario al ver a Rosario por ejemplo en mi adolescencia con Suárez en los 90s (en lo personal) o a lo largo de toda su carrera en general, te daban ganas de tener una banda. Escuchar sus discos me motivó a grabar porque el mensaje implícito siempre fue "vos también podes hacerlo". Creo que alguien que genera eso en los otrxs es un agente de transformación social, y en este caso particular, Rosario fue una guerrera de hacer el bien. Mientras que el mensaje implícito de una #superbanda comercial hecha para masas nos repite subliminalmente "consume” o “mantente quieto” (al estilo de las gafas que usan They Live), por el contrario música de Rosario y sus estrategias fueron un portal dimensional que a muchos nos ofreció la posibilidad de pensar una vida y una realidad distinta.
Se fue rápido, antes de poder compartir muchas cosas más de las que compartió, que fueron muchas: escritos, música y películas. La pérdida y enfrentarse a la pérdida por parte nuestra, repensar, soltar la posibilidad de volver a ver en persona a alguien querido es el duelo de los que quedamos. La melancolía y tristeza que implica esa pérdida, vuelve en cualquier momento. Todo duelo es además el duelo que nos recuerda todas las otras personas que ya no están, y emerge en esas cosas que nos hacen valorar el estar acá. El llanto repentino sobrevenido en estos días de duelo, buscando cualquier excusa para emerger: desde en una parte cursi de una película romántica, en una publicidad obviamente conmovedora puede disparar el desconsuelo sin sentido aparente. Cualquier excusa fue válida en estos días para que emerjan las lágrimas, que no lloran por eso que estaba viendo, sino por el duelo, que te recuerda que vos estás y una persona importante más se va junto a aquellos que miran desde el mundo cuántico, la gran fuente de energía, la fuerza, dios, o como quieran llamarle. Me consuela pensar que cuando uno parte de este plano, la energía vital pasa a formar parte del todo, del gran espíritu, entonces, esa electricidad que antes estaba contenida en un cuerpo, en una individualidad, en un ego, ahora se libera para formar parte de todo, inclusive nosotros mismos. Por eso siento que si bien es triste, la falta material de esa persona, esa energía liberada, esa fuerza onda Star Wars, ahora nos nutre, nos rodea y nos protege. Por eso siento que tanto ella como mi padre y mi abuelo, que fueron mis grandes pérdidas personales más cercanas ahora me acompañan, guiándome en secreto, ayudándome a ser mejor, poniendo regalos ocultos o pruebas para superar en mi camino, desde la red de energía que compone el universo y que ahora habitan. Puede sonar cursi, naif, o como sea, pero en fin. si me sirve y me da fuerza elijo aceptar este pensamiento, y más allá de que no sea un pensamiento muy acabado o pulido, racional, correctamente expresado, lo comparto igual, como una canción inconclusa, como una grabación casera, tal vez a otra persona le sirva de algo leerlo.
x Javier Punga
x Santiago Gasquet
Un paisaje patagónico o del Japón de Ando Hiroshige o quizás de algún niño japonés al que le dieron de tarea hacer un collage con cartulinas de colores y no encontró mejor manera (consciente o inconscientemente, a esa edad es lo mismo) para expresar la belleza de la naturaleza que cortar los pedazos con la mano. Porque, ¿qué es la naturaleza sino formas irregulares e imperfectas? Entre otras cosas ahí radica su belleza. Y quién mejor que un niño para expresar la naturaleza, si los niños y la naturaleza son lo mismo: Esencia pura. Siendo. Sin condicionamientos o contaminación cultural. Pero, un momento! ¿qué son esos signos de exclamación en las nubes desconcertando por completo y destruyendo la obsesión de nuestra mente por etiquetar, organizar y tener bajo control toda la información que percibe a través de los sentidos? Esa es Rosario Bléfari. Esencia pura.
Rosario presentó este collage junto a otros acompañados de una video performance en la galería Fiebre en Noviembre de 2012. También dispuso dentro del espacio unas ramas que a simple vista no decían mucho pero que tenían un gran protagonismo, al mismo nivel que las obras colgadas en la pared. Siempre pensé que hay pocas cosas más tristes que un árbol recién podado. Estoy seguro que para alguien con la sensibilidad de Rosario Bléfari debiera ser aún más. La performance daba fé de eso ya que había nacido de su tristeza al ver montañas de ramas recién podadas en las veredas de su barrio y que había decidido juntar y llevar a su casa. Resignificándolas, transformándolas en un ejercicio físico performático: una mezcla de gimnasia, tai chi y danza que practicaba como rutina. A cada una de esas ramas le había adjudicado un nombre y un movimiento. Con Rodolfo Schmidt nos pareció que eso que ella hacía en su casa a diario merecía ser mostrado en la galería, cosa que la sorprendió porque para ella eso era normal.
Creo que esta anécdota refleja en cierta medida lo que era la vida de Rosario. Poesía pura.
x Tomás Fox
x Pablo Masino
El 21 de diciembre del 2018 recibí un mensaje de Anita Wandzik contándome que con la editorial Iván Rosado iban a hacer un libro de poemas de Rosario Bléfari. Que el libro se iba a llamar “Poemas de los 20 en los 80”, que eran poemas de cuando Rosario tenía veinte años, y que habían pensado poner una pintura mía en la tapa. Anita escribió: Qué decís? Yo esa vez estaba en el sur visitando a mi familia, como hago todos los años desde que me fui de mi pueblo para empezar a vivir en ciudades... grandes. Enseguida le dije que SI, y fui muy muy feliz, y lo soy también ahora al lado de la tristeza... porque cuántas veces habré escuchado sin parar las canciones hermosas de Rosario?
