Experiencia Mariposa
“¡Fui una hermosa drag queen del bodybuilding por un día y se sintió genial!”. Eso le dije a una amiga cuando me pidió que le contara qué me inspiró a participar de la competencia.
El pasado 7 de agosto participé de mi primera competencia como culturista. Compartí el proceso en IG, pero eran pocos los que entendían o conocían, en detalle, de qué se trataba todo esto. Es que el mundo culturista está bastante estigmatizado y, por ende, poco explorado. Sí existen pensamientos preexistentes, fijos, sobre qué es el físico culturismo, pero la realidad es que aquel que no haya ido a una competencia, o nunca se acercó a este mundo, seguramente el prejuicio que tenga sobre qué es el bodybuilding sea algún conocimiento ilocalizable y de dudosa procedencia.
El primer pensamiento hegemónico que surge es que el bodybuilding no es natural. Pero, ¿qué es lo natural? Hay cuerpos en el culturismo que no están hechos solamente de comer pollo y brócoli, que es la dieta base para conseguir esos cuerpos cuando se acerca una competencia. Hay suplementación exógena que ayuda en el proceso de producción de masa muscular y pérdida de grasa corporal, y que su ingesta prolongada no es saludable. Pero la experiencia de mutar, de transformación, de verse en un cuerpo que va a durar literalmente 5 minutos, es fascinante. “Me transformé en mariposa”, decía yo. Una mariposa que vive un solo día porque luego muere, y aquel que la mira pasar no puede apartar la mirada sobre ella. Es hipnótico. Y puedo decirlo por que lo experimenté cuando fui a ver a mi entrenador, José, competir en la BA CUP el año pasado. Fui así, sin saber con lo que me iba a encontrar, con un poco de prejuicios como toda persona que desconoce, y con poca información. Pero también fui con mucha curiosidad, porque me generaba un sentimiento ambivalente, había algo que me atraía de la estética y algo que me alejaba del exceso que había en todo, de llevar al cuerpo al extremo, los brillos y el aceite. Esa sensación me llevó a asistir a una competencia para verlos en vivo por primera vez.
Quedé fascinada! Estos cuerpos que aparecían de hombres y mujeres en la tarima eran poderosos, se trataba de una belleza esencial de la aparición, de su carácter tan fugaz e inasible. Era cautivador! No podía dejar de mirar y al mismo tiempo pensar de manera ambivalente, “WOW, ¿estos cuerpos son reales? es increíble y un montón!” Posaban cuerpos con músculos turgentes, bronceados y brillantes. Las chicas usaban bikinis llenos de brillo, cristales, pelos largos y maquilladas al mango, usaban brazaletes y aros de brillantes también. Exceso, perfectas, magras con todos los músculos bien definidos, pieles resplandecientes. En las poses de espalda absurda mente se corren el pelo hacia atrás tapando toda esa espalda trabajada, arquean pronunciada mente la cadera sacando bien la cola hacia afuera. Fascinada. 5 minutos están arriba de la tarima mostrando el trabajo que hicieron en meses, años. Pero esos minutos son especiales porque el cuerpo está deshidratado y se ve de una manera que no se va a volver a ver cuando vuelvan a tomar un vaso de agua de nuevo. Ese momento muere ahí, pero queda revoloteando en tu cabe za. Fascinada. “¡Quiero estar acá, quiero hacer esto, quiero pasar por la experiencia!”.
De hacer prácticamente nada, pasé a entrenar con pesas 3 veces a la semana, y luego fueron 4, hasta llegar a 6/7 veces a la semana, más un cardio de 30´, un ritmo que aún hoy, terminada la competencia, mantengo. Me enganché. Entrenaba y cumplía a rajatabla con el plan de alimentación, que fue cambiando cada mes.
Este fue el gran desafío. La dieta hiperprotéica. Bajar los carbohidratos a medida que pasan los meses y olvidarte de los permitidos, que se anulan, por completo, cinco meses antes de la competencia. Nada! ningún dulce, ni pasta, nada. Enfocada al 100%.
Alrededor surgían las preguntas cómo, ¿porqué lo haces?, ¿y porque no? todo el proceso que experimenté me hizo pensar en los beneficios del cambio, de moverse, ¿por qué quedarme don de estoy, si puedo ser lo que quiera ser?
El proceso fue difícil, pero me dejó una gran enseñanza: no hay nada que la constancia no consiga. No somos inmutables. Al bodybuilding la transité como emancipación. El cuerpo es maleable, así como lo es la naturaleza. La naturaleza no es fija, no hay nada permanente, no hay nada dado.
Fue un trayecto con varias etapas: de crecimiento muscular y mucha proteína, luego de ir apretando (de déficit calórico), de definición - en dónde escasean las ingestas de carbohidratos-. Hubieron momentos en los que sentí que no avanzaba, que el desafío no terminaba mas.
En paralelo al trabajo físico, aparecen las poses. Fue necesario acudir a Olga, la experta en posing, para aprender posturas reglamentarias; elegir bikini; conseguir tacos. Todo es caro. Es carísimo hacer culturismo. Entrenador, gym, posing, bikini, tacos, bijou, makeup, pelo, el proTan que te brocea la piel, la cantidad de carne que comes. Es un presupuesto enorme. La whey protein, la suplementación exógena, aminoácidos. De no acabar.
