Gemela Fantasma
Para Spinoza, hay dos actos, dos atributos que podemos conocer… Un acto físico y un acto intelectual (o espiritual). El hecho vendría a ser que son dos cosas paralelas, pero no una, causa o consecuencia de la otra. El ejemplo que da es éste: él imagina dos relojes. Los dos funcionan perfecto. Y les han dado cuerda al mismo momento, por eso cuando uno marca las siete de la tarde, el otro marca las siete. Pero ninguno de esos dos relojes ejerce una influencia sobre el otro. Asimismo, el hecho que a alguien le claven una jeringa es un acto físico pero el dolor en realidad no vendría a ser una consecuencia directa del pinchazo sino una experiencia paralela intelectual. No sé si ustedes pueden aceptar eso. Pero eso no es nada.
Ahora viene algo aún más raro.
Mi experiencia con Gemela Fantasma, fue y es similar a lo que plantea Spinoza con el pinchazo. Es difícil suponer que mi poner por escrito estas palabras no sea la causa de lo que usted lee. Del mismo modo, es difícil, suponer que mi experiencia intelectual, no haya sido, y no sea consecuencia de mi acceso a las obras emplazadas, en el espacio de la galería cordobesa El Gran Vidrio. Empero de aquí en adelante, confieso, que en efecto entre la obra y yo, no fuimos recíprocos, puesto que sólo intercambiamos palabras, y en ellas no había en juego, ninguno de nuestros bienes terrenales, o un futuro. Desconozco si esas palabras constituyeron una inversión. El provisorio darse, el uno al otro, ignorábamos, tanto la obra como yo, el bien que nos dábamos ú ofrecíamos: una alegría o una alergia y un juego y/o una invención que no nos dejaba, por lo pronto, en deuda, puesto que entre nosotros carecíamos de objetivos y sólo nos estábamos conociendo. Por lo que ahora acudo a mi memoria de ese encuentro y pienso en cómo se entrelaza el pensamiento presente con el pensamiento pasado al respecto de una obra de arte contemporáneo. En aquel entonces, mi experiencia intelectual en la muestra parecía darse absolutamente en paralelo. Sin mayúsculas y con cariño. Convivíamos y ambos éramos profesionales. Pero yo pensaba más en cómo me veía que ella. Ella se mostraba en sus latitudes de trabajo y de existencia. Ninguno demostraba. Ella no demostraba. Yo no podía. Pero yo me maquillaba más. Ella denotaba experiencia. Y de todo el público, se veía orgullosa, y hasta más hermosa, con gente maquillada encima.
LINOSSI - declara el artista: “No obstante, creo que mi trabajo tiene que ver con bajarle el precio al tiempo.”
Y probablemente sea un statement tan entretenido como acertado. En primera instancia uno se topa con verbos, luego con sustantivos: mobiliario, tarimas, una balsa, obras, pinturas, material de significado esquivo, pero de forma definida. Una pasarela y unos bancos tipo tribuna. Un sistema de sonido, hermoso, pero que no cumple su función de amplificador sino algo más parecido a representar los elementos de un conjunto A con un conjunto B. Finalmente los adjetivos: Armado, construido, diseñado, pensado, hecho, bienhecho, dispuesto, crudo, curado, ciego, quizás, o mejor dicho, expuesto. No se sabe si las obras lo ven a uno pero la galería sí que lo ve, al espectador. Cabe destacar que el espacio ofrece múltiples puntos de vista: el nivel del suelo, un pasillo flotante y hasta una ventana aérea a la sala.
La muestra de Damián es rara y tiende a la precariedad. Destaco algunas de las preguntas que elegí o no pude evitar hacerme ante las obras:
¿Qué es esa palabra: “proyecto”?
¿Qué es esa palabra: “artista”? ¿Acaso la sabiduría del artista se forma en lo innato de las acciones o son las interpretaciones que terminan por arruinarlo todo?
¿O si por el contrario, el gesto es siempre amateur y la radicalización posterior es el verdadero capital del artista?
¿O si quizás el artista está siempre presente (y ejerce) en todo momento como fundador, testigo y albacea de su propia obra?
¿Qué une a las gemelas?, ¿el tiempo ó el contexto?
Y por otro lado, ¿qué las separa?
¿Necesidad ó especulación?
¿Y qué sucede cuando se desestiman las cronologías?
¿Y por qué no me han contado nunca la historia de la gemela fantasma?
¿Y hace cuánto tiempo que estoy en esta muestra?
¿Qué dirán los astrólogos sobre Damián?
¿Cómo se verán las pinturas de Damián en mi casa?
¿A dónde iremos, los que lo necesitemos, en esa balsa?
¿ADN significa antes de nada?
¿Quién es creacionista?
¿Qué es esa palabra: “proyecto”?
