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  • Bob Lagomarsino

arteBA y la Nueva Normalidad


Subida a la ola progresista, impulsada por el feminismo y el rol central de los influencers en el desarrollo cultural actual, la Fundación arteBA consideró que su mejor opción para la presidencia era la designación de Amalia Amoedo. Sus estudios en astrología y una formación no muy diferentes en las clínicas de Gumier Maier parecían haberla preparado para este momento. Los astros se habían alineado, la primera presidenta mujer llegaba de la mano especulativa de una institución —muy atenta a su imagen— que toma las decisiones siguiendo estrictos patrones de mercado. Pero las cosas no salieron tan bien, en poco tiempo la flamante presidenta comprobaría que dirigir la fundación arteBA es una tarea incluso más difícil que dirigir la Fundación Policía Federal Argentina.


La renuncia prematura de Amalia Amoedo fue una pérdida lamentable para quienes esperábamos la sincera revolución de la alegría que pregona en sus redes sociales. Como el Presidente ojos color del mar de Barents, que finalizó su mandato el 10 de diciembre, ella no pudo conducir la titánica tarea de modificar y extirpar de raíz todas las falencias que la Fundación arteBA viene arrastrando hace dos décadas. El status quo promovido por sus colegas miembros del board, sumado a las belicosas amazonas del bando colorado, colmaron la paciencia de una sincera trabajadora por el arte argentino.


Amoedo tuvo que lidiar con el legado del emprendedurismo tecnológico y su poder delegado en la Fundación pero el determinismo económico en el marco de una pandemia de escala planetaria pudo más.


Este es el primer año que no hay paritarias salariales y también el primero en que arteBA no realiza su feria anual desde su fundación. Luego del anuncio de la suspensión no ha generado absolutamente nada por el desarrollo y fortalecimiento del arte contemporáneo argentino, a pesar de figurar entre sus objetivos. Ni siquiera ha podido desarrollar una estrategia digital mínima que demuestre una presencia aunque sea virtual. En este punto podrían aprender algo de la Revista Jennifer, un grupo de jóvenes sin más recursos que su entusiasmo. Deberían sentirse avergonzados, hasta Dennis Nedry, él solito, pudo montar una feria en la virtualidad. Imaginemos que podría hacer la fundación si tuviese una mínima iniciativa y voluntad de cambiar algo.


Si la intención de la Fundación es seguir en funcionamiento por el bien del arte, lo que sería deseable esperar para la Nueva Normalidad es un cambio sustancial del Board y la renuncia puesta a disposición del Management. Hace falta un directorio de gente interesada en el arte pero que represente nuevas ideas y que piense a la Fundación como algo más que un ente a quien pasarle las facturas por los restaurants, los taxis y los viajes. Los eventos en el Duhau para los mismos de siempre no suman nada. También el management debe adaptarse a los nuevos tiempos. Será una de las primeras tareas de Ariel Sigal, reemplazar en las reuniones el catering de Dos Escudos por un suculento plato colmado de alfajores Chocoarroz pagados con la abultada caja chica de la Fundación. Probablemente allí encuentre la primera resistencia de quienes están acostumbrados a utilizar los recursos destinados para fomentar el arte contemporáneo en brindar banquetes opiparamente servidos para el staff.


La feria en la Rural, con contratos leoninos y clausulas abusivas, solo se entienden por la poca voluntad de cambiar algo para bien o por motivos menos éticos en los que no quisiera meterme. No se entiende como no hay gente trabajando seriamente en las RRII y en los asuntos públicos de la Fundación y con eso me refiero a contactos con el sector público que podrían facilitar en forma gratuita locaciones de primer nivel. La feria, que le cobra a los galeristas para mostrar y al público para mirar, tiene que ser considerada como una empresa y no es lógico que sea manejada con criterio de fundación, como no sería lógico que un museo sea manejado con criterios empresarios.


Hoy, a excepción del Gobierno de la Ciudad, el resto de los entes estatales desprecian a arteBA así como desprecian a la Exposición Rural porque están manejados por personas que no tienen ningún tipo de conocimiento de políticas públicas, de mercados internacionales y, ni siquiera, de arte contemporáneo. Difícilmente pueda esperarse algo positivo de no instrumentarse cambios sustanciales. Este modelo está agotado y necesitábamos una pandemia para producir los cambios necesarios.


Las galerías que han sido vilmente tratadas durante años podrían también replantearse esto y pensar que feria quieren. Quizás no sea suficiente un representante en el directorio y quizás tampoco sean muy favorables a sus intereses las estrategias desarrolladas a través de Meridiano.


El Presidente ojos color del mar de Barents nos enseñó que la meritocracia es la mejor manera para crecer. Ariel Sigal debe tener esto bien en claro, sería bueno que su experiencia sea tenida en cuenta. Para esa Nueva Normalidad no alcanzará con tener la sangre azul. Para volver a poner de pie a arteBA van a tener que buscar a los mejores y traerlos del exterior si es necesario. Incluso podrían apelar a Nicky Caputo, ex cónsul honorario en Singapur, para buscar talentos allí.

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