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  • Bob Lagomarsino

Nordelta y Estética


Mientras asistimos a los últimos estertores de este ciclo político-económico, la cuarentena más larga del mundo nos encontró a muchos porteños encerrados en departamentos no aptos para el teletrabajo, la familia y la convivencia.


Tanto yo como mi pareja, nos dedicamos a trabajos freelance y hemos aprendido que podemos ejercer nuestros saberes lejos del concurrido centro porteño. Así, nos abocamos a la búsqueda de una casa en la zona norte del AMBA, más precisamente en el famoso Nordelta.


En estos días de encierro llegamos a la conclusión que nuestro sueño era vivir en una sociedad más libre, no solo imaginar una fantasiosa teoría utópica sobre el mañana como el “comunismo” o conquistar algunos derechos que incrementen progresivamente la libertad. Estuvimos averiguando y encontramos algo interesante en los barrios privados, la posibilidad de crear reglas específicas y todo un ecosistema artificial diseñado para lograr construir un entorno soñado que nos llevó a pensar que mudarnos podía ser la mejor opción que teníamos.


A mi pareja y a mi, siempre nos interesó integrarnos a una ciudad modelo manejadas con criterios eficientes, como los alcaldes gerentes de ciudades medias de Estados Unidos. Por supuesto que la división estamental y social está vigente aún como hemos visto en el ataque a Marcia Schuartz y por eso comenzamos a ver casas en los barrios La isla y El golf, lejos de los barrios para hombres adultos mayores o mujeres separadas como Portezuelo o La Alameda, donde viven matrimonios jóvenes aún con mandos medios en la gran carrera corporativa del capitalismo global.



En el citado barrio La isla las propiedades oscilan entre u$s 750.000 y u$s 4.500.000. El valor de las mansiones hace esperar un mínimo de diseño interior y exterior y algún ornamento relacionado mínimamente con el buen gusto. Sin embargo, las paredes están absolutamente despojadas de arte. Mientras en los garajes hay rodados de medio millón de dólares, en el living lo único que se puede encontrar es un Milo Locket de 50x50 cm.

En una master suite de 120 mts cuadrados y con un sommier Hastens de u$s 18.000 lo que uno observa colgado en la pared es un espejo.

En otro cubo blanco con una pared de 4x4 mts se despliega una fotografia del skyline de Nueva York y en el living de la casa de 3 millones de dólares una copia de una obra de Andy Wharhol.

¿Es acaso este tipo de residentes lo que pensaba Costantini para su ciudad soñada? ¿Qué se puede esperar de los nuevos ricos de la Argentina que pueden gastar 15.000 dólares en un juego de sillones y decorarlos con una lámina traída del MOMA?


Quizás conociendo este diagnóstico Costantini intenta propulsar su nueva ciudad en Escobar con mayores intervenciones artísticas en el espacio público e intentando también acercar la oferta de arte con la intención de hacer una feria en el predio. Algo que jamás pudo ver arteBA. Si los compradores de Zona Norte no se acercan a Palermo por qué no acercar la feria a sus barrios.


Hay que dejar de lado a las celebrities sin dinero del grupo MASS para pensar en cómo inyectar en serio recursos en el arte contemporáneo argentino. Ni siquiera pensemos en coleccionistas si no en familias que pueden construir una casa de 3 millones de dólares pero no conocen ni acceden a las posibilidades de decorar con obras su nuevo paraíso terrenal.


Mientras tanto, seguiré haciendo bocetos con mi pareja, proyectando el barrio de nuestros sueños, repleto de hermosas obras de arte.


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