¿Qué es esa palabra: “artista”?
A veces pienso si no nos vamos a cansar de preguntarnos las cosas.
LINOSSI - declara el artista: “Digo, para alguien como yo, que un poco descree del presente, los que estamos viviendo son tiempos raros, inflamables. Depositamos tanto en el pasado como en el futuro una gran porción de nuestra partida energética. Estamos transformando el pasado porque el presente nos decepciona. Negar el tiempo contemporáneo para vivir por un momento en el futuro.” [sic.]
Es domingo. Es 16 de septiembre y accedo a una entrevista entre el curador Santiago García Navarro y Damián Linossi. Los leo dialogar y los releo. Pienso sobre la cita anterior:
El fin vivido en el presente, esa marca en el tiempo, ese revés, es la diferencia entre el arte y la vida, ¿no?; Cruzamos una línea incierta que sabemos que existe en el futuro. Proyectarse más allá del fin, para percibir el sentido, es algo que es sólo posible bajo la forma del arte. Pero en este puzzle de versiones, reversiones y multiversos, me imagino que en realidad sólo podemos construir con el pasado. Porque cuando nos leen algo que sucede en algún lugar, nosotros construímos, (lo que es lo mismo que decir: imaginamos) un lugar que ya hemos visto. Uno coteja cuando lee, mira, observa, ¿es así eso?, ¿no es así?; Y todo el tiempo intervenimos, organizamos, interrumpimos la realidad con el pasado. Cuando veo las obras de Gemela Fantasma, reconozco algo que ya he visto. Pero la pregunta no es dónde ni cómo ni siquiera qué. Sino que me pregunto, qué vulnera este reconocimiento. En dónde me vulnera. Y empero comprendo que mi desnudamiento es implacable como dolor, porque quizás soy yo la gemela fantasma, quizás soy yo quien soy el desestimado, quien descree, anónimo, aquél sobre el que la historia ya no tiene peso.
Pero el tiempo vela y como conoce la respuesta, sigue transcurriendo. La indiferencia es inútil. Se puede querer o no querer. La inercia es vana. Cada día que se desgana pone en evidencia la hipocresía del tiempo que no se detiene ante nada porque nada es lo suficientemente fuerte para luchar contra el tiempo. Se puede hacer trampa, y destruir los refugios. El orden o la inacción. La deriva o el sueño. El mundo se mueve y nosotros sobrios y ebrios nos movemos en él. La indiferencia no nos deja indiferentes. Siempre nos alteramos aunque no estemos en peligro. Nuestros ojos ven, nuestro pulso es regular y nuestro corazón late. Si fuésemos feos quizá nuestra fealdad sería fascinante. Ninguna maldición nos pesa sobre los hombros, sólo la del tiempo, que vela todo. El tiempo, o la conciencia del tiempo, que es dolorosa en todas partes. Y si una muestra se atreve a apelmazar El placer del amor con El aburrimiento ante la tierra, convirtiéndolos por fin en la misma familia, entonces yo ya no puedo proclamar eficaz e impunemente que sobre la Tierra me aburro pero que también me aburría antes. Toda forma de vida vida puede ser considerada o vivida como una forma de percepción o de “imaginería” donde no hay verdaderamente un ser que aprehenda o represente a otro, sino dos vectores, de creatividad, en donde un potencial de diferenciación encuentra a otro y de ese potencial nace una tendencia, o manera, relativamente estable. A partir de los hechos. A través de las letras. Al respecto de las imágenes. Desde cada uno de los pensamientos perdurables. El ser es nuestra fantasía sensible. Y después, nada, durante mucho tiempo, o bien, más tarde, a veces, en algún lugar, algo, como un astro blanco, que explota…
Posdata: En este texto, que fue escrito en varias entradas, agrego, que en una pausa dormí y soñé con un departamento oscuro, sobrio, y elegante, pero no lujoso, que jamás terminaba de recorrer. Siempre había una nueva habitación distinta de la anterior. Y un baño poligonalmente distinto al anterior. Pasillos que tenían forma de piezas de Tetris. Y mientras lo recorría me encontraba de tanto en tanto con pinturas de Damián, en las paredes, esos extraños retratos, coloridos, sumergidos en la luz tenue y ambarina. Curiosamente cada cinco habitaciones sin ocupar hallaba una habitación en donde ya había vida transcurriendo y que no era la mía. Era un departamento infinito. Con varias familias viviendo en él, junto a las pinturas de Damián.
No sé muy bien qué significa este sueño. No sé muy bien por qué Damián hace lo que hace.
Pero sé que en la dialéctica entre el hacer y no hacer sucede casi toda la vida. Y eso es divertido. He aquí la prueba.
GEMELA FANTASMA de Damian Linossi en El Gran Vidrio
curaduría: Santiago García Navarro