Verano Cyberpunk
NEO BUENOS AIRES
2020, Buenos Aires es tierra arrasada, los dinosaurios mecatrónicos de Tecnópolis se oxidan en la intemperie y los cascos de realidad aumentada reproducen un mundo cretácico en el que batallan monstruos imaginarios sin que nadie los vea. Es el fin de la CEO-política, que llegó al gobierno prometiendo algo similar a las cuatro modernizaciones chinas de Zhou Enlai y terminó acelerando sin velocidad para lograr como resultado una caída de la actividad económica del 4.9%.
Quizás, esta sea una buena oportunidad para recordar las ideas salidas de esa mente brillante capaz de imaginar una ruta de escape posible para los excesos ideológicos maoístas. Las cuatro modernizaciones fue un programa que tuvo como finalidad crear nuevas agendas en áreas como agricultura, industria, defensa nacional, ciencia y tecnología; todas orientadas a abrir los mercados para entrar rápidamente en el juego capitalista.
Pero, así como el software de Microsoft no funciona muy bien en las Mac, la modernización presenta grandes problemas de incompatibilidad. No deberíamos ser tan inocentes como para pensar que las políticas económicas implementadas con éxito en países de otro hemisferio pueden llegar a funcionar de la misma manera en el nuestro. Esa es la dimensión espacial del problema de la modernización, que no se trata exclusivamente de un asunto de tiempo o velocidad; algo que parece no haber comprendido muy bien el presidente de Mega-Corp cuya última promesa decía: “vamos a ir en la misma dirección pero más rápido.”
El resultado fue completamente opuesto al de China, un absoluto desastre. Crearon un Ministerio de Modernización para que las modernizaciones no lleguen nunca. Se levantó el cepo, se disparó la inflación, saltó el dólar y quedamos en un estado de default virtual. El CEO-gobierno se vio seducido por un formalismo neo-conservador encaprichado con entregarle el poder a quienes realmente “deberían” tenerlo —neo-empresarios, ciber-banqueros, xeno-terratenientes— y se fanatizo con un incompatible liberalismo religioso, propio de alguien que leyó alguna novela de Ayn Rand como si se tratara de las Santas Escrituras. En algún punto, esa forma de leer se parece bastante a la de los viejos marxistas “ortodoxos” que se encierran en sótanos a analizar El Capital como si fueran criptógrafos descifrando la historia.
Con el CONICET abandonado y la fabricación de satélites parada, quizás, la implementación del Sistema GDE para la digitalización de expedientes electrónicos y algunas investigaciones vinculadas a las neurociencias —promovidas por el programa Argentina 2030— hayan sido los mayores logros de un gobierno que no solo fue demasiado lento, sino que también fue muy desubicado.
Wang Zhenghua. El destino del hombre, óleo sobre tela, 138,4 x 109,2 cm. 1977.
MENHIRES DIABÓLICOS
En cuanto al arte, el panorama no fue mucho más alentador. Una de las pocas obras destacables que vio la ciudad, en estos años indiferentes, fue la hermosa Torre Macro diseñada por el arquitecto César Pelli y realizada por la constructora Caputo…¿qué sería del arte sin los actos de corrupción? Por encima de cualquier debate ideológico se eleva ese edificio, de vidrios curvos y formas onduladas, que funciona como sede central del banco. La puerta de ingreso, quizás el detalle más maravilloso de la obra, posee una estructura de doble curvatura que si se observa detenidamente parece dibujar una sonrisa burlona; como si fuera el eco de una risa picara destinada a permanecer incrustada en esos cristales para siempre.
Los edificios son artefactos con increíbles funciones semióticas. Entre otras cosas, pueden servir como parámetro para medir la distribución del capital, que se realiza de forma proporcional a las alturas. Los barrios más bajos son los más pobres y en ellos se suelen juntar a leer los marxistas “ortodoxos”; mientras que en los edificios más altos es donde se instalan las oficinas de quienes imaginan nuevas formas de concentrar capital.
Para comprender el nivel actual de estancamiento económico alcanza con levantar la cabeza en dirección a Puerto Madero y observar que la flamante Torre Macro, de 130 metros de altura, es incluso más pequeña que la Torre Bank Boston, de 137,2 metros; también diseñada por Pelli e inaugurada durante la crisis del año 2001. En 19 años retrocedimos 7,2 metros, casi dos pisos menos de rascacielos, que podrían traducirse en 4 o 5 puntos de PBI.
Es verdad que se construyeron otros edificios de mayor altitud como el Alvear Tower, pero su geometría exhibe un conocimiento tan limitado del arte y de la técnica, que difícilmente posea algún tipo de espíritu o inteligencia. Las crisis capitalistas son cíclicas y hacen emerger edificios como si fueran menhires diabólicos, que salen de las profundidades de la tierra somatizando el geotrauma. Deberíamos estar más atentos a los oscuros mensajes de estas temibles construcciones.