Los días sábados eran los días de check con José, donde le mandaba fotos del cuerpo de adelante, de espalda y mi peso en ayunas. Y esa imagen que tenía mía, cambió. Como se dice en el ambiente del culturismo, “el cuerpo consigue lo que la mente cree”. Yo, que estoy ligada al mundo del arte, agrego: “No hay imagen sin imaginación”. Porque el cuerpo son procesos, actos, y no una cosa. Cambia, va y viene, de aquí a allá, mariposea.
Pasaron los meses. Después de vivir comiendo en tupper, entrenar y tener cada vez menos energía por la falta de carbohidratos en mi dieta, llegó la peak week: la última semana antes del 7 de agosto, domingo.
El agua va descendiendo día a día, la piel se pega a los músculos, y la mente solo te permite entrenar, comer y dormir. Las fotos de los checks en ayunas que le mandaba a mi entrenador eran un flash. Mis abdominales se marcaban, mis músulos definidos, wow! No podía creer mi nuevo cuerpo. Los dos días previos me fui preparando la piel con el autobronceante. Tenía que estar dorada a lo Federico Klemm. Ya estaba puesta a punto para competir.
7 de agosto 2022
Copa Rocky
Mi número de inscripción, el 94.
Desayuné 3 claras y un kiwi -las claras fueron mi desayuno por un año, y el kiwi me aportaba el “agua” necesaria para bancarme el día sin hidratación- no podía tomar agua hasta que me lo indicara mi entrenador, porque mi cuerpo tenía que mantenerlo así, pegado. El agua en esta instancia hincha. Ya tenía preparado mi bolso con todo lo que necesitaba. Fui al salón Siranush en palermo donde se llevaría a cabo la competencia. A las 9.00 abría la inscripción, me tocó el número 94. A las 9.30, tenía repaso de las poses en tarima con Olga. 13.00, dos amigos en una peluquería cerca me maquillaron y peinaron (hicieron magia!). Ya me estaba convirtiendo en “la chica número 94”. A las 15.00 estaba nuevamente en el salón, en una aula con pupitres que devino en backstage, donde nos fuimos preparando con el team de mi entrenador.
En el team eramos cinco, tres varones y una chica más. Yo entrené todo el tiempo de manera personalizada, pero algunos sábados nos juntamos a entrenar en grupo con otras chicas que entrenan con mi entrenador. El programa era ir a un gym diferente, para variar y probar máquinas distintas. Me sentía dentro de una pandilla, porque entrábamos y copábamos el gym. Nos tomábamos unas monsters, “chin, chin”, y a darle con todo. A los chicos del team que iban a competir en la Rocky Cup no los conocí hasta ese día. Era nuestra primera competencia, menos para uno que ya había competido el año pasado. Estábamos felices de hasta dónde habíamos llegado y sentíamos que teníamos muchas chances de ganar en nuestras categorías. Practicamos poses, me aplicaron más autobronceante y mucho fritolin (sí, el aceite de cocina), el piso estaba resbaladizo del aceite que había.
Paralelamente iba avisando a mi familia y amigos el horario que creía que iba a salir a tarima, no había certezas del cronograma. Muchas fotos, mucha excitación, mi entrenador me pidió que comiera papas fritas y chocolate -el glucógeno iba a hincharme los músculos que para ese momento estaban sin-, no entendía nada, tomé un poco de agua y, cuando nos dijeron que estábamos prontas a salir nos pusimos a hacer sentadillas, estocadas y flexiones de brazos, serie de 4 por 10-15 repeticiones (lo que pudiéramos, estábamos deshidratados). 18.00, llegó el momento, subí a tarima, mucha gente querida estaba ahí: mi pareja, mi familia, mis amigas, una compañera del trabajo, una amiga del gym; y eso que la entrada para ir era cara. Todos fueron a acompañarme. La chica número 94 estaba de fiesta, se comió el mundo. Gritos, aplausos, extasis..
Amé estar arriba del escenario. Hice una pasada general donde haces tu mejor pose de frente, des puéshaces la pose de frente reglamentaria y la pose de espalda, saludas y te vas, 5 minutos literal. Después subimos todas las chicas de la misma categoría y ahí es donde el jurado te compara y elige a la ganadora. El jurado no me inhibió, no recuerdo cuántos eran, pero había hombres y mujeres. Yo estaba feliz saludando, en mi mundo de butterfly drag queen!
Salí 4ta en Bikini True Novice (primera competencia de principiante en la categoría bikini) y 5ta en Bikini Novice (principiante) de cinco participantes. No importaba nada, había ganado, tuve la hinchada más increíble y disfruté muchísimo. Me había convertido en una mariposa. Fue una experiencia que nunca voy a olvidar. Y como me dijo la ganadora de la categoría Wellness, no muchas llegan a la instancia a la que llegué.
No sé si prontamente volvería a competir, no lo descarto. Me quedo con la sensación de haber habitado la piel de esa chica número 94. Porque fue una realidad aparente donde surgió la imago, una imagen idealizada, como cuando ví por primera vez una competencia de culturismo. Es una imagen en movimiento, un momento en tarima que duró 5 minutos y que luego se desvanecería. Porque ni bien tomase un vaso de agua, ya mi cuerpo dejaría de ser ese que todos vieron.
“Bate las alas, vuela. Bate las alas, se desvanece.
Bate las alas, vuelve a aparecer.
Se posa. Y ya no está. En un batir de alas se ha desvanecido
en el espacio blanco.
[…] Pero yo me quedo, contemplándola, fascinado por su aparición,
fascinado por su desaparición.”
H. Michaux, La vida en los pliegues (1949).
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