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  • Micaela Piñero

Miedo de caer en lo desconocido sin límites


Nicolás Oyuela sabe, y por eso duda, él cree que pintar con colores como los que usa (desaturados, rosas, lilas y celestes) lo hace ser aburrido, bueno o un poco ingenuo. Por eso se enoja, pinta en blanco y negro, ensucia el lienzo, el papel, decapita una mujer en medio de un paisaje, donde los caballos corren salvajes y en las noches los aventureros construyen un fuego a la orilla de un lago donde se reflejan las estrellas.

La muestra es en galería Formosa, un lugar chiquito por el barrio de Colegiales. Adentro está lleno, la mayoría de las personas se amontonan en la vereda, hace frío y los abrigos protegen mientras esperan para entrar a ver una serie de pinturas realizadas en óleo sobre lienzo y una serie de aguafuertes sobre papel.

Una serie de pinturas como las de antes, pintura de caballete, paisajes inspirados por los colores del atardecer, bosques teñidos por la transición del estado del tiempo y el misterio que emerge en los lugares que son de tipo salvaje, habitado por personas que saben vivir en él, cazar, comer y dormir en una cueva o bajo el cielo azul sintiendo el pasto o la temperatura de una roca.

¿Qué sensación nos queda como espectadores cuando miramos la pintura de Nicolás? ¿Eso es lo que queda cuando miramos una pintura? Un recuerdo, una forma de sentir a través de la vibración de los colores por los caminos que abre la pintura. ¿Y lo estático? impreso por siempre en el lienzo, dejando memoria para el futuro.

Cuando hay tema el lienzo deja de tener una medida específica. Desborda de tema y deja de ser un lienzo de 1,50 x 1mt. proliferando imágenes que tatúan un nuevo espacio para siempre.

¿Eso es lo desconocido? ¿A eso es lo que él le tiene miedo? ahí está el límite, donde se termina un espacio creado por el límite del lienzo, otra vez… el lienzo limita el tema, pero el tema es infinito en sí, abre un espacio a un espectador estático, estático desde el sentir.

Siento calor, cerca del fuego y su color tiñe los cuerpos y los ojos de los espectadores. Me gusta ver las caras de las personas cuando miran sus obras, están felices, hay una sensación de plenitud y bienestar, una suerte de búsqueda de lo verdadero, relacionado a su vez con la paz y el descanso. A su vez está la duda y la incógnita, cuando de repente en esos paisajes tipo paraíso, donde la vegetación abunda y las flores parecen abanicarse con el viento, vislumbrás una escena dramática, como por ejemplo una mujer sin cabeza. Se hace presente la necesidad del artista, de manifestar un poco de maldad, porque tanta belleza no le gusta del todo. Es entonces cuando el artista contrapone a modo de rivalidad consigo mismo, un trabajo más oscuro, desde los recursos formales de la técnica, como en sus aguafuertes, líneas negras parejas y desprolijas en el pulso, donde los plenos negros oscurecen los paisajes y la sensación de felicidad que cada uno genera en el cuerpo y en el cerebro.

Ahora tengo frío, calor, sed, quiero un beso y caminar desnuda por un campo, usar un vestido de seda, comer una fruta, ver un caballo, beber agua del río, acariciar un oso, descubrir especies de flores, cambiarle el color a todo.

Hay abundancia y saciedad en la pintura de Oyuela, podes construir tu tienda en esos paisajes con solo mirar y vivir ahí para siempre.

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