La tertulia de la juventud
La Galería de la Juventud queda en Balvanera pero también podría ser Once o Montserrat, los límites son difusos. El edificio es casi art decó, tiene una marca distinguida entre los edificios más anónimos y proletarios que concuerdan con el barrio. Aunque “en Loria hay edificios preciosos, hasta hay un castillito” dijo Osvaldo Baigorria mientras conversábamos en los sillones de pana verde esmeralda o verde selva recién llovida. Rodeadas por los cuadros de Maximiliano Masuelli, tomando vino de los vasos del hogar.
El departamento es de un sociólogo joven. Se mudó hace poco. Se vio signado por la fortuna porque el departamento es realmente hermoso y particular. Tiene detalles como un piso de piedra lustrada color verde manzana y beige, ventanas elevadas que te permiten ver solamente el cielo o lo mejor de la casa según el dueño: un pasa platos. Conecta el comedor con la cocina y es una puertita cuadrada perfecta, color blanca, muy simpática.
Es la primera muestra que se hace ahí y hay un entusiasmo compartido por la novedad. Casa nueva, nueva galería, propuesta diferente. Aunque existan varias galerías que funcionan o funcionaban en casas, es una idea que agrada. Las conversaciones se alivianan y fluyen con cadencia de entre casa y el apuro por emborracharse con la bebida de cortesía se amansa por una sensación hogareña y familiar.
Aire Manco se llama la muestra y se compone de una serie de cuadritos, algunos chiquititos otros no tanto. Algunos son dibujos, otros pinturas. Todos hermosos. Pienso en el nombre AIRE MANCO y me acuerdo de algo que me decía mi abuela cuando deformaba mi cara en algún gesto gracioso, o ponía los ojos bizcos: “te va a agarrar un aire y te vas a quedar así”. No se porqué, quizás porque hay algo deforme en todos los cuadros, como si hubiera pasado un aire gracioso y los hubiese dejado así, acomodados por un viento que viene de lejos (de la infancia) pero que pasa riéndose.
Los cuadros son inventos porque nada de lo que representan existía antes de que lo pinte Maxi. Te obligan a acercarte, a que vayas a ellos, a que te esfuerces por mirar bien los detalles. Son como miniaturas, por lo pequeños -sobre todo en relación al pintor que es altísimo- y porque tienen la ternura de algo enorme condensado en algo chiquito y encantador. Ventanitas dispuestas en los clavos ya clavados por el dueño de casa, que desmontó su colección personal para montar la del artista.
Miniaturas adentro de miniaturas, por ejemplo hay uno dónde hay un monito rojo posado como si fuera del tamaño de una vaquita de San Antonio, sobre el tallo de un tulipán amarillo.
Una jarra floreada sobre una mesa puesta al borde de un abismo entre las montañas ¿para quién? Por ahí no vemos a los comensales porque son chiquititos. Por ahí todavía no llegaron y esperan al búho del otro cuadro que viene con una botella de bebida blanca a servir la mesa, planea sobre un prado antes que se le haga de noche y lleva sosteniendo en sus patas un whisky para convidar.
Otro paisaje desproporcionado es el del festejo abajo de la lluvia dónde aparece una personita sostenida por una flor, sosteniendo un paraguas. Atrás hay una vaca y las gotas caen pesadas y gigantes sobre ese espacio que no se sabe si es pequeñísimo o del tamaño del mundo.
Maxi pinta cuadros atiborrados y también pinta cuadros tranquilos, como uno que parece un cementerio psicodélico: hay una tumba, una calavera, un perro y un árbol, todo flota en un espacio multicolor y da una sensación lúgubre pero liviana al mismo tiempo. O el cisne solo flotando en la niebla gris, dejó atrás la tierra que se ve como una isla de vegetación melancólica.
Fantasías como estas me llenaron los ojos esa noche, y a mis amigos también. Nos fuimos contentos caminando por Loria, pasamos por el “castillito”, comentamos los cuadros y la galería. La sensación de haber ido por primera vez a un lugar que por primera vez era eso que ahora es. La Galería de la Juventud será otro de esos lugares que hacen que esta ciudad tenga la habilidad de enternecerte. Ahora estemos atentas porque muy pronto se viene una retrospectiva de Santiago Villanueva y que vivan las tertulias.