Luche y Batman vuelve
¿Ya vieron The Batman?
Hay algo que sucede allí, en la nueva película, en su banda sonora. Y es la combinación entre Bruce Wayne y Kurt Cobain. Hay algo que de pronto sucede entre ellos en esta película. Algo que no es la rima Wayne/Cobain. O que sí, la rima también está ahí…Porque hay en el sonido de los apellidos combinados, en el silencio y en el ritmo, un fervor por el vacío de sentido que se produce cuando la crítica social es impotente.
Wayne/Cobain, los adalides de esa forma de impotencia.
Es una característica de la sociedad americana que gesta héroes bienintencionados pero inútiles, a su tiempo castigados y devorados -uno tras otro- por el vacío abismal y remolínico que todo lo chupa hacia el corazón claroscuro del imperio.
Podríamos hacer una lista de individuos como ellos. Algunos ficcionales, otros más o menos - ¿Acaso Kurt Cobain es más real que Bruce Wayne? –. Seres que encaran la vida y la muerte desde su ideario contestatario, antisistema. Los pocos que viven soñando una emancipación que nunca llega mientras el desgarramiento de todos los vivientes continúa y no declina, como una forma exclusiva de prosperidad tangible.
La desesperación y el desaliento, la desidia y la corrupción, primero encienden la voluntad y la inflaman de certezas, un reguero de acciones posibles… Luego todo eso se apaga y las cenizas caen en la inexistente urna funeraria de la lucha colectiva que nunca logra comenzar.
La banda de sonido de la película The Batman tiene como canción central el último track del disco Nevermind de Nirvana, editado en 1992. La película calcula muy bien cuán reconocible es el comienzo instrumental de la canción y allí imprime la voz de Bruce Wayne que, en off, comienza a leernos algo mientras escribe. Es un monólogo interior o un diario íntimo que sirve de explicación para sí mismo y para el resto de la trama del film. “Por qué soy así”, nos cuenta Bruce Wayne: por qué soy la venganza, el miedo, la justicia y la violencia; por qué hago el trabajo sucio, por qué es imposible entonces permanecer inmaculado.
El diario que escribe Bruce Wayne se parece mucho al que llevaba Cobain.
¿Lo leyeron?
“Ha llegado la hora de que todos los “afortunados”, las animadoras y los jugadores de fútbol se desnuden delante de todo el colegio durante una asamblea general y supliquen perdón y misericordia con toda su alma y reconozcan que están equivocados. Son los representantes de la codicia y los valores egoístas, y no bastará con que afirmen lamentarse de su conducta, deben decirlo en serio, deben verse con una pistola apuntada a su cabeza, deben verse aterrorizados solo de pensar en convertirse en los republicanos del futuro, blancos de derechas arrogantes, segregacionistas, propagadores del sentimiento de culpa y lameculos” (p. 127)
La posición antisistema es todo un leit motiv en el diario de Kurt Cobain, junto a una única certeza: el punk es libertad. El problema entonces sería, cómo es posible hacer de esa única certeza centrada en el punk, una forma de positividad. Hacer del punk una fuerza revolucionaria, de política revolucionaria.
En la época de Nevermind, la vida cotidiana de Cobain gira en torno al rechazo por el dinero y los privilegios. En varias entradas del diario escribe que hay que infiltrarse en el orden establecido para derribarlo desde adentro. Es la misma época en la que compone “Something in the way”, la canción que usa la película. La letra dice muy poco. La estrofa compone un espacio de absoluto patetismo y decadencia. El estribillo masculla algunas palabras, siempre las mismas. Una letanía del cansancio, la paranoia y la obsesión.
Casi con la boca cerrada, los dientes apretados, un hilo de voz, una sola cuerda en la guitarra, la caja del instrumento quebrada… la vida abajo del puente, la vida de alguien que pasa sus días allí. Sin esperanza, sin voluntad, la apatía que apenas murmura: (hay) algo en el camino, mh mh; algo en el camino, sí. Algo en el camino, mh mh, si. Algo en el camino, sí. Mh mh.
Y eso es todo. No hay más. Se rompe la canción. No hay formato: porque ya fue todo, a nadie le importa nada.
Nevermind, el disco y el nombre del disco, es como el no future de Sex Pistols pero ya sin fuerza. Un pogo débil que se agota en el medio de la tarde, aún antes de la puesta del sol. Sin escenario, sin público, sin banda. Apenas hay el estacionamiento vació de un supermercado berreta a punto de cerrar.
Desolación.
La crítica social impotente abre un camino seguro a la decepción individual más cruel.
Es que los yanquis no creen ni pueden nunca pensar en la salida colectiva, en la resistencia colectiva, en los modos de hacer comunidad que son los que suelen permitirnos seguir esperando algo del/en el mundo y de nuestras propias vidas.
Nevermind es siempre el fastidio de uno solo. Lo que uno solo critica. Something in the way también es lo que cree ver uno que está solo, que vive en las afueras del lazo social.
Cuando Bruce Wayne toma la decisión de “involucrarse” para intentar cambiar la ciudad corroída en la que vive, se convierte a la vez en el más solitario de los hombres. Es el hombre murciélago, sin superpoderes pero dotado con una superindividualidad. Por eso mismo cuando a Batman lo desprecian lo acusan de “vigilante”, alguien que hace justicia por fuera de las instituciones, más allá del derecho y de todo marco legal.
La crítica social impotente no abre el camino en favor del cambio social real y no recupera a la política como herramienta de transformación. Wayne y Cobain experimentan ese fracaso en carne propia. Terminan completamente aplastados, aislados, y en el camino lo dejan todo. Pierden todo, aunque ambos siempre seguirán agazapados en la oscuridad, esperando la siguiente oportunidad para el revival. Mientras tanto, y gracias a The Batman, ahora tenemos a Bruce Cobain, que bien podría ser el Frankenstein de nuestro tiempo.
Son uno en el otro. Y así sucesivamente.
Bruce Cobain, Kurt Wayne. Bruce Cobain, Kurt Wayne.
Mantengamos encendida nuestra nirvanaseñal.
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