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  • Paloma Violeta González Santos

Es mi casa un museo o una discoteca?



Es mi casa un museo o una discoteca?


Cuando estaba en el colegio teníamos con mi amiga Verónica un cuaderno compartido. Lo

usábamos durante las clases para escribir cuentos que nos inventábamos. El método era el

siguiente: una escribía una frase y le pasaba el cuaderno a la otra, disimulando, para que no se

dieran cuenta los profesores. Así se iban armando historias raras que siempre se teñían del

tema de la clase en que las escribíamos. Si estábamos en biología los protagonistas eran

células o mitocondrias, en química eran las moléculas las que tenían grandes aventuras.

Mientras leía Es mi casa un museo o una discoteca?, libro que reúne poemas escritos de forma

colectiva por los participantes del taller de Cecilia Pavón, fue imposible ignorar este recuerdo.

Pude revivir la diversión y el entusiasmo que le poníamos con Verónica a esas historias para

poder sobrepasar el tedio de una clase más en ese edificio oscuro que teníamos como colegio.

Ahora en este contexto de pandemia y aislamiento en el que nos encontramos, el libro fue

hecho de la misma forma, frase sobre frase, con el deseo de hacer algo en conjunto para poder

salir de este contexto que nos asfixia.

En este espacio colectivo, los poemas se arman cual rompecabezas; sus partes a veces

encajan perfecto, como si fuera un solo cerebro quien las inventa, y otras veces se desarman

mostrando la pluralidad de voces que conviven y se entrelazan. Así, mientras leo, voy pasando

por una cantidad de imágenes y sensaciones que se me hacen cercanas, bañadas de

cotidianidad y dudas, de situaciones flotantes, de percepciones.

Hacer del miedo al fin un gozoso salto en paracaídas. Poner la mano en harina. La ropa que no

sirve para nada. El maquillaje que se pudre. Besar. Besar sin miedo. ¿Cómo sentimos en este

mundo nuevo? ¿Cuáles son nuestros deseos? ¿Quién no ha sentido ese placer de las manos

enharinadas? Crear algo en colectivo, siempre tiene algo de azar pero también tiene mucho de

realidad, de contexto, de situación. Dónde me encontrará el fin del mundo. Quiero que

empecemos a vivir como los animales que somos. Me encuentro con cada poema y veo ese

intento de reconectar con el mundo en medio de este virus transparente.

El otro día escuchaba que cuando a los artistas nos quitan todos los materiales, lo que queda

siempre es el cuerpo. Yo agrego que lo que queda también es la poesía. Nadie puede

quitarnos la poesía; este libro es evidencia de ese gran poder que permite transmutar a las

moscas que vuelan en el living en algo digno de contar.

Hoy, guardo estos poemas como recuerdo, así como guardé aquel cuaderno del colegio, para

que cuando esto pase (porque todo pasa), tenga vivo este presente en el que nos dimos

cuenta, muchos por primera vez, de que hasta lo más mínimo del mundo conocido puede

desaparecer. Y que dentro de esa desaparición, lo que se hace evidente es esta necesidad de

lo colectivo y esta realidad de lo colectivo, porque todos somos de la misma especie y la poesía

es lo que nos hace más animales.


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Poemas colectivos escritos online durante la pandemia

Taller de Cecilia Pavón

Ediciones microcentro

https://faxsi.info/poesia/

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