Recuerdos que no voy a olvidar
Es extraño pero, podemos decir que el 2020 terminó definitivamente con el siglo XX. Y más aún, con los 90. Quizás sea el fin de la gloria festiva de la globalización, de ese inicio de la adhesión a lo masivo. Ahora, un virus se repliega y paraliza a todo el mundo con crisis económicas y depresión social. Quizás estemos frente a esa debacle mundial, a esa idea del mundo que se extingue dentro nuestro.
A nivel local, la muerte de Maradona y de Sergio de loof de alguna forma catapultan y entierran definitivamente una imagen construida a base de colores brillantes que se encienden en la noche, pobreza y celebridad, alegría y fiesta. El destape sexual, las drogas, las camisas con arabescos. Como si la energía social o el sentimiento de esa época hubiera sido de una efervescencia tal que se disparaba por todos lados y en todos los sentidos. Una intensidad convocante, una liberación a todo rango devenida de los años oprimidos por la hiperinflación y más aún, por la dictadura. Y que propuso de alguna forma, la destrucción de una modernidad clásica, fordista, homogénea, barrial, de clase trabajadora, de sencillez normalizante, de casas chalets y de autos de línea recta.
Una transición veloz de apertura, de cambios rápidos de paradigmas, de motocross, ferraris, divorcios, anfetaminas para adelgazar, cocaína y cultura de la noche. Una democracia jovencísima e inocente y oscura que necesitó ese aire, ese nivel de inconsciencia y claro, de libertad. Los 90 a nivel país son nuestra adolescencia.
No tuve el placer de ser adolescente en los 90. Transité mi niñez con ese deseo de vestirse de negro, ir a ver bandas e ir a bailar a discotecas que simulaban playas del caribe, aunque no sé si esos dos mundos eran compatibles. Toda la cultura de la noche quedó desplazada para mí. Por lo que viví la década atrapada por la televisión en los livings de mis familiares.
Es raro, los 90 se están muriendo entre nosotros pero la moda actual hace eco en ciertos criterios estéticos, los jeans altos, anteojos negros, las remeras básicas, los blazers. ¿Qué nostalgia tenemos?.
El campo del arte, por otro lado, siempre con todos sus pies y sus ojos delante, comenzó a revisar los 90´s desde principios de los 2000, con nuevas lecturas, textos, muestras y reivindicaciones de artistas marginados, por la crítica, el mercado y el propio circuito. Pero claro, esa es otra historia que viene como coletazo del nuevo amor por lo local. ¿En qué estaba? Ah! si, fui niña en los 90 y todo lo que sé sobre esos años devino por un consumo televisivo ilimitado y por debates políticos en mesas familiares. Ir a la escuela pública y ser la última generación que jugó en la vereda hasta muy tarde con sus amigos, eso también fueron los 90 para mi.
Una década que funciona como un collage de recortes, de fragmentos arrancados de revistas con velocidad; superponen joyas y alhajas de oro con CD´s, copas de champagne, topples, pieles, columnas jónicas, cabellos rubios platino con flequillo, arabescos, el pantone de benetton, los jeans guess, los perfumes importados, los autos de carrera, los descapotables, las tres pelotas de telefe. Gabi Sabatini, Ayrton Senna, el logo pepsi y de coca cola, Fido dido, las latas de caro-cuore, los simpsons, las tortugas ninjas. Claudia Schiffer, Valeria Mazza, Susana Gimenez y Xuxa. Madonna, los Roxette, Michel Jackson, los Rolling Stones, Luis Miguel, Minnie y Mickey Mouse. La dulzura, la felicidad, la sensualidad, el porno soft y el éxito ante todo. Las casas de ladrillos y tejas, los malvones rojos y la ciudad de Nueva york en todas las escenografías. Todo esto superpuesto y entrelazado por imágenes de una decena de miles de catástrofes sociales, bombardeos y accidentes de todo tipo. Una década que funciona como un claroscuro, ¡o mejor! como las serie de serigrafías en negativo de Andy Warhol.