Sus canciones a todo volumen con auriculares, viajando veintiséis horas al sur en un colectivo con extraños, o caminando por La Plata, sin ir a ningún lado. O mientras pintaba esas primeras pinturas en papel, como la de la tapa del libro, con muchísimo acrílico blanco empastado, igual que las que hago ahora, pero ahora con un poco menos de blanco, con menos timidez a los contrastes. Hubo un día perfecto de ver a Rosario en la película Silvia Prieto en un CD grabado. Y hubo una declaración de amor a través de la canción “Reservado”.
También las veces que escribí sus frases en cuadernos y en carpetas de poemas, en dibujos, en papeles sueltos que fueron cartas con stickers de animales pegados alrededor, o directamente anotadas con una birome azul en la pared: “Tengo que ir hasta la isla Chalileu”. No sé dónde es la isla Chalileu, pero Rosario escribió eso en un poema. Lo que nos pertenece ¿cómo se ve? Tengo que ir hasta la isla Chalileu, tengo que ver por qué vengo de una isla, en medio del desierto, a orillas del cielo...
Te voy a copiar una canción para que la escuches siempre o hasta el año que viene, dice en otro poema. Y después: Vos podés cantar tu propia canción para mí.
Una vez le conté a Rosario que el pueblo donde crecí quedaba al lado de Bariloche y yo sabía que ella había vivido en Bariloche porque lo leí en la bio que pusieron en la solapa de su libro de poemas de los 20. Y hablamos del paisaje del sur, de bosques, del super viento frío, de las casas de nuestras familias que están lejos, de nuestras casas en Buenos Aires, hablamos mucho de casas, caminando por una calle del Abasto, una noche que ella había tocado en el balcón de una casa junto a Federico Orio, y mientras tocaban pasó una ratita gris caminando por un cable de luz a la altura del balcón. Ella no la había visto y cuando le contamos se rió. Esa noche cuando nos despedimos, con Antolín le pedimos un remis en la avenida Corrientes para que vuelva a su casa con la guitarra, su daga. Y nosotres nos quedamos conversando de lo increíblemente linda que era ella y del sonido de campanas enormes que resuenan y vibran en un tono preciso en la extensión del espacio.
Rosario: nos enseñaste a lanzarnos a escribir, a cantar, a bailar, TODO, siempre hacia el amor. Qué ganas de bailar y saltar con tus canciones entre amigues, otra vez, muchas veces. Te queremos tanto 🌟
x Valeria López Muñoz
Para Rosario
Me dispongo a despedirme
a entrar en un estado de
conciencia/corazón.
Inventemos palabras nuevas
para lo que no sabemos
nombrar.
Acaso no hacemos más que
traducir
emociones, sentimientos
sensaciones, creencias
certezas, fallas.
“No veo tus
fallas jamás”.
No sé si hablarle a ella
hablar de ella
hablar con ella
estrella cercana.
Puse una vela
para vos y encendí
mi altar.
Le puse una rosa roja
y una rosa china juvenil amarilla.
La última vez que te vi
no sabía que sería la última.
¿Acaso alguien sabe, sabía?
Tocabas en el Príncipe de Asturias
en Rosario
creo que con Sué Mon Mont
(¿2016 o 2015?)
amorosa
siempre amorosa
sonrisa radiante
dientes perfectos, perlados
irradiantes, brillantes
tu boca hermosa.
Me distraen sin remedio
tus labios que se abren
y se cierran y no hay
nada más...
Las primeras canciones
en las que te fui
descubriendo.
Estrella cercana.
Esas canciones que
me acompañaron
y me acariciaron.
La primera vez que te escuché
tenía el corazón rotísimo
mambo negro, denso horrible.
¿2006/2007?
Te encontré por fotolog
vi un recital que habían
subido.
Suárez fue demasiado indie
no llegó a mi pueblo.
Así que primero te
conocí a vos tocando la guitarra
y cantando
en un clima re íntimo.
“Ningún mensaje
para vos o para mí
mejor así, mejor así”.
Recuerdos tuyos.
La escena ritual
preparada para vos
para escribirte este acto psicomágico.
“No es mi despedida”, canto Gilda
en mi interior.
Pero estas son un poco
palabras de despedida.
Dispuse este momento de mi
tiempo para hacer un repaso
de los recuerdos juntas y
de vos.
Transcribí mucho tus
canciones y tus frases,
hice capturas de pantalla,
bajé fotos a mi celular
de los talleres que te invité a dar
en Rosario.
Repasé las charlas mentalmente.
Abracé tus métodos, no los recuerdo
pero sé que están en mí.
Estrella cercana.
Aparecen tus consejos.
El que diste a una amiga
que se lo contó a otra amiga
y me lo dio a mí.
Que tu hije sepa que sos feliz
de hacer tu trabajo.
El consejo que me diste a mí:
para los días de mucho calor,
pañuelo mojado, al cuello.
Estrella cercana
siempre en mi corazón.
¿A quién le hablás?
A todes.
Tus palabras fueron manto.
Una vez más tu presencia
deslumbrante
íntima e infinita.
Un video de cuando cantaste en vivo por la Galería Dominicis. Probando la acústica del lugar, te acomodaste en las escaleras y nos regalaste este momento. Noviembre de 2014, Rosario, Argentina.
x Virginia Negri
GRACIAS PARA SIEMPRE ROSARIO