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  • Renata Molinari

Una Yente distinta



Hace un par de meses sufrí una lesión en el pie que redujo mi velocidad de caminata de 10 cuadras cada 10 minutos a 10 cuadras cada media hora. En este andar ralentizado, las calles se fueron transformando ante mis ojos. Detalles que quedaban invisibilizados por la rapidez automática de mi caminar juvenil comenzaron a manifestarse como visiones enteógenas: plástico violeta translúcido sobre la vereda gris, botones dorados decorados con flores azules reposando en el jardín delantero de una casa, piezas de rompecabezas encastradas conforman la cara de un nene al lado de un volquete. Y todo eso en una cuadra.


Acompasada al ritmo de ancianos y ancianas que pasean con sus mascotas, fui dejando atrás mis hábitos de recolección de materiales pesados como maderas, chapas, macetas de cerámica, vidrios. Se volvieron un incordio para superar la aventura de 9 cuadras que me separa del taller y ni hablar del tramo de escalera.


Como mi abuela, siempre me enorgullecí de mi fuerza física y mis manos duras llenas de callos, pero durante los meses que duró mi lesión me vi obligada a conectar con mi fragilidad.


Vale me contó que Yente, una artista que ella ama mucho, creó un personaje que aparece en varios de sus libros de artista llamado Fragilina. Fragilina es un alter ego de Yente, y la representa en muchas de sus aventuras autobiográficas ilustradas.


Las obras que conocía de Yente son algunos relieves y objetos de los años ‘40 que se pueden ver en museos por la Ciudad. Están realizadas con celotex, una especie de aglomerado que a Yente le resultaba liviano, fácil de cortar y de manipular. Sin embargo, la fragilidad del celotex en estos objetos está algo oculta: capas de pintura al óleo le otorgan el aspecto robusto de los materiales llamados “nobles” por su entereza y durabilidad.


Cuando fui a la muestra de Yente en Para vos! Norma mía, me encontré con una Yente distinta. Se pueden reconocer formas angulosas y paletas de colores quebrados ya frecuentes en la obra de toda su vida, pero las piezas están fabricadas con telgopor apenas pintado, casi desnudo.


El telgopor nace destinado a la basura. Temporal compañero de algún electrodoméstico o televisor, es desechado apenas el objeto que protege es descubierto e instalado. El telgopor es por lo tanto, siempre una contra-forma: se adapta a todo tipo de geometría, para contenerla.


Yente aprovecha esta cualidad no sólo fragmentando y tallando su dócil superficie sino exponiendo el vacío de los objetos que sus telgopores alguna vez contuvieron, rellenándolo parcialmente con colecciones de formas esculpidas, también en telgopor, por supuesto.


Algunas de las obras parecen indagar en la memoria del material, buscando esbozar una representación de aquellos instrumentos tecnológicos que el telgopor acompañaba, como “los niños de la computadora” o “relieve blanco”. Algo oscuro se destila de esa relación; mientras los teclados, mini-pimmers, calculadoras y lavarropas disfrutan del calor del hogar y un techo sobre sus plásticos cuerpos, el telgopor rueda entre canaletas y autos, sufre patadas, pisoteos y se baña en aguas pluviales o cloacales.


Yente ya no busca vestir a la fragilidad de nobleza sino que la expone más crudamente. El telgopor un poquito sucio deja ver las vidas pasadas de las piezas. Este trabajo de arqueología o médium se completa con una obra pequeña, de formas orgánicas que está montada cerca del piso y de la ventana: “composición rupestre”.


Imagino a una Yente casi octogenaria caminando despacito por la calle y capturando cada detalle del piso con la mirada. Se encuentra con una forma blanca y brillante a la que, conmovida, decide recuperar.


Aún así, se que abunda la gente que guarda estos haberes en lugares ocultos de sus casas. Por ejemplo la gente con placares grandes que piensa en alguna futura mudanza. Resuena en mi cabeza la reflexión que Dalia Rosetti hace en su libro “El fuego entre nosotras”: “Aunque aún me pregunto ¿por qué a la gente le gusta tanto el blanco? ¿Ehhh? ¿Por que todos dudan de tirar los telgopores tanto de las teles como de los potes de helado? ¿Aaa?”




Sobre la muestra "Telgopores y encajes" de Eugenia Crenovich (Yente) en Para vos!... Norma mía


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