Extraño cuando lo masivo era exquisito, aunque todo estaba mal.
Extraño cuando lo masivo era exquisito, aunque todo estaba mal.
Extraño cuando sonaba “brillante sobre el mic” de Fito Paez en todos los cumpleaños de 15.
No me acuerdo haber vivido después momentos tan polarizados y desordenados como los 90. Fueron mucho en muy poco tiempo. Años divertidos, melódicos y feroces, como una mixtura infinita de imágenes rotas, pop, picantes y super violentas. Quizás sea porque de alguna forma fueron un vértice y un paréntesis que condensó parte del siglo xx y aproximó el milenio que siguió. El mundo se había abierto para nosotros y nosotros éramos el mundo.
Adherimos a todos los íconos y celebridades de una forma indiscutible, con amor absoluto por la fama y la novedad. Mientras escribo pienso en sensaciones y tonos e ideas del futuro, accesos y formas de vida. Para mi los 90 se dividen en tres partes. Del 90 al 94, del 95 al 98 y del 98 al 2000. Tres etapas que marcan el pulso, desde el éxito del inicio de la convertibilidad y la modernización, hasta su paulatina derrota y crisis.
Los noventas fueron hermosos, crueles e injustos y para cosas serias: ¡Que bueno que hayan pasado!. Aunque, hay que decirlo: estéticamente fueron años insuperables, en todos los campos. La moda fue insuperable, los logos de todas las marcas, las camisetas de fútbol, los útiles para la escuela, los álbumes de stickers, los sellitos, los dibujos animados, los programas de televisión, los empapelados cuadrillé de los cuartos infantiles. Calculo que por eso, de alguna forma nos invade cierta melancolía, un extrañamiento, una nostalgia. Al final de cuentas lo que nos queda es un mundo fragmentado, plagado de influencers y youtubers de todo tipo, pantallas rotas del celular y estampados con emoticones y bulldogs franceses.
1990
Veo mi primer mundial en la cocina de la casa de mi abuela. Aprendemos a cantar juntas esta canción
1991
Empieza el Show de xuxa, mi vida cambia para siempre. La amo hasta el día de hoy.
1992
Me compro mi primer cd “el amor después del amor” de Fito Paez.
Pasaban esta publicidad de conciencia sobre el HIV-Sida Y a mi me daba terror.
1993
Era fan de una canción de Xuxa “ I love you xuxu” en la que cantaba que viajaba a todos los países con una nave y absorbía para sí, todas las culturas. En el colegio festejaron el 12 de octubre “el día de la raza” y me hicieron vestir de hawaiana y bailamos “América” la canción de Nino Bravo interpretada por Luis Miguel con fragmentos en inglés. El mundo se había abierto para nosotros y nosotros éramos el mundo.
1994
Veo a mi mamá llorar por Maradona frente al televisor.
Mientras almorzamos ravioles en la casa de mi abuela, vimos el accidente de carrera de Ayrton Senna. Nos pusimos muy tristes, los tuvimos que dejar.
Veo algunas imágenes de los escombros del atentado a la Amia en la tele de la casa de una amiga que reposaba sobre un mueble de algarrobo.
1995
Me acuerdo de este episodio en el que Gasalla entrevista a Federico Klemm en su programa “el palacio de la risa”. Lo vimos con mi abuela acostadas en la cama. Era algo que me gustaba hacer, ir a ver programas de televisión para adultos a su casa.
Miro por las noches con mi tía adolescente el programa “Memoria” de chiche Gelblung. Este episodio de la autopsia del ET
imagen: accidente de Ayrton Senna, Gran Premio de San Marino, Imola, Italia, 1 de mayo de 1994.
#EspiralAños90 edición especial de textos críticos sobre los años 90s
editado por Francisco Lemus y Mario Scorzelli
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