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  • Ana Sejmet

Una Argentina grande


Hubo un tiempo en que la joven Argentina soñó con ser una Nación grande y, como un gaucho que se prepara el mate después de una larga siesta, se arremangó su camisa para diseñar el proyecto. Argentina era una tierra fértil y la sangre de indio y gaucho somnoliento, según Sarmiento “lo único que tienen en común con los seres humanos”, sería el abono más útil para el programa de país moderno, ilustrado, que hombrecitos, zonzos y machonas se atrevieron a imaginar.


Las campañas militares y el arte, en su versión escandalosa y pornográfica, serían los encargados de llevar adelante esa misión. Si, aunque cueste creerlo, hubo un momento en el que la tarea estatal fue algo al menos un poco excitante. La función pública, más allá de los aburridos actos administrativos, contemplaba el combate cuerpo a cuerpo y las representaciones de desnudos. El estado nacional estaba dispuesto a financiar un pecado capital, algo parecido a una película gore con escenas explícitas de desnudos y vísceras que llevaba el nombre de Ilustración.


Así proliferó un entramado institucional que continúa expandiéndose hasta nuestros días, aunque se encuentre algo perdido como si hubiera olvidado cuales son sus funciones y cuál es su destino. Es habitual ahora preguntarse qué está haciendo el Museo Nacional de Bellas Artes, qué está haciendo la Casa Rosada o qué diablos está haciendo el Congreso.


Justamente ahí, en la puerta del Congreso, la artista Lola Mora fue la encargada de realizar dos grupos escultóricos para recordarnos los desafíos de ese programa moderno. De un lado se levantan las figuras alegóricas que representan a la Libertad, el Progreso y los Leones y del otro, encontramos a la Paz, la Justicia y el Trabajo. Pero no deberíamos confundirnos con las apariencias, la obra no parece tratarse tanto de una alegoría como de un dilema.


Instaladas en 1907, removidas en 1921 por decisión del Ministerio de Obras Públicas y a pedido del Congreso, desterradas a la provincia de Jujuy, copiadas con un moderno proceso de escaneo 3D, reemplazadas en el año 2014 por la Presidenta Cristina Fernandez de Kirchner, esas esculturas están ahí para recordarnos que la libertad es incompatible con la paz y el progreso es incompatible con la justicia. Afortunadamente, quienes aún creen en la democracia van a tener una oportunidad para elegir. En cambio, para quienes no tienen tanta esperanza en ese plan inicial, quizás sea el momento de despertarse de su siesta y comenzar a diseñar un nuevo programa para una Argentina grande.




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