Reseña eufórica de Vértigo. ¡Vértigo!
Avanzar por una autopista de serpenteos, contratiempos y accidentes. Activar un mundo espiralado. Una curva descendente: una tuerca, una rosca, un set en sombra. Llueven estrellas fugaces en la tv. Suena inquieto el ruido del motor. Un ouroboro acelera la pista de baile.
La puesta es blanca y retrofuturista. Maestros Jedis del microcentro, Elfos de peaje. Texturas sonoras y canciones construyen climas, tiempos y paisajes hábiles. Guitarra, teclado, sinte, voz. Una iluminación delicada y rítmica. Un cuerpo en multitasking, que lo que no puede es detenerse. Vive la urgencia de una época. Modula despliegues físicos precisos y produce estados poderosos. Un actor que sabe estar y establecer contacto.
Cita el flyer: “El crepitante motor de la diadema roja tirita a las puertas del palacio del León Blanco. Acá adentro hay una fiesta, pero mis ojos, otra vez, se hundieron en el cielo. La voz blanca de mi papá, vuelve, una vez más.”
La obra produce un presente escabullidizo, dirigido y voraz. El tiempo es redondo y el territorio radial. La rueda inventa al hombre y lo pone en movimiento. Funda la distancia: un gesto que se mide en kilómetros por hora.
VÉRTIGO, de Francisco Donovan. Dirección: Ignácio Bartolone
Sábados 23hs / Teatro El Extranjero.
Texto: Francisco Donovan
Actúan: Ignacio Bartolone, Franco Calluso, Francisco Donovan
Diseño de vestuario y escenografía: Endi Ruiz
Diseño de luces: Facundo David
Musicalización: Franco Calluso
Audiovisuales: Gabriel Rud
Asistencia de dirección: Victoria Beheran
Producción: Mariu Lombardi
Coreografía: Carolina Borca
Dirección: Ignacio Bartolone