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Josefina Carón

Barby-camión


Quiero despertarme en un mundo agradable Quiero darme libertad Ya no quiero dar lo que no tiene sentido Solo quiero aquí estar

Cuando conocí a Guillermina Baiguera en unas casitas de cuento en San Marcos Sierra, parecía, con sus piernas largas, un hada frágil y graciosa en medio de las enormes piedras del río.

En las noches cerradas del campo, Guillermina se volvía sola al lugar donde dormía por un camino oscuro cruzado de sombras y ruidos, un camino largo, que a mí me habría aterrado y nunca hubiera hecho sola. Miedo que seguro ella también sentía pero no la paralizaba.

Fue en ese viaje que la bauticé Barby- camión.

Guillermina, como muchas, armó su habitación propia a la que llamó Formosa.

En español antiguo era fermosa, hoy sería hermosa, como es hermosa Guillermina, como somos todas hermosas.

Formosa estuvo activa desde el 2007 hasta este año. Durante ese tiempo, se hicieron ahí 63 exhibiciones y se dictaron una enorme cantidad de talleres: de bordado, de dibujo, de escritura, de fotografía, de cocina, de poesía, de cine, de encuadernación. Se hicieron también encuentros de lecturas y ferias.

En todos los casos había, en esta Formosa, una convicción por lo especial. Esto especial era doméstico, era relativamente diurno, con luz de sol, pero podía incluir un atardecer, tenía la medida humana, biográfica, gustaba del tamaño manejable, artesanal, gustaba de lo que podía estar en peligro de extinción, gustaba de grupos humanos más bien tribales, no masivos, gustaba de saberes específicos, gustaba de no dejar morir las formas secretas que hacen especiales a las cosas y que acumulan millones de pruebas de otras personas a lo largo del tiempo para lograr que una técnica o un material o una herramienta sean casi perfectas, gustaba de valorar esa casi perfección, esa tradición, esa terquedad humana.

El taller de bordado de Guillermina era un pilar fundamental en la arquitectura de este territorio fermoso, infundado ya.

Ese mismo taller inspiró el manual Puntos bordados. Una selección de sus puntos favoritos. Un libro azul, hermoso, donde socializa en detalle cada punto y cada técnica.

Hay algo de lujo en los bordados de Guillermina, fruto de una soberanía sobre el tiempo, una exuberancia en la paciencia, un retiro de la cantidad, de la velocidad, de la productividad.

Muchos de los bordados que hoy vemos son más bien intuitivos, experimentales, pero los bordados de Guillermina son profundamente matemáticos. Por supuesto, hay la sensibilidad de la forma, del color, de la textura, pero el fundamento es matemático. Una matemática que es capaz de contar uno a uno los hilos finitos de la tela y los de la bobina.

El cierre de Formosa, podría incluirse en una larga lista de cierres de galerías y espacios de arte pero no es atribuible exclusivamente a ninguna crisis, porque espacios como Formosa parecen estar en el borde del contexto. Funcionan más como un refugio: participan pero mantienen una elegante distancia con el campo de batalla y sostienen lazos inconfesables con los sindicatos de la artesanía, del diseño y la pedagogía.

Hoy Formosa no tiene puerta ni hay lugar, porque no hay lugares, hay personas.

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