Sonrisa CEO incrustada en los cristales de la Torre Macro
Moda 2020
Este paisaje problemático, sumado al calor habitual del verano, hace que resulte casi inhumano salir a disfrutar de un lindo paseo por la ciudad. Entonces, uno puede caer con facilidad en la nociva adicción de quedarse encerrado en su neo-caverna para navegar cómodamente con el celular por el ciberespacio.
En sus primeros días al mando las autoridades desbordan entusiasmo y comparten selfies de sus nuevos despachos con comentarios del tipo: "No puedo creer todo lo que conseguimos!", o mensajes más enigmáticos para referirse a la realización de los últimos eventos programados por la gestión anterior como: "orgullosxs de esta obra feminista que lucha contra el calentamiento global y defiende a los pueblos originarios."
La justicia social no debería ser solo una excusa para que los funcionarios se saquen selfies, sino algo más parecido a un programa que implica la detección de necesidades y la construcción de derechos. Ese abordaje funcionalista podría permitirnos comprender para qué sirve la justicia social y ayudarnos a elaborar mecanismos que optimicen su realización, en lugar de utilizarla como un filtro de Instagram. Más allá de este pequeño prejuicio moralista, si me pidieran un juicio estético sobre esas fotos diría que no solo son malas, sino que también son feas.
Por suerte, el ciber-espacio y el ciber-tiempo están habitados por personajes que nos permiten ver la realidad con otros ojos. A través de fantasmales data-imágenes compartidas por esos audaces y optimistas, que se han atrevido a salir, uno puede tener acceso trascendental al exterior. Al sumergirse en el infocéano vectorizado es posible cruzar el limitado espectro de la experiencia individual, generando algún tipo de conocimiento espacio-tecno-temporal a partir de los paquetes de información lanzados por los piratas con sondas encriptadas en procesos regulados algorítmicamente.
Bruzzone es uno de esos piratas, mitad juez y mitad hacker, que lejos de trabajar de manera exclusiva en una empresa privatizadora de la cultura, como es el acopio y la conservación de objetos con valor sentimental cotizados en dólares, se dedica a registrar y transmitir información valiosa a través de su cuenta de Instagram. La materia ya no es lo que venía siendo. Evidentemente, las mercancías cambian. Solo resta saber qué sucederá con las obras de arte.
Mientras tanto, nos enteramos que Concha Espacio presenta Verano Ciberpunk, una colección de prendas impregnadas de optimismo ingenuo, tecno-utopías y políticas libertarias que lograron sobrevivir a nuestros sueños y nuestras crisis —de los 90 y de los 2000— y todavía no parecen estar dispuestas a abandonarnos.
Este pequeño evento, que consiste en la presentación de una colección de ropa reciclada en un local de la Galería Bond Street, puede poner en jaque a cualquier crítico de la cultura. Porque, no se trata de analizar si debemos o no seguir a esa moda, se trata de que no podemos seguirla. Eso que, en algún punto, la hace inalcanzable, también, la hace hermosa y sublime.
Espacio concha presenta CYBERPUNK, Verano 2020
PALACIO IDEOLÓGICO
Quizás, la arquitectura financiera de Pelli, la información filtrada en la red por Bruzzone y la moda Cyberpunk lanzada por Concha Espacio nos brinden algunas buenas señales para comprender las extrañas dinámicas de la modernización que se desarrollan en esta ciudad. Mas allá del colapsado sistema que ideo el ingeniero de la Mega-Corp, la arquitectura, el arte y la información sobreviven integrados en el nuevo programa instalado por el actual bricoleur estatal.
Las diferencias que presentan esos dos modelos son casi tan antiguas como las existentes en las sociedades primitivas analizadas por Levi-Strauss. Mientras el ingeniero trató de elaborar estructuras a partir de hechos concretos y brutos —todos lo recordamos de cuclillas tocando el pavimento y gritando esto es real!—, el nuevo brico-presidente parece tener una estrategia epistemológica que intenta estructurar, de manera ordenada, los fragmentos desmembrados de una naturaleza caótica.
Mientras uno realizaba un abordaje analítico —bastante limitado— orientado a diseccionar el interior de cosas como el cerebro y los mercados, con la firme esperanza de encontrar allí encerradas las claves para la modernización; el otro parece afrontar la difícil tarea de elaborar algún tipo de construcción sintética a partir de relaciones entre cosas diversas.
Ahí donde había una búsqueda ontológica para combatir los relatos y encontrar lo real, ahora hay un abordaje funcionalista que no se preocupa tanto por definir que son las cosas o distinguir tan vehementemente la ficción de la realidad, sino que se ocupa de hacer que todo funcione. De esa manera, los fósiles de la antigua tierra arrasada hoy funcionan como escombros a partir de los cuales es posible la construcción de un nuevo palacio ideológico.