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Gonzalo León

Un arte letal


Llevo varios meses siguiendo las publicaciones en diferentes redes sociales de Agus Leal. He charlado un par de veces con ella pero nunca de arte ni menos de su arte y ahora creo saber por qué. Como ignoro si saben lo que publica Leal en Instagram preferentemente se los voy a contar: se trata básicamente de representaciones de su cuerpo, aunque para ser más específico habría que decir de cierta parte –y en tanto parte también representación– de su (auto)biografía, en diversos formatos: video, pintura, fotografía (en la que predomina tanto la selfie como la fotografía más producida, profesional si se quiere). La idea es que en todos esos soportes esté una parte suya, una visión distinta de su subjetividad. Muchos podrían decir con ligereza que se trata del famoso trabajo de poner el cuerpo y que en este sentido no se trata sólo de una subjetividad, sino de algo que más allá, de algo concreto, que se puede tocar. Sin embargo, no creo que Agus Leal trabaje con el cuerpo y si lo hace este cuerpo, este cuerpo atractivo, es sólo un medio para llegar al fondo de lo que quiere a mi juicio expresar: Leal, en tanto artista y como todo artista, quiere seducir, y ese objetivo, que es común, se convierte en su caso en objetivo único. Es decir hace un arte común en el sentido de comunidad. Con sus posteos cuasi porno (como Ver-ano), con sus poses afectadas, divertidas y provocadoras, nos recuerda que –cual más cual menos– los artistas pueden ser los grandes seductores de una sociedad.

Hay, sin embargo, un punto donde este ejercicio de seducción avasallante puede fracasar, y llamo la atención desde este punto porque no sé si Leal sea consciente del delgado límite en el que ejerce su arte. Y no se trata del límite entre arte y pornografía, sino en el límite entre arte y comedia, o entre conciencia social y conciencia privada, como explica Andrés Barba en La risa caníbal. En uno de estos ensayos Barba repasa la historia de película Garganta profunda, que para muchos fue una peli porno, pero para él fue y es una comedia, porque desde su trama está más orientada a la comedia que a otro registro. Por si no lo recuerdan, Garganta trata de una mujer liberal y soltera que con el sexo “no siente más que un ‘simpático hormigueo’”, en suma jamás ha tenido un orgasmo; preocupada acude al médico, quien le diagnostica que no tiene el clítoris en su lugar natural, sino en la garganta. La mujer queda choqueada por la noticia y el médico le pregunta si se siente bien. “¿Cómo se sentiría usted si le dijeran que tiene los huevos en las orejas?”, responde entonces. Pese a las intenciones de su director, Gerard Damiano, termina, según Barba, construyendo una comedia con todas las de la ley, y es que hay que tener cuidado cuando aparece la risa, en especial cuando se cruza con el erotismo y la seducción: “Si tenemos algo que activa constantemente nuestra conciencia social (la risa) es casi imposible que se active nuestra conciencia de lo privado (lo pornográfico)”.

Ignoro si entre las intenciones de Agus Leal esté la de hacer alguna vez una porno, tampoco a decir verdad importa, lo que realmente importa es que la risa es su principal enemigo, al menos en lo que creo trata de hacer con su arte. Estamos entonces ante un arte serio, poco corrosivo, donde la inteligencia del humor está, y debe estar –porque de lo contrario estaría como Damiano haciendo comedia– sólo enunciada. Saber ecualizar esas variables, con la cuota de humor justo sin hacer de la seriedad una bandera, es su principal desafío. No es tarea fácil, sobre todo en el mundo del arte y la literatura, donde el erotismo ha quedado relegado a la aburrida pornografía de las redes sociales y a bestsellers tipo 50 sombras de Grey.

Foto: La escritora Florencia Canale y la modelo Papina Fabri pioneras de la cola less en 1984.

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