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Nidia Beatriz Corvalán

Arañas


Este fin de semana largo aproveché para hacer un poco de orden en casa. Estela me regaló un libro que ayuda a organizar y acomodar mejor las cosas para potenciar las buenas energías del hogar y me pareció que empezando por el escritorio de Walter podría llegar a sentir ese cambio. Su manía de guardar de todo hizo que ese lugar se convierta en un verdadero caos imposible de limpiar. Los tomos completos de enciclopedias, que en una época exhibíamos con orgullo, hoy solo acumulan polvo junto a varias carpetas que ya nadie consulta. El aparador del juego de vajilla se había convertido en un nido de marañas de cables viejos, decididos a invadir el resto de la habitación.

“Ponerse en marcha es renovarse, soltar es saber crecer“,así era el título del primer capítulo del libro y la sensación fresca de un nuevo comienzo me dio el impulso para terminar de sacar lo que quedaba de esa vida anticuada.

Con el entusiasmo recargado me fui a una exposición de arte que anunciaban en la radio con una propuesta innovadora y desafiante. Lo vientos de cambio estaban a mi favor y aproveché ese envión para zambullirme en la nueva ola de tendencias.

La muestra Como atrapar el universo en una telaraña cayó como peludo de regalo. Será que las cosas no cambian tan rápido y que la vida le da tiempo a una para acomodarse, porque adentrarme a esa oscuridad repleta de telarañas fue lo más parecido a la habitación vetusta de Walter. Las partículas de polvo cósmico que flotaban allí, las recuerdo sin tanto cariño y con mucho plumero, sobre las colecciones de fascículos de nuestras revistas de ciencia, que ilustraban y clasificaban con dibujos el lugar que ocupaba cada especie en el mundo. El funcionamiento del universo, conectado por un sinfín de filamentos, me había llevado horas desenredar y acomodar con paciente dedicación en los cajones de la cómoda. Y el rastro laberíntico diseñado por las arañas, en casa su apariencia parecía menos arquitectónica y más accidentada.

Si bien es cierto que a esta edad la memoria empieza a fallar, una no se engaña tan fácil. Reencontrarme con esos viejos dilemas que acumulan históricas discusiones artísticas me hace sospechar que todavía queda tela para cortar y mucha para limpiar.

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