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  • Julieta Blanco

¿Quién lo diría?



Mi primer beso fue con Nicolas Macallister. Sí, así como escuchaste. El primo de Alexis, el que juega en la Selección. Ese día incursioné en mi BOTINERA era.


Nico era: colorado, avivado, pícaro, chistoso, como un fosforito. Mi nickname de MSN por aquel entonces era: mi amor por vos es uNICO pero no es mi uNICO amor, y las partes de la palabra NICO estaban en mayusculas, me gustaban dos NICOLASES al mismo tiempo y quería que todo el mundo se entere.

El beso fue en el departamento de mi amiga Milagros que vivía en el centro de la ciudad y ahí nos juntábamos para ir a la plaza o después de tomar helado en la heladería Vittorio. Me apretó contra la pared y básicamente me pasó la lengua por alrededor de la boca. Un asco. No recuerdo haber sentido calentura, solo me entusiasmé y me sentí una conquistadora social. Que sea colorado y de apellido Macallister me fascinaba. No comprendía ningún tipo de dimensión política, ni deportiva, solo me parecía que este chico tenía de familia una institución: el DEPORTIVO MACALLISTER y yo quería ser parte, de algún modo, de este club. Siempre quise conocer más el mundo de los varones,y en principio chapármelos me parecía buena opción.


Pasaron unos meses y no volvimos a chapar, a mi me dejo de gustar, de hecho solo me sirvió como catapulta a concretar tener un primer beso con alguien importante. Al año siguiente nos volvimos a juntar con el grupito del club “el DEPO” Macallister y apareció ÉL. Fernando, el chico diez. Un Messi de mi generación santarroseña. Alto como DePaul y con la mirada autista de los chicos que solo están comprometidos con algo superior a ellos a los 15 años. La superficialidad fiestera en la que yo vivía no iba con este ser que siempre se quedaba concentrando en la casa antes de los partidos locales y eso me fascinaba. No tomaba alcohol. No se quedaba hasta tarde. Su vida era FÚTBOL, FÚTBOL, FÚTBOL. Él se sentía destinado a algo mayor a él y no paraba de entrenar. Era un goleador y una promesa. Mi fascinación era inmensa. Me enamoré perdidamente. Y como ya había estado con otros futbolistas, no tan destacados de las inferiores de los clubes santarroseños, con este que se probaba para los grandes clubes de Buenos Aires, sentía que cotizaba en bolsa.


A mí no me daba el perfil ni el tupé para andar con futbolistas pero de alguna manera funcionaba. Logré que funcionara. Mi vínculo con este chico era DESESPERADO. Articulaba encuentros en lugares que sabía que iba a estar, él era muy tímido y yo totalmente intensa. La combinación andaba porque yo me le acercaba y le daba charla y a él le gustaba que le resolviera toda la situación del chamuyo. De alguna u otra forma lo conquisté. Una canción que definió la relación fue “Tu recuerdo sigue aquí, como un aguacero…”, la cantamos juntos un día que llovía en un taxi. Esa noche era oscura y honda. Yo moría por tocarle las piernas y el cuerpo de él se volvía cada vez más grande por los entrenamientos.


Un día lo invité a mi casa. Quería intimidad. Le avisé a mis padres que iba a usar todo el living y que ni se les ocurra aparecer. Realmente una desubicada pero a mi familia le encantaba la idea de que salga con un futbolista.


Quería acorralarlo en mi casa. Hasta ahora solo nos habíamos visto en lugares demasiado públicos. Tuvimos la maravillosa idea de ver la votación de la ley 125. Era 17 de Julio, en Santa Rosa hacía un frío oscuro, darks. La estepa pampeana en invierno muestra su lado más parecido al de Siberia. En mi colegio había banderazos a favor del campo, en contra de la ley, yo ya era casi militante de Cristina, solo que no había encontrado espacio político.


Ese día, nos besamos intensamente y vimos la votación hasta el final. Julio Cobos dijo: Mi voto es negativo. Teníamos 16 años. Yo a esa altura ya me había convertido en una alumna arquetípica del Pelle, las cosas habían cambiado en pocos meses con las movidas políticas. Él seguía siendo un chico futbolista del deportivo MacAllister. El chico futbolista festejó y me contó que su papá era Ministro de Hacienda del radicalismo. Vi la grieta, apareció la grieta como un muro gigante que me bloqueó todo lo que tenía entre las piernas y mis proyecciones de novia de futbolista cayeron al vacío. Mi angustia era alta.


Después de eso, los dos entendimos algo nuevo, y la relación se terminó gradualmente, después de ese día, no pudimos retomar bien. Se terminaron las aspiraciones futboleras y yo me entregué a profundizar la militancia. El chico entró más adelante a la Reserva de Boca. Hoy lo volvería a besar. Y, como dijo Cristina: “Volvería a hacer todas las cosas que hice”:

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