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Frn Stella

뚜껑 없는 믹서기



Cuando me mudé al taller que compartimos con Kim en Funes, a principios de Marzo, ella estaba terminando una pintura bastante grande. Si bien no entró en “Lo doblemente bueno del agua llega”, su muestra en Galería Gascón, la pintura pertenece a una de las series exhibidas. Es un auto que parece de lujo, de los que pueden ir muy rápido. Su tren delantero está completamente destrozado. Atrás, hay una fuente coronada por un gato y aún más atrás, una catedral que por las luces de neón que emite, parece más una discoteca. Un templo/pista de baile.


Por ese entonces Kim ya estaba ultimando los detalles para su muestra, curada por Galindo. Si no recuerdo mal, por esos días acababan de aplazar la fecha y estaban buscando un nuevo lugar para hacerla. En el medio de ese trajín, con la ansiedad, la emoción, la presión y todo lo que la recta final antes de mostrar implica, Kim chocó con su auto.


Por suerte fue un choque “bobo”. Quiero decir: nadie salió lastimadx. Fue uno de esos choques que le suceden a alguien aunque maneje hace muchos años y bien, alguien que estaba sobria al momento de hacerlo, uno de esos choque que vaya unx a saber por qué suceden.


Entonces ahora dejo que el control de mi sistema lo tome casi por completo el equipo de recreación forense de Discovery Channel en los 90. A partir de ahora, no existen diferencias entre la realidad y la ficción, sólo hay margen para especular lo que pasó. El punto de partida: el auto de Kim queda destrozado igual que el que acababa de terminar de pintar.



Tercer Subsuelo


Lxs invito a recorrer juntxs la cuestión, que tiene varios niveles como los estacionamientos de los shoppings. El primer estrato la hace a Kim capaz de alterar el mundo con sus pinturas. Sus pinceles son como varitas mágicas y los lienzos, territorios voodoo donde lo que hace aparecer con sus óleos se vuelve realidad. Pintar es para ella alterar el orden de las cosas en el mundo terrenal. Las pinturas, ese mundo divino donde se experimenta como en un laboratorio hasta encontrar lo que se busca. Una alquimista con una fiebre empedernida derriba los árboles que hay a sus costados con un hacha: de un lado caen los brotes del boom Koreano de las commodities y el consumismo, del otro, la espiritualidad. Primero fue la pintura, luego el choque.


Un segundo estrato la encuentra a Kim dejándose transformar por lo que pinta. Los lienzos son territorios voodoo de su propia existencia, donde vuelca lo que sus tentáculos invisibles recogen de lo que flota alrededor suyo. Estos tentáculos están enchufados a una corriente que no conoce del ordenamiento lineal del tiempo: pasado, presente y futuro son una esfera condensada. Una parte de Kim, todavía no sabemos cuán consciente, levanta información de todos los tiempos y la deja entrar en sus procesadores a través del acto de pintar. No se sabe qué fue primero, si el choque (en otra línea temporal) o la pintura.


En una tercera capa, pintar es un acto ritual que articula el intercambio fronterizo entre adentro y afuera, pasado y futuro, lo individual y lo colectivo. Pero decir ritual nos lleva fácilmente a una idea/imagen sobre lo ritualizado que no aplica a Kim. Yo creo que para ella el ritual es más parecido a un paso aduanero en la ruta, con música fuerte, gaseosa fría y mucho sol. Una vitalidad exultante que en su voracidad, deglute y pinta compulsivamente sus obsesiones. Mueve mucha más energía de lo que llega a darse cuenta. Mueve tanta que su auto chocado luce igual que la pintura que acaba de terminar. ¡Eso es! Imprime mucha, mucha fuerza para dar forma al mundo de una manera misteriosa. Una licuadora sin tapa, life imitates art.


El opio de las masas


Vuelvo a la muestra “Lo doblemente bueno del agua llega” en Galeria Gascón, que se puede visitar hasta el 11 de Agosto. Mientras leía el texto con el que Galindo acompaña la muestra, una palabra permanecía dando vueltas en mi cabeza: transustanciación. Es el proceso por el cual la hostia y el vino se transforman, en la liturgia católica, en el cuerpo y la sangre de cristo respectivamente. Un pase mágico extraordinario de los creadores de la Santísima Trinidad.


Galindo escribe en el texto de sala sobre el placer vicario, una idea que atraviesa la muestra y la obra de Kim, y empuja los límites lingüísticos e imaginativos para armar escenarios en los que sea posible que “el placer pueda pasar de un cuerpo a otro sin que se modifique en sustancia”. Hay algo de transustanciación en eso, creo yo. Algo cambia en el plano corporal (es un cuerpo y no otro) y algo quiere permanecer igual (es el mismo placer) pero en realidad es diferente. ¿Acaso Kim usa nuestros cuerpos como hostia?


Entonces el escenario tres se afianza dentro mío como una posibilidad. Kim es la sacerdotisa de una religión que utiliza pinturas para traficar placer, asco, cringe y excitación, de un cuerpo a otro a ver qué cambia y qué permanece igual, qué es transferible y qué no. En esta religión, la distancia que separa el consumo de la plegaria es muy corta y no hay juicios con respecto a qué adorar/consumir, está más allá de la moral. Gatos, comida, porno. Lo que haga falta para empujarnos a esa zona abismal de la existencia donde hacernos las preguntas que correspondan, donde volvernos testigos forzadxs del sexo tentacular, donde desnudar nuestros lugares más escondidos Si es necesario, predice el futuro o lanza maldiciones. Y todo, pintando tranquila, es una silla giratoria, en un paso aduanero fronterizo. No es de extrañar que la catedral de esta religión parezca una pista de baile.





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