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  • Julián Astelarra

Nada más extraño



Para entender el debate del antropoceno, no basta con solo conocer las razones del cambio climático, ni tampoco seguir el intercambio discursivo entre científicos. Hace al menos dos décadas que este vocablo resuena y se visibiliza en el cuerpo de obra de algunos artistas. Sin mucho rodeo, la crisis ecológica que hoy vivimos, indica que lo más probable es que los daños irreversibles que provocamos los seres humanos sean la causa de nuestra extinción, aunque no así del planeta. La humanidad se dirige hacia su fin testeando la capacidad de resistencia de la tierra. Esta muerte anunciada es uno de los temas que toca Nicolas Pontón con la exhibición Nada más extraño en la galería Acéfala con curaduría de Leandro Martinez Depietri.


A comienzos de los años dos mil el químico neerlandés Paul J. Crutzen popularizó de manera espontánea el término antropoceno. Desde entonces parte de la comunidad científica investiga las catastróficas repercusiones que la actividad humana está teniendo sobre los ecosistemas terrestres. Una de las evidencias de este impacto son los tecnofósiles que hoy existen en formaciones rocosas en distintos puntos del planeta. Plástico, concreto y otros materiales industriales ya se encuentran asentados bajo nuestros pies en forma de vestigios tecnológicos. Estos objetos híbridos, donde los materiales naturales se fusionan con restos de tecnología humana, son la referencia estético-conceptual de la obra de artistas como Nicolas Lamas, Adrián Villar Rojas, Kelly Jazvac o Chuan-Lun Wu. En otra dirección, la obra de Pontón busca abordar el tema desde la pulsión autodestructiva del ser humano.


Si el sufrimiento no fuera un instrumento de conocimiento, el suicidio sería obligatorio. Y la vida misma, con sus desgarros inutiles, con su oscura bestialidad que nos arrastra a cometer errores para ahorcarnos de vez en cuando de alguna que otra verdad, ¿quién podria soportarla si no fuera un espectaculo de conocimiento unico? Viviendo los peligros del espíritu nos consolamos,por medio de intensidades, de la falta de una verdad final.

Emil Cioran, 1940.



Como instinto de supervivencia nuestra especie busca avanzar sobre el azar a través del conocimiento. Esto es, domesticar el mundo y a todo lo que existe en él. Por medio de la ciencia, la evaluación y el análisis de datos, generan promedios y probabilidades que explican cuál fue el pasado y predicen cómo será el futuro de la humanidad. Desde esta perspectiva, el antropoceno es la conciencia científica de que somos la causa de nuestro propio fin. El suicidio de nuestra especie se visiviliza en Nada más extraño donde el artista reordena la actualidad para pronosticar un final que, aunque se observa en un horizonte lejano, ya ha comenzado. En las obras, la combinación de fragmentos humanos con el hierro, sostienen el mismo contrasentido de que el ser humano es el asesino y la víctima al mismo tiempo. Las filosas puntas de hierro están a punto de lastimar al mismo cuerpo que las ha creado. Hierro y cuerpo constituyen la idea de que el ser humano se mutila a sí mismo, siendo creador y hacedor de su propio final. Esta pulsión de vida y muerte, son fuerzas que se contrarrestan con la misma intensidad y organizan la dialéctica entre origen y fin. Dos momentos que no dejan de generar intriga y fascinación.


La tensión velada de dolor, de mutilamiento, de daño que se percibe en la sala, se esconde bajo una volátil capa de grafito y opaca la diversidad material de los objetos para unificar distintas realidades. Estas disecciones corporales sugieren la idea del cuerpo como una armadura de hierro fuerte y resistente a diferencia de la carne blanda fácilmente marcable. Queda claro que las obras de Pontón indican que tanto la creación como la destrucción son cuestiones intrínsecas a los humanos. La historia avanza en su deriva antropocéntrica y etnocéntrica como el centro del logos en cuanto al sentido último de todo lo que conocemos y, también, exhibe la falta de inteligencia para encontrar una solución a esta posible extinción.


El antropoceno, como fenómeno y discurso es un problema que se nos plantea y del cual deberíamos ocuparnos. Esto motivó al artista a pensar en cómo el ser humano arriesga su existencia y al mismo tiempo visibiliza el mundo en el vivimos. Si este escenario posible se confirma, sería la sexta extinción masiva en la historia de la tierra. Para nosotros, será la primera pero tal vez no sea la última. En el antropoceno de Pontón se respira agonía. Se observa que la posibilidad de fin de nuestra especie ya ha comenzado, aunque, en lo cotidiano, seguimos comprando manzanas, lavando la ropa o haciendo obras de arte postergando la idea de que vamos a morir de manera individual y única. De esta muerte solitaria, a la colosal idea de la extinción humana, el artista nos exige enfrentarnos al comienzo de esta nueva era geológica.


Toda catástrofe abre a los seres, volviéndolos

esencialmente relacionales—de ahí que los cuerpos y los

objetos se despedacen, aceptando nuevos contornos, y que haya

solidaridad y falta de distancia entre las personas.

Nuno Ramos, 2008.




Nicolás Pontón, Nada más Extraño, curaduría de Leandro Martinez Depietri, Galería Acéfala, Registro fotográfico: Melina Sottoriva & Nicolás Pontón





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